Topic: Infraestrutura

Course

Planificación y Localización de la Vivienda Social en la Ciudad

Outubro 14, 2019 - Novembro 15, 2019

Free, offered in espanhol


Descripción

El curso analiza el  rol que  juegan los mercados  de suelo de las ciudades para explicar la existencia, permanencia y características de la informalidad y la vivienda de interés social (VIS), más allá del enfoque tradicional de insuficiencia de ingresos de las familias para adquirir una vivienda adecuada. Se aborda una mirada sobre la producción suelo asequible, el rol que tiene la planificación urbana en la mala localización de la vivienda social en América Latina, y las mejoras que se pueden aplicar a los instrumentos de planificación urbana actuales para dar solución al problema de la informalidad. Se evaluarán experiencias concretas de localización de la VIS en la ciudad con énfasis en el rol del estado municipal.

Relevancia

La disciplina del planeamiento urbano mantiene una deuda con la gestión y localización de suelo para la vivienda social. Revisar el papel de la planificación urbana en la localización de la VIS puede abrir un rango de acción desde la escala local, para aportar al desafío de generar suelo urbano servido, asequible y bien localizado.

América Latina ha enfrentado en las últimas décadas la carencia de acceso a la vivienda con diferentes programas de construcción masiva de viviendas de interés social. Se han desarrollado políticas basadas en el subsidio a la demanda, así como otras apoyadas en el financiamiento de la oferta, aunque la mayoría de las viviendas sociales continúa localizándose en la periferia de la ciudad, lo que genera una variedad de problemas para las familias que residen en ellas

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Details

Date
Outubro 14, 2019 - Novembro 15, 2019
Application Period
Julho 17, 2019 - Agosto 14, 2019
Selection Notification Date
Setembro 27, 2019 at 6:00 PM
Language
espanhol
Cost
Free
Registration Fee
Free
Educational Credit Type
Lincoln Institute certificate

Keywords

Expropriação, Favela, Habitação, Inequidade, Banco de Terras, Uso do Solo, Planejamento de Uso do Solo, Planejamento, Segregação, Recuperação de Mais-Valias, Zonificação

Course

Gestión del Suelo en Grandes Proyectos Urbanos

Setembro 23, 2019 - Novembro 15, 2019

Free, offered in espanhol


Descripción

El curso presenta una aproximación general a las intervenciones urbanas de gran envergadura, denominadas usualmente Grandes Proyectos Urbanos (GPU) y busca generar una reflexión sobre los desafíos que representan para la gestión de suelo. En este sentido, el participante tendrá una introducción a los fundamentos de la formación de precios y al funcionamiento de mercados de suelo en América Latina, y se abordarán los impactos y desafíos que traen los GPU en el manejo del suelo.

Se hará énfasis en el análisis de casos locales e internacionales de estos proyectos y sus instrumentos de planificación, financiación y gestión del suelo, como por ejemplo las operaciones urbanas (CEPAC y Otorga Onerosa del Derecho de Construir – OODC), los planes parciales (reparto de cargas y beneficios) y las asociaciones público-privadas.

Relevancia

Los  Grandes  Proyectos  Urbanos  combinan  una  escala espacial de gran envergadura con la alta complejidad de su gestión y financiación, y constituyen una práctica común en las ciudades de América Latina. El componente suelo es parte esencial de su estructura, puesto que pueden impulsar cambios urbanos que afectan los valores de los terrenos.

La valorización del suelo generada por la implementación de este tipo de proyectos representa un potencial de autofinanciamiento y redistribución de rentas en la ciudad, a partir de la movilización de plusvalías para beneficio público. De esta manera, su estudio y entendimiento son de gran importancia para el desarrollo de las ciudades latinoamericanas.

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Details

Date
Setembro 23, 2019 - Novembro 15, 2019
Application Period
Julho 17, 2019 - Agosto 14, 2019
Selection Notification Date
Setembro 6, 2019 at 6:00 PM
Language
espanhol
Cost
Free
Registration Fee
Free
Educational Credit Type
Lincoln Institute certificate

