Topic: Pobreza e Inequidade

Cómo planificar la equidad social

Baltimore y Dallas están creando oportunidades en barrios segregados
Por Kathleen McCormick, Março 16, 2017

En los últimos 40 años, la desigualdad económica en los estados unidos ha vuelto a niveles vistos por última vez en la década de 1920, según datos de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Cambridge, Massachusetts (Saez y Zucman 2014). Esta brecha se ha hecho más pronunciada en muchas ciudades donde la riqueza y la pobreza están concentradas geográficamente.

En 1970, el 15 por ciento de las familias de los Estados Unidos vivía en barrios donde la mayoría de los residentes era ya sea muy rico o muy pobre. Para 2012, esta estratificación había sido más del doble, y más de un tercio de las familias vivía en barrios que eran mayormente opulentos o mayormente empobrecidos, según investigadores de las universidades de Stanford y Cornell (Reardon y Bischoff 2016). La pobreza fue la mayor preocupación económica de 100 alcaldes en 41 estados, según la Encuesta Menino de Alcaldes de 2016. Hay datos abundantes que demuestran que muchos barrios pobres tienen poblaciones desproporcionadamente minoritarias y no tienen acceso a puestos de empleo, buenas escuelas y otras oportunidades necesarias para ayudar a los residentes a superar la pobreza.

En octubre del año pasado, en el Instituto de Directores de Planificación de Grandes Ciudades de Cambridge, Massachusetts —patrocinado por el Instituto Lincoln de Políticas de Suelo, la Escuela de Posgrado de Diseño de Harvard y la Asociación Americana de Planificadores— el tema de la desigualdad surgió en forma repetida en las discusiones de los directores de planificación sobre sus esfuerzos recientes. En muchas ciudades, los planificadores urbanos están reexaminando viejas políticas y estableciendo políticas nuevas para alcanzar una distribución más justa y más equilibrada de recursos públicos en el entorno edificado. Los planificadores colaboran con los residentes de la ciudad y también con sus colegas de desarrollo económico, transporte, educación, vivienda, servicios sociales,  y parques y recreación para planificar estratégicamente más oportunidades en áreas de pobreza concentrada. Su objetivo es hacer que estas comunidades sean más incluyentes, resilientes y sostenibles brindando opciones de transporte público, redes de calles seguras, viviendas económicas y acceso a puestos de empleo, buenas escuelas, atención sanitaria, comida saludable y espacios verdes. 

¿Por qué se está tratando de abordar ahora el problema de la desigualdad, cuando muchas ciudades han lidiado por décadas con las brechas de servicio entre barrios ricos y barrios pobres? ¿Y cómo están resolviendo las ciudades el desafío de planificación para aumentar las oportunidades en áreas necesitadas? 

“Una creciente cantidad de investigaciones muestra que las regiones más exitosas son aquellas crean oportunidades económicas para toda la comunidad”, dice Amy Cotter, gerente de programas de desarrollo urbano del Instituto Lincoln. Dice que la planificación de equidad en el uso y desarrollo del suelo se está convirtiendo en una prioridad para muchas municipalidades y regiones, sobre todo aquellas con cierta incertidumbre sobre su futuro económico que quieren fortalecerse. “La manera en que decidamos usar nuestro suelo puede ayudar o impedir el acceso de la gente a oportunidades”, dice Cotter.

La Iniciativa de Comunidades Sostenibles de 2009 de la administración Obama y las nuevas Reglas de Vivienda Equitativa de 2015 también han elevado la conversación a nivel nacional. Estos esfuerzos federales confirmaron que la ubicación de la vivienda cobra gran importancia en el establecimiento de oportunidades y que esta “tiene que ser accesible y conectada”, dice Cotter. 

El Movimiento de Ciudades Saludables ha ayudado a comunidades necesitadas a brindar acceso a comida fresca y rutas transitables seguras por peatones y ciclistas para llegar a las paradas de transporte público y las escuelas. 

Y los planificadores propiamente dichos también han estado evolucionando en años recientes, del modelo “DAD” (decidir, anunciar, defender) a un modelo de planificación colaborativa con participación de la comunidad, señala Jessie Grogan, gerente del programa de planificación y forma urbana del Instituto Lincoln. Los planificadores “están innovando en el área de participación pública y están investigando en forma distinta”, frecuentemente con el respaldo de nuevas herramientas de datos y mapas, para colaborar con comunidades que no hayan sido reconocidas en el pasado, dice. Los planificadores también se están percatando que lo que sugieren los datos acerca de las necesidades y los activos de un barrio puede ser muy distinto de lo que los residentes de ese barrio perciben sobre sus propias necesidades y activos. 

Esta nueva orientación se traduce en nuevas políticas y proyectos. Las municipalidades que tienen problemas económicos probablemente comiencen con cambios que se puedan ejecutar rápida y económicamente para poder crear activos disponibles, como el agregado de carriles protegidos para bicicletas o paradas cubiertas de autobús en barrios pobres, o la eliminación de barreras que impiden la circulación segura de peatones, dice Cotter. Algunas ciudades están atacando el problema de la desigualdad a escala más grande. Dallas y Baltimore comparten un legado de segregación que se codificó a lo largo de muchas generaciones en líneas raciales y económicas, y continúa limitando las oportunidades para las poblaciones pobres y minoritarias al día de hoy. Recientes sucesos trágicos colocaron a ambas ciudades en la primera línea de un diálogo nacional sobre justicia racial: el asesinato de cinco oficiales de policía en julio de 2016 en Dallas y la muerte de un hombre de raza negra llamado Freddie Gray en abril de 2015, cuando se encontraba bajo custodia policial. En el trasfondo, ambas ciudades se han enfocado en estos últimos años en eliminar la concentración de pobreza introduciendo conexiones y una mejor calidad de vida en los barrios necesitados.

Dallas

Las disparidades entre barrios ricos y pobres son mayores en Dallas que en cualquier otra ciudad de los EE. UU., según un análisis del Instituto Urbano de 2015 de los datos del censo nacional de ingresos del hogar, nivel educativo, proporción de propietarios de vivienda y mediana del valor de la vivienda (Pendall y Hedman 2015). Con 1,3 millones de personas concentradas en 880 km2, Dallas forma parte de la cuarta región metropolitana más grande del país. La región rebosa de crecimiento y prosperidad, pero hay barrios en toda la ciudad que sufren de problemas socioeconómicos críticos. Dallas tiene la tasa de pobreza más alta de las 10 ciudades más grandes de los EE. UU.; la Comisión Especial sobre la Pobreza de la alcaldía descubrió que la tasa de pobreza creció un 42 por ciento en los 15 años previos (Clayton y Montoya 2016) y que en algunos barrios el 50 y hasta el 70 por ciento de los hogares se encuentran por debajo del nivel de pobreza. Dallas tiene una baja tasa de desempleo de 3,7 por ciento, pero una gran disparidad de ingresos, hogares de clase media en declinación, barrios deteriorados en áreas concentradas y una disparidad entre la ubicación de los puestos de empleo y viviendas económicas de alta calidad, con una alta tasa de desempleo y pobreza concentrada especialmente en los barrios del sur de Dallas. 