Keywords

Estimativa, Brownfield, BRT, Transporte Rápido por Onibus, Distritos de Melhoria de Negócios, Desenvolvimento, Desenvolvimento Econômico, Economia, Expropriação, Meio Ambiente, Gestão Ambiental, SIG, Habitação, Inequidade, Infraestrutura, Banco de Terras, Monitoramento do Mercado Fundiário, Regulação dos Mercados Fundiários, Monitoramento Fundiário, Especulação Fundiário, Uso do Solo, Planejamento de Uso do Solo, Valor da Terra, Temas Legais, Governo Local, Espaço Aberto, Planejamento, Poluição, Pobreza, Políticas Públicas, Reutilização do Solo Urbano, Segregação, Favela, Crescimento Inteligente, Partes Interessadas, Suburbano, Desenvolvimento Sustentável, Desenvolvimento Orientado ao Transporte, Urbano, Desenho Urbano, Desenvolvimento Urbano, Regeneração Urbana, Espraiamento Urbano, Melhoria Urbana e Regularização, Urbanismo, Recuperação de Mais-Valias, Zonificação

Grandes adaptaciones

Cómo dos antiguas ciudades industriales pequeñas incorporan la infraestructura verde
Por Cyrus Moulton, Abril 30, 2019

 

A medida que la lluvia se acumulaba sobre el techo de 14.000 metros cuadrados de un centro de tránsito en uno de los vecindarios más inundables de Worcester, Massachusetts, el panorama se hacía nefasto. Pero, en vez de transformarse en una amenaza, esa agua pluvial se escurrió en un revoltijo de equináceas moradas, eupatorias púrpuras, salvias rusas y otras plantas tolerantes a inundaciones y sequías que crecen entre el complejo y la avenida Quinsigamond, que está cerca de allí.

El centro de tránsito, construido sobre un terreno abandonado acondicionado, representa una inversión de US$ 90 millones para esta pequeña ciudad. Los elementos de infraestructura verde, como ese jardín de biofiltración que absorbe agua de lluvia, se consideraron necesarios, dice William Lehtola, presidente del comité asesor de la Autoridad Regional de Tránsito en Worcester: “Queremos ofrecer el mejor ambiente posible para la ciudad, nuestros clientes y empleados”, dijo. “No solo en los autobuses, sino también en las instalaciones”.

Con la labor continua y agotadora de recuperarse de las graves pérdidas económicas y de población que Worcester y su vecina Providence, Rhode Island, sufrieron desde su auge como fabricantes, el enfoque ecológico toma impulso en estas antiguas ciudades industriales pequeñas. A pesar de los desafíos, que van desde las restricciones financieras hasta la infraestructura deteriorada, muchas de estas ciudades se dieron cuenta de que invertir en infraestructura verde (y a veces forzarla) ofrece múltiples beneficios. Algunos proyectos, como jardines pluviales o de biofiltración, agricultura urbana y plantación de árboles, ya sean introducidos a pequeña escala o implementados en toda la ciudad, son una forma efectiva de revitalizar espacios públicos, gestionar agua pluvial, mejorar la salud pública y lidiar con los impactos del cambio climático, desde el aumento de las temperaturas hasta las inundaciones.

La infraestructura verde puede abordar muchos desafíos, y también ofrecer servicios”, dice el profesor Robert Ryan, presidente del Departamento de Arquitectura Paisajística y Planificación Regional de la Universidad de Massachusetts, Amherst. Ryan ha liderado cursos sobre antiguas ciudades industriales, como Worcester. “Las ciudades como Worcester y Providence son lugares ideales para este enfoque”. Cultivar este cambio no siempre es sencillo. Si bien los nuevos códigos, las normativas y la conciencia ambientales aumentaron la frecuencia de los proyectos de infraestructura verde, suelen seguir coexistiendo con estructuras y partes de la calle de una época anterior, cuando las vías fluviales cercanas eran cloacas de hecho y el asfalto era la elección predilecta para las mejoras urbanas.

A medida que las antiguas ciudades industriales del país implementan proyectos y estrategias de infraestructura verde, lidian con una realidad importante: no se pueden volver a crear así como así. Sin embargo, sí pueden adaptarse y evolucionar.

Nueva Inglaterra como nueva

Worcester se encuentra en una zona de colinas en el centro de Massachusetts y alberga unas 185.000 personas. El pico de población fue en 1950, con 203.486 personas, y cayó a unas 161.000 en 1980.

Worcester siempre fue el centro económico del condado de Worcester, donde se encuentra. Pero se ganó el apodo de “Corazón del territorio autónomo” gracias a las conexiones con Boston (por tren en 1835) y con Providence (por el canal Blackstone en 1828 y el tren Providence & Worcester Railroad, a fines de la década de 1840); así, adquirió importancia como centro industrial y de transporte. Se hizo conocida por las máquinas-herramientas, productos trefilados y telares mecánicos.