Estas disparidades pueden haber sido institucionalizadas. En 2014, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) de los EE. UU. publicó un informe acusando a las autoridades municipales de haber utilizado inapropiadamente fondos federales de vivienda para profundizar la segregación racial entre el norte y el sur de Dallas. La ciudad también fue el foco de un dictamen de la Corte Suprema de los EE. UU. en 2015 que declaró que las políticas que resultaron en la segregación de minorías en barrios pobres, aunque no hayan sido intencionales, violaron la Ley de Vivienda Equitativa de 1968. 

Comparada con otras ciudades, Dallas puede no parecer excluyente. Pero debido a su historial de segregación geográfica la desinversión en barrios pobres estaba más arraigada, dice Peer Chacko, director de planificación y diseño urbano de Dallas. En la década de 1960, la desegregación de las escuelas públicas de Dallas dio lugar a la huida de la población blanca a los suburbios, dejando concentraciones de familias negras en la ciudad. La construcción de las autopistas interestatales en la misma década exacerbó el aislamiento y la desinversión. La ruta interestatal 30, por ejemplo, bisecta Dallas en términos generales en un hemisferio norte más opulento y blanco, y un hemisferio sur más pobre y predominantemente negro y latino (aquí, la mitad de los pobres son latinos). Con 480 km2, el sur de Dallas alberga el 45 por ciento de la población de la ciudad pero aporta sólo el 15 por ciento de su base tributaria. Muchos barrios se caracterizan por predios industriales deteriorados, edificios en mal estado, calles y aceras desmoronadas, muchos bares y licorerías, y lotes vacantes repletos de malezas. 

“Otras ciudades han estado planificando para reducir la desigualdad por más tiempo, pero ahora estamos atacando el problema en serio”, dice Chacko. “Es un esfuerzo concentrado con objetivos claramente definidos”. Y no es fácil. Cualquier acción que tome la ciudad genera un debate polarizado, dice. “La conversación siempre empieza con: ‘¿Se tiene que meter el gobierno en esto? ¿Cómo afectará nuestros impuestos?’” Por muchas razones “el problema de la desigualdad ha sido fácil de ignorar”, dice. 

La equidad, sin embargo, es “fundamental” para el éxito de la ciudad, dice Teresa O’Donnell, directora de resiliencia de la ciudad y ex directora de planificación. La oficina de resiliencia de Dallas, fundada por la iniciativa Cien ciudades resilientes de la Fundación Rockefeller, se encuentra en el tercer año de un subsidio de cuatro años que se propone abordar los factores de tensión a largo plazo que producen pobreza, desigualdad económica y problemas sociales. La estrategia de resiliencia se concentra en cuatro áreas clave: equidad en el transporte, salud y acceso a servicios médicos, declinación y desinversión en los barrios a lo largo de líneas raciales, y resiliencia económica. 

Dallas es el núcleo central de la región metropolitana floreciente de Dallas-Fort Worth, dice O’Donnell, pero las tendencias de crecimiento sugieren que la vitalidad económica corre el riesgo de desaparecer en el núcleo urbano, como en Detroit. Dallas compite con Fort Worth, Arlington y muchos otros centros suburbanos en la creación de puestos de trabajo. Pero debido a problemas sociales, empleos de baja paga, falta de viviendas económicas en la ciudad y políticas que han impedido la construcción de viviendas económicas en las áreas circundantes, Dallas tiene una mayor concentración de barrios pobres y podría terminar albergando a todos los pobres de la región en el futuro. “Necesitamos asegurarnos que esto no pase”, dice O’Donnell. 

Tampoco es justo que los habitantes de los barrios más pobres de Dallas no tengan acceso a mejores escuelas, viviendas y servicios, dice O’Donnell. “La clave de todo es la equidad en el transporte”. Dice que el sistema de trenes ligeros de Dallas, donde se invirtieron US$10.000 millones, no llega a muchos barrios necesitados, y se necesitan otras opciones para estas áreas, como autobuses modernos y transporte alternativo.

Crecimiento hacia el sur con transporte público

En la década que pasó, la ciudad y la agencia de Tránsito Regional del Área de Dallas (DART, por su sigla en inglés) han lanzado iniciativas de desarrollo orientado al transporte (TOD, por su sigla en inglés) para crear puestos de empleo e inversión en partes de la ciudad que necesitan un impulso y tienen espacio para crecer (ver el mapa en la página 31). El sistema de tren ligero de Dallas tiene 148 km de vías y 62 estaciones, de las cuales 19 se encuentran en el sur de Dallas, con más en construcción. Ayudadas por inversiones privadas y estrategias de financiamiento público como los distritos de financiamiento por incremento tributario, algunas áreas TOD del sur de Dallas generaron puestos de empleo y viviendas combinando viviendas sociales con casas a precio de mercado, con amenidades y nuevas inversiones públicas en infraestructura.

En 2008, la Oficina de Desarrollo Económico creó el Distrito TOD de Financiamiento por Incremento Tributario (TIF, por su sigla en inglés), que abarca desde el norte de Dallas, junto a las líneas roja y azul de trenes ligeros, hasta la estación del Centro Médico para Veteranos de Guerra (VA, por su sigla en inglés) del sur de Dallas, una base económica con 3.000 puestos de empleo y millones de pacientes atendidos por año, ubicada en el Corredor Lancaster, siete millas al sur del centro. La estructura de financiamiento para el Distrito TOD de TIF, cuyos límites se ampliaron en 2010, permite un acuerdo para compartir incrementos, por el cual los ingresos proyectados se transfieren de áreas con estaciones de mayores ingresos a áreas de menores ingresos para subsidiar el desarrollo. El presupuesto de TOD por TIF —un total proyectado de US$415 millones hasta 2038— se dedicará a un desarrollo que atraiga empleos y residentes de ingresos medios, como infraestructura pública, remediación medioambiental, y parques y espacios abiertos. Se requiere la construcción de viviendas sociales (por lo menos 20 por ciento de cada proyecto de viviendas) y se alienta un diseño de alta calidad que combine unidades a precios de mercado con viviendas sociales. 

La iniciativa GrowSouth de la ciudad, lanzada en 2012 por el alcalde Michael Rawlins para generar inversiones en infraestructura y mejoras de capital, se ha enfocado en el sur de Dallas, que Rawlins denomina “la mejor oportunidad de crecimiento en el norte de Texas”. El informe de GrowSouth de 2016 señala que la base tributaria del sur de Dallas creció casi US$1.600 millones de 2011 a 2015 (ciudad de Dallas, 2016). Esto incluye ingresos de proyectos de revitalización que adaptaron y reutilizaron edificios históricos, y emprendimientos nuevos de uso mixto —con viviendas, oficinas, hoteles, restaurantes e infraestructura como aceras, árboles en las calles y alumbrado alrededor de las estaciones de transporte público— que han ayudado a atraer miles de personas de la generación del milenio y otras para vivir y trabajar en barrios más cerca del centro, como Cedars y North Oak Cliff. 

El Corredor Lancaster es un área prioritaria tanto para el financiamiento del Distrito TOD por TIF como la iniciativa GrowSouth. Enfrente del Centro Médico VA y la estación de trenes ligeros, el complejo de 192 apartamentos de uso mixto Lancaster Urban Village, inaugurado y alquilado por completo desde 2014, es considerado un modelo de desarrollo financiado con el Distrito TOD por TIF y otro dinero público. El predio de 1,4 hectáreas incluye una piscina tipo hotel, centros de ejercicios y de negocios, un garaje para estacionar y 1.300 m2 de espacio para tiendas y restaurantes a nivel de la calle. La mitad de las unidades son de vivienda social y el resto son viviendas a precio de mercado. Este barrio históricamente afronorteamericano, que ahora es mitad latino, con muchas personas mayores e inmigrantes, es bastante estable, si bien tiene altas tasas de pobreza y desempleo y muchos edificios deteriorados. En sociedad con la ciudad, los emprendedores —Catalyst Urban Development y City Wide Community Development Corporation, ambos de Dallas— advirtieron que había un potencial para invertir, sobre todo por la ubicación del predio cerca del transporte público, el hospital de VA y las oficinas adyacentes de la Liga Urbana del Gran Dallas. 

El proyecto de viviendas de uso mixto demuestra cómo el Distrito TOD por TIF, la adquisición de suelo, el desarrollo de infraestructura y otros subsidios públicos han ayudado a generar más riqueza económica y social en el barrio, dice Chacko. “El éxito de las viviendas comercializadas a precio de mercado lo demuestra”. 

Plan Neighborhood Plus

Desde 2015, un departamento integral nuevo de planificación y diseño urbano que está más involucrado directamente en el desarrollo económico, la planificación vial, vivienda y otros temas clave se ha dedicado a esfuerzos de revitalización en áreas de pobreza concentrada de Dallas por medio del plan Neighborhood Plus. Este plan, adoptado en octubre de 2015 con el endoso del alcalde Rawlins y los 14 concejales municipales, refleja una metodología nueva y más holística “barrio por barrio” para mejorar la calidad de vida de todos los residentes de Dallas, dice Chacko. Para diseñar el plan, la ciudad se asoció con muchos grupos, incluyendo el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD, por su sigla en inglés) de los EE. UU. y el proyecto de Comunidades Incluyentes (Inclusive Communities), la organización de abogacía basada en Dallas que impulsó el caso de la Corte Suprema. El plan fue lanzado para ayudar a responder a las acusaciones efectuadas por HUD de que se violaron las leyes de derechos civiles.

Los objetivos clave de Neighborhood Plus son crear un marco de impacto colectivo, aliviar la pobreza, combatir el deterioro, atraer y retener a la clase media, expandir la propiedad de la vivienda, y mejorar las opciones de alquiler de viviendas. Chacko dice que la ciudad está progresando en todos estos objetivos. La División de Vitalidad Barrial del departamento de planificación formó un grupo central con aporte de varios departamentos municipales, como el de desarrollo económico, la policía, la oficina del procurador municipal y el departamento de códigos. Desarrollaron un marco de impacto con 11 áreas de interés a lo largo de la ciudad, de las cuales la mitad se encontraba en el sur de Dallas, y están desarrollando equipos interdepartamentales y planes de acción para cada área de interés con socios del Distrito Escolar Independiente de Dallas, la comunidad de negocios y organizaciones sin fines de lucro. 

El departamento de planificación también está trabajando en la primera estrategia de zonificación incluyente municipal para viviendas sociales. Con ayuda de la Universidad Metodista del Sur, los planificadores están creando un plan de acción estratégica para combatir el deterioro, que se basa en un informe realizado para la ciudad por el Centro para el Progreso Comunitario, una organización nacional sin fines de lucro dedicada a reconstruir propiedades vacantes y abandonadas. En el sur de Dallas, la ciudad ha creado un programa de devolución de impuestos para alentar a los propietarios a invertir en la renovación de sus casas, para que las propiedades deterioradas se ajusten al código de edificación y se pueda volver a vivir en ellas. En una de las áreas de interés la ciudad también está en tratativas con Hábitat para la Humanidad sobre la posibilidad de construir casas.

“El énfasis ahora se coloca en un grado mucho mayor de participación pública para mejorar la calidad de vida”, dice Chacko. La ciudad está tratando de crear prioridades de infraestructura y financiamiento para las áreas de interés. Chacko dice que las áreas de interés han ayudado a crear un consenso mucho más amplio entre los concejales municipales que la equidad “es un tema crítico, y que deberíamos hacer un esfuerzo concertado para alinear la planificación con las decisiones de inversión”, incluyendo un programa potencial de financiamiento por bonos que se podría poner a consideración de los electores en 2017. Este es un cambio para Dallas, donde la planificación se ha enfocado generalmente en el uso y desarrollo del suelo en vez de inversiones estratégicas, dice Chacko. Neighborhood Plus “nos expone al problema de la equidad y demuestra a las claras que este tema no se puede ignorar. Es importante para la salud de Dallas a largo plazo”.

Baltimore

Baltimore, clasificada en tercera posición en la lista de ciudades con falta de equidad del Instituto Urbano (Pendall y Hedman 2015), tiene “brechas de salud y riqueza” bien marcadas entre los barrios blancos más opulentos y los barrios negros más pobres. La mayor parte de los barrios de alto nivel de pobreza y bajo nivel de oportunidad de Baltimore está concentrada justo al este y oeste del centro. Este patrón se remonta a los mapas de zonas restringidas de la década de 1930, cuando Baltimore generó “un inmenso legado de desinversión activa a lo largo de líneas raciales, y las ordenanzas de la ciudad definían límites para que las familias negras no se pudieran mudar a la acera de enfrente”, dice el director de planificación Thomas Stosur. Estas áreas concentradas predominantemente con residentes negros pobres son consecuencia de convenios restrictivos, renovación urbana, el sistema de aprobación de préstamos hipotecarios de la Administración de Vivienda Federal y otras políticas que “contribuyeron en forma directa a los múltiples desafíos económicos y sociales que enfrenta la ciudad de Baltimore en la actualidad”, señala el Plan de acción equitativa de 2015 del Departamento de Planificación de la Ciudad de Baltimore

Con una población de 622.000 habitantes y una superficie de 210 km2, Baltimore también está creciendo rápidamente. Se han construido 15.000 unidades de vivienda, la mayoría de alto nivel, desde 2010, y hay grandes proyectos de revitalización de uso mixto en marcha en el área del puerto de Baltimore. El 63 por ciento de la población es negra, y sus barrios predominantemente negros tienen más altas tasas de desempleo, más niños que viven en la pobreza, menos acceso a bienes y servicios y un menor nivel educativo que los barrios de la ciudad predominantemente blancos. La Alianza de Indicadores Barriales de Baltimore encontró una diferencia en la esperanza de vida de 22,4 años entre distintas razas y lugares en la ciudad: un barrio con un 96 por ciento de residentes negros tenía la menor esperanza de vida, y un barrio con sólo un 20 por ciento de residentes negros tenía la mayor.