Providence, ubicada a orillas del río Providence, en el cabo de la bahía Narragansett, siguió un camino similar, pero en un entorno diferente. La ciudad costera alberga unas 180.000 personas. Es más que el récord mínimo del s. XX, de 156.000 en 1980, pero mucho menos que su pico, de más de 252.000, en 1940. Providence es la capital del estado y se convirtió en el centro neurálgico de fabricación luego de la Guerra de Independencia, con fábricas que producían en masa joyas, textiles, objetos de plata y maquinarias, y los enviaban desde el puerto. En un punto, fue una de las ciudades más ricas del país.

En ambas ciudades, la actividad industrial y la población terminaron por menguar y, junto con la suburbanización, dejaron secciones vacías que antes eran bulliciosos centros urbanos (ver Figura 1). Pero, tal como sucede con muchas antiguas ciudades industriales, poco a poco la gente redescubre los recursos que ofrecen estas comunidades. Como explican Alan Mallach y Lavea Brachman en el informe Regenerating America’s Legacy Cities (Regenerar las antiguas ciudades industriales de Estados Unidos) del Instituto Lincoln, algunos de estos recursos son bases de empleo en el centro, vecindarios estables, redes de transporte multimodal, facultades y universidades, tiendas locales, edificios y zonas históricos, e instalaciones para arte, cultura y entretenimiento (Mallach 2013).

Por ejemplo, Providence es sede de la Universidad Brown, la Escuela de Diseño de Rhode Island, la Universidad de Rhode Island y Johnson & Wales. Worcester alberga más de una decena de instituciones de educación superior, como la Universidad Clark, el College of the Holy Cross, el Instituto Politécnico de Worcester y la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts. Ambas ciudades poseen hospitales importantes y espacios para espectáculos. Y ambas ciudades han revitalizado sus centros con proyectos distintivos.

Providence logró renovar su imagen como centro artístico y cultural a principios de los 90. En una labor masiva de infraestructura verde, exhumó el río Providence, nacido de la confluencia de los ríos Woonasquatucket y Moshassuck, que hacía mucho tiempo habían sido enterrados bajo estacionamientos y vías de tren, y sus orillas bordeadas con parques y senderos peatonales. El alcalde de ese entonces, Vincent “Buddy” Cianci Jr., dijo: “El río debe ser una parte integral de la ciudad. No lo tapen, no lo bloqueen, no lo contaminen. Celébrenlo y úsenlo”. Este trabajo masivo cambió la personalidad del centro, que pronto comenzó a atraer nuevos proyectos de desarrollo, como renovaciones ambiciosas de molinos vacíos, y también nuevos residentes y empresas.

Worcester está reemplazando el fallido centro comercial del centro con el redesarrollo CitySquare de uso mixto, una inversión de US$ 565 millones. Este volverá a conectar el distrito empresarial central con otras partes pujantes de la ciudad, como Washington Square (donde se encuentra la renovada Union Station), los restaurantes de Shrewsbury Street y Canal District, que está de moda. De hecho, el informe Revitalizing America’s Smaller Legacy Cities (Revitalizar las antiguas ciudades industriales más pequeñas de los Estados Unidos) del Instituto Lincoln mencionó a Worcester por su “alto rendimiento” entre otras ciudades del mismo tamaño (Hollingsworth 2017). Algunos factores que incidieron en esta decisión son la cercanía a Boston y el fácil acceso por tren comercial, líderes con energía y habilidades para revitalizar la ciudad y el proyecto CitySquare. Providence no se incluyó en el informe del Instituto Lincoln, pero sus labores de revitalización fueron destacadas por organizaciones como la Asociación Americana de Planificación o The New York Times.

Si bien esta fuerza es prometedora, el cambio climático complica todo. En la región Noroeste, el cambio climático se asocia a eventos extremos más frecuentes, como lluvias fuertes e inundaciones, sequías, aire y temperatura del agua más cálidos, cambios en los patrones de circulación en el océano (e impactos relacionados en el clima y la pesca) y crecida del nivel del mar. La ubicación de Providence la hace vulnerable a inundaciones y daños de las tormentas “Nor’easter” y los huracanes que azotan sus costas. Un informe climático preparado en Worcester alude a impactos pronosticados, como “aumento de temperaturas, días con calor más extremo y cambios en los patrones de precipitación”.

Cierto grado de cambio climático es inevitable; literalmente, no hay nada que podamos hacer sobre eso ahora”, dice Edward R. Carr, profesor de desarrollo internacional, comunidad y medioambiente en la Universidad Clark, en Worcester. “La pregunta es: cuánto podemos lidiar con eso y cómo será en el futuro”.

Donde se unen la revitalización y la preparación

La lógica más fundamental al pensar en infraestructura verde es crear utilidades de una acumulación masiva de terrenos vacíos para que no sean una plaga y, con suerte, [tengan] un efecto positivo en el barrio”, dice Alan Mallach. “Históricamente, muchas personas tenían la teoría de que un terreno vacío era inútil, a menos que se construyera algo ahí. Pero eso está cambiando. Hay distintas formas de tomar un terreno vacío y hacerlo valioso para la comunidad, ya sea para fines recreativos, para producir alimentos frescos o para tratar el desborde de las cloacas. Hay formas de abordar los terrenos vacíos que no implican construir viviendas u oficinas nuevas”.

Al evaluar las oportunidades de uso del suelo, las antiguas ciudades industriales suelen carecer de poder político o económico para diseñar soluciones efectivas. Pero hay un área en que estas ciudades tienen una ventaja: buscan reinventarse como lugares más saludables y atractivos para vivir; entonces, suelen estar más dispuestas a aceptar proyectos novedosos y creativos. Amy Cotter, directora adjunta de Programas Urbanos del Instituto Lincoln, dice que esto ayudará en la era del cambio climático.

Si se piensan formas de preparar a las antiguas ciudades industriales para que tengan una participación crucial en un futuro en que el cambio climático afecta a los grandes centros demográficos, la infraestructura verde podría ser una estrategia de revitalización y preparación para el clima”, dice Cotter. “También puede ayudar a los lugares a revitalizarse y lidiar con lo que, de otro modo, sería la plaga de las propiedades vacías”.

Las antiguas ciudades industriales más grandes de todo el país han adoptado un conjunto de opciones con estos objetivos en mente. En Detroit, una labor cabal de infraestructura verde llevó a que en toda la ciudad broten techos verdes, jardines pluviales y un programa de “callejones ecológicos” por el cual las plantas nativas y el pavimento permeable reemplazan los escombros urbanos y el concreto en callejones que antes estaban abandonados. En Cleveland, el distrito regional de cloacas administra un programa de subsidios para infraestructura verde, y se están concretando planes ambiciosos para un parque que ocupará 8 hectáreas de costanera del río Cuyahoga, que antes era industrial. Filadelfia invierte unos US$ 2.400 millones en financiación pública durante 25 años para hacer desde barriles pluviales hasta humedales urbanos para reducir el desborde combinado de las cloacas.

Las antiguas ciudades industriales más pequeñas, con menos de 200.000 habitantes, no siempre llegan a los titulares ni tienen los recursos y la capacidad de emprender proyectos tan grandes, pero muchas realizan labores similares. Worcester y Providence demuestran cómo la infraestructura verde puede ayudar a estas ciudades (una en la costa y una tierra adentro) a recuperarse de los desafíos del siglo pasado y prepararse para las incertidumbres de las próximas décadas.

La infraestructura verde no solo es una alternativa ambientalista para los sistemas de agua pluvial tradicionales; también puede ayudar a protegernos de los impactos climáticos, como la isla de calor urbana y la erosión costera, y se puede usar en el diseño de las calles para que sean más seguras para ciclistas y peatones”, dice Leah Bamberger, directora de sustentabilidad de la ciudad de Providence. “Providence es una ciudad progresista, y la infraestructura verde es una oportunidad de invertir en empleos ecológicos y al mismo tiempo construir una comunidad próspera y más saludable”.

Encontrar soluciones para el agua pluvial

En los últimos 80 años, la frecuencia de inundaciones se ha duplicado en Rhode Island y el sur de Nueva Inglaterra, y también ha aumentado la magnitud de dichos eventos, según el informe Resilient Rhody: An Actionable Vision for Addressing the Impacts of Climate Change in Rhode Island (Rhody resiste: una visión factible para abordar los impactos del cambio climático en Rhode Island, estado de Rhode Island 2018). Por desgracia, la infraestructura de la región no está a la altura del desafío.