El departamento de planificación se está dedicando ahora de lleno a revertir el legado de segregación y desigualdad de la ciudad. En marzo de 2015, proporcionó capacitación a su personal sobre racismo estructural, definido frecuentemente como “la gama normalizada y legitimada de políticas, prácticas y actitudes que producen resultados adversos en forma acumulativa y crónica en la gente de color”. Un mes más tarde murió Freddie Gray, y los levantamientos posteriores en los barrios pobres aislados de Baltimore “subrayaron la necesidad de volver a enfocarse en el desarrollo equitativo”, dice Stosur. En junio de 2015, la ciudad anunció la iniciativa One Baltimore, un esfuerzo público-privado para generar oportunidades para niños, familias y barrios. El personal del departamento creó el Comité de Equidad en la Planificación y un plan de acción interna que propone el uso de una “lente de equidad”. 

La lente de equidad, inspirada por la Red de Directores de Sostenibilidad Urbana, requiere que el comité considere ciertas cuestiones antes de realizar cambios en sus políticas y proyectos de planificación: ¿Qué ventajas o desventajas históricas enfrentan los residentes? ¿Hay barreras políticas que se pueden remover para cerrar las brechas de salud y riqueza? ¿Hay una participación y representación incluyente, accesible y auténtica? ¿Qué políticas hay disponibles para prevenir el desplazamiento cuando los barrios van cambiando, y para preservar las oportunidades para los residentes existentes y de bajos ingresos?  

El departamento de planificación está comenzando a usar la lente de equidad en todos sus programas y proyectos. Por ejemplo, el Mapa de Ecología Alimenticia recién publicado de la ciudad, que trata de brindar acceso a alimentos en todos los barrios de Baltimore, examina cómo las políticas y los programas afectan a los residentes de bajos ingresos y a la gente de color. El foco explícito de la lente es la equidad racial, pero los planificadores la están extendiendo a las mujeres, los jóvenes, los ancianos, inmigrantes recién llegados, y residentes LGBT, de bajos ingresos, sin hogar o que tienen discapacidades o un conocimiento limitado de inglés. 

Plan de sostenibilidad a través de una lente de equidad

Al mismo tiempo que el departamento de planificación formó el comité de equidad, comenzó también a usar una lente de equidad para actualizar su Plan de Sostenibilidad de 2009, para “escuchar más voces y la opinión de personas que en general no escuchamos”, dice Anne Draddy, coordinadora de sostenibilidad de la ciudad. La actualización del plan es supervisada por la Comisión de Sostenibilidad y un comité de sostenibilidad, que incluye a comisionados y miembros de la comunidad. Usará una lente de equidad para enfocarse en temas medioambientales, como el uso sostenible del suelo, la biodiversidad, eficiencia energética, resiliencia y el clima económico general de la ciudad. El esfuerzo “se concentrará en nuestros barrios más vulnerables y que históricamente han sufrido la mayor desinversión” para ayudar a mejorar las condiciones “donde existen las inequidades raciales más severas”, señala el sitio web oficial de sostenibilidad.

La campaña de extensión de la ciudad se concentra en un nuevo proceso de participación comunitaria. La oficina de sostenibilidad reclutó a 125 embajadores residentes en reuniones comunitarias y comenzó a preguntar a los residentes de Baltimore, a través de su sitio web, qué querían cambiar en sus barrios. Alrededor del 68 por ciento de los embajadores son afronorteamericanos, un reflejo del esfuerzo de los planificadores por reproducir la demografía racial de la ciudad. El departamento de planificación también contrató a un consultor de equidad para capacitar al personal y los embajadores, y crear una breve encuesta barrial. “Al realizar la capacitación con los embajadores”, dice Draddy, “cambiamos las preguntas [predeterminadas] de la encuesta a las siguientes: ¿Cuáles son las tres cosas que le gusta más sobre su barrio, y las tres cosas que le gusta menos? Nos arriesgamos a no tomar el camino fácil”. 

Los planificadores dividieron la ciudad en 10 distritos al azar, en función de la población, y designaron un líder en cada distrito. Con fondos de subvención de la Fundación Town Creek de Maryland y la Red de Directores de Sostenibilidad Urbana, le pagaron a cada líder $400 para formar un equipo y los equiparon con un iPad y una tarjeta de regalo de $300 para comprar camisetas, gorros o una comida para los miembros de su equipo. Los planificadores también armaron un juego de herramientas y carpetas con información, y proporcionaron botellas de agua y miles de lapiceras para los residentes que asistían a las reuniones (este botín era muy importante para los embajadores y residentes jóvenes que participaban en este nuevo tipo de extensión comunitaria, comentó Draddy). Los planificadores y embajadores también trabajaron con 25 grupos dedicados a temas tales como transporte, energía, diseño urbano y justicia racial. Documentaron la raza de, la edad de, el sexo de, y el barrio donde vivían las personas que asistieron a las reuniones y respondieron a la encuesta en línea.

“El consultor de equidad nos alentó a usar métricas para comprender y vincular las respuestas”, dice Draddy. “Ese fue un elemento importante”. Dijo que la comunidad expresó su apreciación por “haber sido escuchados”. El borrador del informe sobre la encuesta se publicará a comienzos de 2017. 

Programa INSPIRE para la comunidad y las escuelas

Baltimore, en conjunto con la Autoridad de Estadios de Maryland, el estado de Maryland y las Escuelas Públicas de la Ciudad de Baltimore, está invirtiendo US$1.000 millones en la Iniciativa Escolar del Siglo XXI para renovar o reemplazar 24 escuelas de la ciudad en los próximos años. El departamento de planificación está liderando una iniciativa de US$5 millones llamada INSPIRE (sigla en inglés de Invertir en Barrios y Escuelas para Promover Mejoras, Revitalización y Excelencia) en los barrios que se encuentran a una distancia de 400 metros de cada escuela. Los planificadores están organizando talleres y grupos de enfoque, y colaboran con los equipos barriales para desarrollar planes individuales de mejoras a infraestructura, transporte, vivienda y espacios abiertos alrededor de cada escuela INSPIRE, financiadas en forma pública y privada.

“Estamos tratando de aprovechar el catalizador de nuevos edificios escolares de US$30 o US$40 millones de dólares para promover una estrategia de mejora con las partes interesadas”, dice Stosur. “Esto tiene un impacto enorme, y esperamos que genere un cambio cualitativo para poder comercializar estos barrios a poblaciones que posiblemente no estén informadas del inventario de viviendas en las cercanías. Queremos hacer participar a los residentes alrededor de este tópico escolar”. Los equipos de INSPIRE están tratando de mejorar las rutas utilizadas por los estudiantes para llegar a la escuela, con nuevas aceras, alumbrado, espacios verdes, plazas, jardines comunitarios y arte público. 

Estos esfuerzos se valen de otra iniciativa de la ex alcaldesa Stephanie Rawlings-Blake para atraer 10.000 familias a los barrios del centro de la ciudad. Rawlings-Blake también propuso un plan para invertir más de US$135 millones para construir o mejorar 40 centros de recreación en toda la ciudad, financiado en parte con la venta de cuatro garajes de estacionamiento en el centro. El plan se propone ampliar y modernizar pequeños centros recreativos anticuados en áreas necesitadas de la ciudad, con piscinas, gimnasios y otras instalaciones que los barrios más opulentos ya tenían, y aprovechar las inversiones efectuadas por el programa INSPIRE. La nueva alcaldesa de Baltimore, Catherine E. Pugh, que asumió su cargo en diciembre de 2016, junto con un concejo municipal de 15 miembros que tiene ocho concejales nuevos, determinarán cómo seguir impulsando estas y otras iniciativas.

Plan de Red Verde

El departamento de planificación de Baltimore está administrando el proyecto del Plan de Red Verde, lanzado en abril de 2016 para convertir algunas de las 30.000 propiedades vacantes y abandonadas de la ciudad en nueva infraestructura verde, como parques, jardines comunitarios, granjas urbanas, espacios abiertos y áreas de gestión de aguas pluviales. El plan se propone remover estructuras deterioradas, estabilizar barrios y llenar las brechas de la red verde existente de la ciudad. Un equipo de consultores liderado por Biohabitats, una organización con sede en Baltimore, está ayudando en el proceso de desarrollo del plan, usando datos inmobiliarios, mapas trazados por computadora y técnicas de planificación medioambiental. Los planificadores, en colaboración con el Departamento de Parques y Recreación, evaluarán las oportunidades para vincular nuevos espacios verdes con parques, sendas, espacios abiertos y bosques creados bajo el plan de 1904 de los hermanos Olmsted, renombrados arquitectos paisajistas. Los planificadores también analizarán parcelas vacantes para identificar aquellas que se podrían utilizar en proyectos de revitalización residencial y de uso mixto en el futuro. 

El plan está “tratando de confrontar en forma directa la desigualdad en barrios de alta pobreza y grandes desafíos”, especialmente en el este y oeste de Baltimore, donde la cantidad de infraestructura verde es menor, dice Stosur. “Llegó la hora de ver cómo se puede cambiar el paradigma en estos barrios. Todos sabemos que los barrios deteriorados tienen que desaparecer y queremos eliminarlos de una manera responsable y bien planificada”. 

Se identificaron cuatro sitios en el este y oeste de Baltimore para organizar asambleas y tomar decisiones sobre proyectos verdes pilotos. Como INSPIRE, el Plan de Red Verde será financiado con ingresos de capital de otras fuentes de financiamiento público. El estado de Maryland está pagando por la demolición y los proyectos de estabilización en la ciudad por medio del proyecto C.O.R.E. (Creando Oportunidades de Renovación y Emprendimiento). Esta financiación, junto con el programa de revitalización y cumplimiento de código llamado De Vacantes a Valorables (Vacants to Value), como también el Permiso de Aguas Pluviales “MS4” de la ciudad, financiado a través de los impuestos pagados por el servicio de agua, invertirá potencialmente decenas de millones de dólares de fondos federales, estatales y locales para desarrollar el Plan de Red Verde, dice Stosur. El plan de visión de la red verde se publicará en 2017.

Los planificadores de Dallas, Baltimore y otras ciudades reconocen que no basta con tomar medidas de planificación de equidad para resolver los problemas profundos que acompañan la pobreza y discriminación racial en barrios necesitados. Pero dicen que la colaboración con estas comunidades, junto con inversiones cuidadosamente planificadas, puede comenzar a crear oportunidades donde antes no existían.

 

Kathleen McCormick, fundadora de Fountainhead Communications, LLC, vive y trabaja en Boulder, Colorado, y escribe frecuentemente sobre comunidades sostenibles, saludables y resilientes.

 


 

Referencias

Baltimore Green Network Plan. 2016. www.baltimoresustainability.org/projects/green-network

Ciudad de Dallas. 2016. GrowSouth. www.dallasgrowsouth.com/year5presentation

Ciudad de Dallas. 2015. Neighborhood Revitalization Plan for Dallas. Junio. www.dallascityhall.com/departments/pnv/DCH%20Documents/Neighborhood-Plus-June17-small.pdf

Clayton, Mark y Regina Montoya. 2016. “Reducing the Epidemic of Poverty and Ending the Opportunity Gap.” Mayor’s Task Force on Poverty Briefing to the Dallas 

City Council. 7 de septiembre. http://dallascityhall.com/government/Council%20Meeting%20Documents/b_reducing-the-epidemic-of-poverty-and-ending-the-opportunity-gap_combined_090716.pdf

Pendall, Rolf con Carl Hedman. 2015. Worlds Apart: Inequality between America’s Most and Least Affluent Neighborhoods. Washington, D.C.: Urban Institute. www.urban.org/sites/default/files/alfresco/publication-pdfs/2000288-Worlds-Apart-Inequality-between-Americas-Most-and-Least-Affluent-Neighborhoods.pdf

Juego de herramientas de desarrollo equitativo PolicyLink. 2014. www.policylink.org/equity-tools/equitable-development-toolkit

Planning for Social Equity

How Baltimore and Dallas Are Connecting Segregated Neighborhoods to Opportunity
By Kathleen McCormick, Fevereiro 15, 2017

Over the past 40 years, economic inequality in the United States has returned to levels last seen in the 1920s, according to data from the National Bureau of Economic Research in Cambridge, Massachusetts (Saez and Zucman 2014). This gap has become more pronounced in many cities where wealth and poverty are concentrated geographically.

In 1970, 15 percent of families in the United States lived in neighborhoods where most residents were either very rich or very poor. By 2012, this stratification had more than doubled, with more than a third of families living in neighborhoods that were mostly affluent or mostly impoverished, according to researchers from Stanford and Cornell universites (Reardon and Bischoff 2016). Poverty was the top economic concern of 100 mayors in 41 states, according to the 2016 Menino Survey of Mayors. Abundant data show that many poor neighborhoods have disproportionately high minority populations and lack access to jobs, good schools, and other opportunities necessary to help residents rise out of poverty.

Last October, at the Big City Planning Directors Institute in Cambridge, Massachusetts—hosted by the Lincoln Institute of Land Policy, the Harvard Graduate School of Design, and the American Planning Association—the issue of equity arose repeatedly as planning directors discussed their recent efforts. In many cities, urban planners are examining old policies and writing new ones to achieve a fairer, more balanced distribution of public resources in the built environment. Planners are collaborating with city residents as well as colleagues in economic development, transportation, education, housing, social services, and parks and recreation to plan strategically for greater opportunity in areas of concentrated poverty. Their goal is to make these communities more inclusive, resilient, and sustainable by providing transportation options, safe street networks, affordable housing, and access to jobs, good schools, health care, healthy food, and green space. 

Why is equity being addressed now, when many cities have been dealing for decades with service gaps between rich and poor neighborhoods? And how are cities approaching the challenge of planning to increase opportunity in disadvantaged areas? 

“A growing body of research shows how regions that engage the entire community in economic opportunity are as a whole more successful,” says Amy Cotter, manager of urban development programs for the Lincoln Institute. She says planning for equity in land use and development is becoming a priority for many municipalities and regions—especially those that are uncertain about their economic future and looking to strengthen it. “The way in which we choose to use our land either helps or hinders people’s access to opportunity,” Cotter says.

The Obama Administration’s 2009 Sustainable Communities Initiative and new Fair Housing rules in 2015 also brought the conversation to the national level. These federal efforts affirmed that housing location plays a big role in opportunity and that “it has to be accessible and connected,” says Cotter. 

The Healthy Cities movement has helped distressed communities create access to fresh food and safe walkable and bikeable routes to transit and schools. 

And the planning profession itself has also been evolving in recent years from the “DAD” model (decide, announce, defend) to community engagement in collaborative planning from the ground up, notes Jessie Grogan, planning and urban form program manager for the Lincoln Institute. Planners “are doing innovative public engagement and asking questions differently,” often with support from new data and mapping tools, to collaborate with communities that may not have been acknowledged in the past, she says. Planners are also learning that what data suggests about neighborhood needs and assets can be quite different from what the neighborhood residents perceive about needs and assets. 

This new orientation is translating into new policies and projects. Cash-strapped municipalities are likely to start with changes they can effect quickly and affordably to make assets more available, such as adding protected bike lanes or bus shelters in poor neighborhoods, or removing barriers that impede safety and walkability, says Cotter. 

Some cities are approaching equity on a larger scale. Dallas and Baltimore share a legacy of segregation that was codified for generations along racial and economic lines, and continues to limit opportunities for growing poor and minority populations today. Recent tragic events thrust both cities into the forefront of a national dialogue about racial justice—the July 2016 shooting deaths of five police officers in Dallas and the April 2015 death of a black man, Freddie Gray, while in police custody. Behind the spotlight, both cities have focused for the past couple years on dispelling concentrated poverty by introducing connections and a better quality of life to disadvantaged neighborhoods.

Dallas

Disparities between rich and poor neighborhoods are greater in Dallas than in any other U.S. city, according to a 2015 Urban Institute analysis of U.S. Census data related to household income, educational attainment, homeownership rates, and median housing values (Pendall and Hedman 2015). With 1.3 million people in 340 square miles of land, Dallas is part of the nation’s fourth-largest metro area. The region is rich with growth and prosperity, but critical socioeconomic problems have dramatically impacted neighborhoods citywide. Dallas has the highest child poverty rate of the 10 biggest U.S. cities; the Mayor’s Task Force on Poverty found that the poverty rate rose by 42 percent in the previous 15 years (Clayton and Montoya 2016) and that, in some neighborhoods, 50 and even 70 percent of households were poor. Dallas has a low 3.7 percent unemployment rate but tremendous income disparity, declining middle-income households, blight in concentrated areas, and a mismatch between job locations and high-quality affordable housing, with high unemployment and poverty especially concentrated in southern Dallas neighborhoods. 

These disparities may have been institutionalized: In 2014, the U.S. Department of Housing and Urban Development (HUD) issued a report accusing city officials of misusing federal housing funds in a manner that caused racial segregation between northern and southern Dallas. The city was also at the center of a 2015 U.S. Supreme Court ruling that declared that policies that led to segregating minorities into poor neighborhoods, even if unintentional, violated the 1968 Fair Housing Act. 

Compared to other cities, Dallas may not appear more exclusionary. But because of its history of geographic segregation, disinvestment in poorer neighborhoods was more ingrained, says Peer Chacko, Dallas planning and urban design director. In the 1960s, desegregation of the Dallas public schools led to white flight to the suburbs, leaving concentrations of poor black families in the city. Interstate highway construction beginning in the 1960s led to further isolation and disinvestment. Interstate-30, for example, bisects Dallas into, broadly speaking, a more affluent and whiter northern hemisphere and a poorer and predominantly black and Latino southern hemisphere (half of the poor here are Latino). Spanning 185 square miles, southern Dallas is home to 45 percent of the city’s population but produces only 15 percent of its tax base. Many neighborhoods are characterized by deteriorating industrial sites, run-down buildings, crumbling streets and sidewalks, many bars and liquor stores, and empty weed-choked lots.

“Other cities have been planning for equity for a longer period of time, but now we’re dealing with it seriously,” says Chacko. “It’s a focused effort with clearly stated goals.” And it’s not easy: Any action the city takes is highly debated and polarizing, he says. “The conversation always starts with, ‘Should the government be involved in this? How will it affect our taxes?’” For many reasons, he adds, “equity has been easy to ignore.” 

Equity, however, is “foundational” to the city’s success, says Teresa O’Donnell, Dallas’ chief resilience officer and former chief planning officer. The Dallas resilience office, funded by the Rockefeller Foundation’s 100 Resilient Cities initiative, is in its third of four years of grant funding with a goal of addressing long-term stressors of poverty, income inequality, and social issues. The resilience strategy focuses on four key areas: transportation equity, healthcare and access to medical services, decline and disinvestment in neighborhoods along racial lines, and economic resilience. 

Dallas is the core city in the booming Dallas-Fort Worth metro region, says O’Donnell, but growth trends suggest that economic vitality could be drained from the urban core, as in Detroit. Dallas competes for workers with Fort Worth, Arlington, and many suburban centers. But because of social issues, low-wage jobs, lack of affordable housing within the city, and policies that prevented affordable housing in surrounding areas, Dallas has a greater concentration of poor neighborhoods and could find itself home to all the regional poor in the future. “We need to make sure that doesn’t happen,” O’Donnell says. 

It’s also unfair that people in Dallas’ poorer neighborhoods don’t have access to better schools, housing, and services, says O’Donnell. “Transit equity is key to that.” She says that Dallas’ $10 billion light-rail system does not reach many of the disadvantaged neighborhoods, and other options, such as enhanced bus and alternative-mode transportation, are needed for underserved areas.

Growing South with Transit

Over the past decade, the City and the Dallas Area Regional Transit (DART) agency have launched transit-oriented development (TOD) initiatives intended to bring jobs and investments to parts of the city that need a boost and have room to grow (see map p. 27). Dallas’ light-rail system includes 92 miles of track and 62 stations—19 of them in southern Dallas, with more under construction. Helped by private investments and public financing strategies such as tax increment financing (TIF) districts, some southern Dallas TOD areas have welcomed jobs and housing by mixing market-rate and affordable workforce housing with amenities and new public investments in infrastructure.

In 2008, the Office of Economic Development created the TOD Tax Increment Financing (TIF) District, spanning from north Dallas along the red and blue light-rail lines to southern Dallas’ VA Medical Center Station, an economic base with 3,000 jobs and millions of patient visits per year, located in the Lancaster Corridor seven miles south of downtown. The funding structure for the TOD TIF district, whose boundaries were extended in 2010, allows for an increment-sharing arrangement, in which some projected revenues are passed from higher-income station areas to lower-income areas to subsidize development. The TOD TIF budget—with a projected total of $415 million through 2038—is intended for development that attracts jobs and middle-income residents, including public infrastructure, environmental remediation, and parks and open space. Affordable housing is required (at least 20 percent per housing project), and high-quality design that blends market-rate and affordable housing is encouraged. 

The city’s GrowSouth initiative, launched in 2012 by Mayor Michael Rawlins to jumpstart investment with infrastructure and capital improvements, has brought attention to southern Dallas, which Rawlins has called “the greatest single opportunity for growth in North Texas.” GrowSouth’s 2016 report notes that southern Dallas’ tax base increased nearly $1.6 billion from 2011 to 2015 (City of Dallas 2016). This includes revenues from redevelopment projects where adaptive reuse of historic buildings and new mixed-use development—with housing, offices, hotels, restaurants, and infrastructure such as sidewalks, street trees, and lighting around transit stations—have helped attract thousands of millennials and others to live and work in neighborhoods closer to downtown, such as Cedars and North Oak Cliff. 

The Lancaster corridor is a priority area for both TOD TIF funding and the GrowSouth initiative. Across from the VA Medical Center and light-rail station, the $30 million 192-unit Lancaster Urban Village mixed-use apartment complex, opened and fully leased since 2014, is considered a model for development accomplished with TOD TIF and other public monies. The 3.5-acre site includes a resort-style pool, fitness and business centers, a parking garage, and 14,000 square feet of ground-level retail and restaurant space. Half the units are affordable and half are market-rate. The historically African-American neighborhood, now half-Latino with many seniors and immigrants, is fairly stable, though it has high poverty and unemployment rates and many dilapidated buildings. In partnership with the city, the developers—Dallas-based Catalyst Urban Development and City Wide Community Development Corporation—saw potential, especially in the site’s location next to transit, the VA hospital, and the adjacent offices of the Urban League of Greater Dallas. 

The mixed-use housing project demonstrates how the TOD TIF, land acquisition, infrastructure development, and other public subsidies have helped inject greater economic and social wealth into the neighborhood, says Chacko. “The particular success of the market-rate component shows that.” 

Neighborhood Plus Plan

Since 2015, a comprehensive new planning and urban design department that is more directly engaged in economic development, street planning, housing, and other key issues has addressed Dallas’ revitalization efforts in areas of concentrated poverty through the Neighborhood Plus plan. Adopted in October 2015 with the endorsement of Mayor Rawlins and all 14 city council members, Neighborhood Plus reflects a new, more holistic “neighborhood by neighborhood” approach to improving quality of life for all Dallas residents, says Chacko. To draft the plan, the city partnered with many groups, including the U.S. Department of Housing and Urban Development (HUD) and the Inclusive Communities Project, the Dallas-based advocacy organization behind the Supreme Court case. The plan was intended to help respond to HUD’s accusations of noncompliance with civil rights statutes.

Neighborhood Plus’s key goals are to create a collective impact framework, alleviate poverty, fight blight, attract and retain the middle class, expand homeownership, and enhance rental housing options. Chacko says the city is making progress on all these goals. The planning department’s Neighborhood Vitality division formed a core group from various city departments, including economic development, the police, the city attorney’s office, and the code department. They developed an impact framework with 11 target areas throughout the city, half of them in southern Dallas, and they’re developing interdepartmental teams and action plans for each target area with partners from the Dallas Independent School District, the business community, and nonprofit organizations. 

The planning department is also working on the city’s first inclusionary zoning strategy for affordable housing. With help from Southern Methodist University, planners are creating a strategic action plan for fighting blight, based on a report completed for the city by the Center for Community Progress, a national nonprofit dedicated to rebuilding vacant and abandoned properties. In southern Dallas, the city has created a tax rebate program to encourage property owners to invest in renovating homes to make distressed properties livable and code-compliant. In one target area, the city is also talking with Habitat for Humanity about building homes.

“The emphasis now is on a much greater degree of public involvement in improving quality of life,” says Chacko. The city is trying to create priorities for infrastructure and funding for target areas. Chacko says the target areas have helped create a much broader consensus among city council members that equity “is a critical issue, and that we should make a concerted effort to align planning with investment decisions,” including potential bond program requests that might be voted on in 2017. This is a shift for Dallas, where planning generally has focused on land use and development rather than strategic investments, says Chacko. Neighborhood Plus “shines a spotlight on equity and makes it clear that we can’t ignore this issue. It is important for the long-term health of Dallas.”

Baltimore

Baltimore, which ranked number three on the Urban Institute’s list of inequitable cities (Pendall and Hedman 2015), has distinct “health and wealth gaps” between more affluent white neighborhoods and poorer black neighborhoods. The majority of Baltimore’s high-poverty, low-opportunity neighborhoods are concentrated just east and west of downtown. This pattern traces back to redlining maps from the 1930s, when Baltimore spawned “a huge legacy of proactive disinvestment along racial lines, where city ordinances drew lines so black families couldn’t move across the street,” says planning director Thomas Stosur. These areas concentrated predominantly with poor black residents are a result of restrictive covenants, urban renewal, the Federal Housing Administration’s system for mortgage loan approval, and other policies that “directly contributed to many of the economic and social challenges Baltimore City faces today,” notes the Baltimore City Department of Planning’s 2015 Equity Action Plan

With a population of 622,000 within 81 square miles, Baltimore is also booming, with 15,000 mostly higher-end housing units built since 2010 and large mixed-use redevelopment projects under construction in the Baltimore Harbor area. The city’s population is 63 percent black, and its predominantly black neighborhoods have higher unemployment rates, more children living in poverty, less access to goods and services, and lower educational attainment than the city’s predominantly white neighborhoods. The Baltimore Neighborhood Indicator Alliance found a 22.4-year difference in life expectancy according to race and location within the city: a neighborhood with 96 percent black residents had the lowest life expectancy, and a neighborhood with only 20 percent black residents had the highest. 
 
 Undoing the city’s legacy of segregation and inequity is now a big focus for the planning department. In March 2015, they held staff training on structural racism, often defined as the normalized and legitimized range of policies, practices, and attitudes that produce cumulative and chronic adverse outcomes for people of color. One month later, Freddie Gray was killed, and the riots that ensued in Baltimore’s isolated poor neighborhoods “underscored a need to refocus on equitable development,” says Stosur. In June 2015, the city announced the One Baltimore initiative, a public-private effort to support opportunities for children, families, and neighborhoods. Department staff created the Equity in Planning Committee and an internal action plan that calls for the use of an “equity lens.” 

Inspired by the Urban Sustainability Directors Network, the equity lens requires the commitee to apply certain questions when considering potential policy changes and planning projects: What historic advantages or disadvantages do residents face? Are there policy barriers that can be removed to close health and wealth gaps? Are engagement and representation inclusive, accessible, and authentic? What policies are available to prevent displacement as neighborhoods change and to preserve opportunities for existing and low-income residents?  

The planning department is starting to use the equity lens for all programs and projects. For example, the city’s recently released Food Environment Map, which addresses food access across Baltimore neighborhoods, examines ways that policies and programs impact low-income residents and people of color. The explicit focus of the lens is racial equity, but planners are applying it more broadly for women, youth, the elderly, recently arrived immigrants, and residents who are LGBT, low-income, homeless, or who have disabilities or limited English proficiency. 

Sustainability Plan through an Equity Lens

At the same time the planning department formed the equity committee, it began using an equity lens to update its 2009 Sustainability Plan “to hear more voices, and from people who aren’t usually heard from,” says Anne Draddy, sustainability coordinator for the city. The plan update is being overseen by the Commission on Sustainability and a sustainability committee, including commissioners and community members. It will use an equity lens to focus on environmental issues such as sustainable land use, biodiversity, energy efficiency, resiliency, and the overall economic climate of the city. The effort “will focus on our most vulnerable, historically disinvested neighborhoods” to help improve conditions “where the most severe racial inequities exist,” notes the sustainability office website.

The city’s outreach focuses on a new community engagement process. The sustainability office recruited 125 resident ambassadors at community meetings and through its website to ask Baltimoreans what they want to see changed in their neighborhoods. About 68 percent of ambassadors are African-American, reflecting planners’ efforts to mirror the racial demographics of the city. The planning department also hired an equity consultant to train staff and the ambassadors and developed a brief neighborhood survey. “As we went through training with the ambassadors,” says Draddy, “we turned the [predetermined] survey questions around to: What are the three things you like best about your neighborhood and the three things you like least? We took a chance and stepped out of our comfort zone.” 

Planners divided the city into 10 random districts, depending on population, and designated a lead in each district. With grant funding from the Town Creek Foundation in Maryland and the Urban Sustainability Directors Network, they paid each lead $400 to create a team and gave team leaders an iPad and a $300 gift card to buy t-shirts, hats, or a meal for their teams. Planners also assembled a tool kit and binders and provided water bottles and thousands of pens for residents who attended meetings (the swag was very important to youth ambassadors and residents involved in this new kind of community outreach, notes Draddy). Planners and ambassadors also worked with 25 groups, including those involved in transportation, energy, urban design, and racial justice. They documented the race, age, sex, and neighborhood of people who attended meetings and responded to the survey online.

“The equity consultant urged us to go for metrics to understand and link responses,” says Draddy. “That was an important element.” She says the community has expressed appreciation for “being listened to.” A draft survey report is due in early 2017.

INSPIRE Community and Schools Program

Partnering with the Baltimore City Public Schools, Maryland Stadium Authority, and the State of Maryland, Baltimore is investing $1 billion in the 21st Century Schools Initiative to renovate or replace 24 city schools over the next several years. The planning department is leading a $5 million initiative called INSPIRE (Investing in Neighborhoods and Schools to Promote Improvement, Revitalization, and Excellence) in neighborhoods within a one-quarter-mile radius around each school. Planners are conducting workshops and focus groups and working with neighborhood teams to develop individual vision plans outlining public and privately funded improvements to public infrastructure, transportation, housing, and open space around each INSPIRE school.

“We’re attempting to take the catalyst of new $30- or 40-million school buildings to bring stakeholders together to build an improvement strategy,” says Stosur. “This is huge, and we hope a game changer to market these neighborhoods to populations that might not be aware of the housing stock nearby. We want to engage residents around this school topic.” INSPIRE teams are looking to improve students’ routes to school with new sidewalks, lighting, green spaces, playgrounds, community gardens, and public art. 

These efforts piggyback on another initiative by former Mayor Stephanie Rawlings-Blake to attract 10,000 families to inner-city neighborhoods. Rawlings-Blake also proposed a plan to spend more than $135 million to build or upgrade 40 recreation centers across the city, funded in part by leveraging the sale proceeds of four downtown parking garages. The plan would expand and upgrade small outdated recreation centers in underserved areas with swimming pools, gyms, and other facilities that more affluent neighborhoods have had access to, and would capitalize on investments made through Inspire. The new Baltimore mayor, Catherine E. Pugh, who took office in December 2016, along with a city council of 15 that includes eight new council members, will determine how these and other initiatives go forward.

Green Network Plan

The Baltimore planning department is the project manager for the Green Network Plan, launched in April 2016 to repurpose some of the city’s 30,000 vacant and abandoned properties into new green infrastructure such as parks, community gardens, urban farms, open space, and stormwater management areas. The plan is intended to remove blight, stabilize neighborhoods, and fill in gaps in the city’s existing green network. A consultant team led by Baltimore-based Biohabitats is assisting in the plan development process, using real estate data, computer mapping, and environmental planning techniques. Collaborating with the Parks and Recreation department, planners will assess opportunities to connect new green spaces to parks, trails, open space, and forests developed from a 1904 plan created by the Olmsted Brothers landscape architects. Planners will also analyze vacant parcels to identify those that could be assembled for future residential and mixed-use redevelopment.

The plan is “attempting to directly address equity in high-poverty, high-challenge neighborhoods,” especially in East and West Baltimore, which have the least green infrastructure, says Stosur. “It’s time to look at how to change the paradigm in these neighborhoods. We all know the blight has to go, and we want to do it in a responsible, well-planned way.”

Four sites in East and West Baltimore have been identified for community charrettes for pilot greening projects. Like INSPIRE, the green network plan will be underwritten by capitalizing on other public funding streams. The State of Maryland is paying for demolition and stabilization projects throughout the city via Project C.O.R.E. (Creating Opportunities for Renewal and Enterprise). This funding, together with the city’s Vacants to Value targeted code enforcement and redevelopment program, as well as the city’s “MS4” Stormwater Permit funded through the water-ratepayer utility—potentially will invest tens of millions of dollars in federal, state, and local funds to develop the green network plan, says Stosur. A green network vision plan is due in 2017.

Planners in Dallas, Baltimore, and other cities acknowledge that planning-for-equity measures alone won’t solve the deep-rooted problems that accompany poverty and racial discrimination in disadvantaged neighborhoods. But they say that collaboration with these communities, as well as carefully targeted investments, can begin to provide opportunity where little existed before.

 

Kathleen McCormick, principal of Fountainhead Communications, LLC, lives and works in Boulder, Colorado, and writes frequently about sustainable, healthy, and resilient communities.

 


 

References

Baltimore Green Network Plan. 2016. www.baltimoresustainability.org/projects/green-network/

City of Dallas. 2016. GrowSouth. www.dallasgrowsouth.com/year5presentation

City of Dallas. 2015. Neighborhood Revitalization Plan for Dallas. June. www.dallascityhall.com/departments/pnv/DCH%20Documents/Neighborhood-Plus-June17-small.pdf

Clayton, Mark and Regina Montoya. 2016. “Reducing the Epidemic of Poverty and Ending the Opportunity Gap.” Mayor’s Task Force on Poverty Briefing to the Dallas City Council. September 7. http://dallascityhall.com/government/Council%20Meeting%20Documents/b_reducing-the-epidemic-of-poverty-and-ending-the-opportunity-gap_combined_090716.pdf

Pendall, Rolf with Carl Hedman. 2015. Worlds Apart: Inequality between America’s Most and Least Affluent Neighborhoods. Washington, D.C.: Urban Institute. www.urban.org/sites/default/files/alfresco/publication-pdfs/2000288-Worlds-Apart-Inequality-between-Americas-Most-and-Least-Affluent-Neighborhoods.pdf

PolicyLink Equitable Development Toolkit. 2014. www.policylink.org/equity-tools/equitable-development-toolkit/