Gran parte de la infraestructura estatal para agua pluvial se construyó hace al menos 75 años, y se diseñó para tormentas menos intensas”, dice el informe Resilient Rhody. “El cambio climático desafía aun más la capacidad y el rendimiento de estos sistemas de drenaje”.

Carr dice que esto también sucede en la zona de Worcester, y destaca: “Aquí, sencillamente la infraestructura no está hecha para lidiar . . . con lo que se está convirtiendo en normal”.

La adaptación al clima es muy específica de cada lugar”, dice Ryan, de la Universidad de Massachusetts, quien coeditó Planning for Climate Change: A Reader in Green Infrastructure and Sustainable Design for Resilient Cities (Planificar para el cambio climático: texto sobre infraestructura verde y diseño sustentable para ciudades con capacidad de recuperación), publicado por Routledge. “Para estas ciudades en particular y cualquier antigua ciudad industrial, la pregunta es cómo ubicar el agua adicional que llega con el aumento del nivel del mar y de las precipitaciones”. Ryan destaca que los patrones de desarrollo de vecindarios tendieron a surgir de la ubicación histórica de viviendas de empleados cerca de fábricas y molinos costeros, y dice que las inundaciones también desatan cuestiones de igualdad: “¿Cómo protegen las ciudades a las poblaciones vulnerables en esas zonas bajas?”

Las entidades públicas y privadas están tomando medidas con esta serie de preocupaciones en mente. La coalición Green Infrastructure Coalition, de Rhode Island, compuesta por más de 40 organizaciones sin fines de lucro, planificadores de ciudades, arquitectos, funcionarios electos y otros, trabaja para promover proyectos de infraestructura verde como forma de reducir los problemas de agua pluvial, como inundaciones y contaminación.

La coalición contrata equipos locales para instalar proyectos de infraestructura verde, como un jardín de biofiltración en un parque local, un techo verde o un jardín pluvial, y capacita sobre el mantenimiento a los empleados de obras públicas y otras partes involucradas. “Por ahora son proyectos pequeños, pero parece que la necesidad y el apetito de ellos están creciendo”, dice John Berard, director estatal en Rhode Island de Clean Water Action, que funciona como organizador de proyecto para la coalición. “Vemos que prevalece cada vez más a medida que las tormentas empeoran, y las ciudades se están dando cuenta de que el agua pluvial es una parte muy importante de la gestión efectiva de la ciudad”.

Mientras tanto, la ciudad de Worcester estableció políticas que ayudan a garantizar una buena gestión del agua pluvial. La ciudad regula la escorrentía cerca de humedales y colectores de fango que drenan directamente a humedales o zonas con recursos hídricos. Además, ningún desarrollo o redesarrollo debe tener un aumento neto de tasas de escorrentía, lo cual suele ver nacer sistemas de gestión de agua pluvial en el mismo sitio de desarrollos grandes.

Por otro lado, la ciudad protege el suelo de su cuenca de manera intensiva, para mejorar la calidad del agua potable y compensar parte del territorio que se perdió con el desarrollo, según indica Phil Guerin, director de operaciones hídricas y de cloacas de la ciudad.

Pero Guerin destaca que, debido a la naturaleza urbanizada de Worcester y su geología, es difícil reducir la cantidad de superficies impermeables. “Hay muchas zonas con lecho rocoso poco profundo, un nivel de agua poco profundo, y es una ciudad bastante urbanizada”, dice Guerin.

Combatir el efecto de isla de calor urbana

Hace algunos años, los científicos de la NASA se propusieron comprender la diferencia entre temperaturas en la superficie de las ciudades del Noreste y las zonas rurales circundantes. En la investigación descubrieron que, en un período de tres años, las temperaturas en la superficie de las ciudades tuvieron un promedio de 7 a 9 grados más que las zonas circundantes. En Providence, las temperaturas de la superficie son unos 12,1 grados más cálidas que en el campo circundante (NASA 2010). El hecho de que Providence es compacta ayudó a este efecto de isla de calor, ocasionado porque los edificios retienen el calor y por la infraestructura urbana, como el asfalto.

Cuando se trata de combatir este efecto, la respuesta es evidente, dice Carr, de la Universidad Clark: “Árboles, árboles, árboles. Hay montones de estudios que indican que los mantos urbanos de árboles hacen una diferencia impresionante en el descenso de las temperaturas, mejoran la calidad del aire y, en cierto sentido, ayudan con las inundaciones”.

Según el Departamento de Agricultura de EE.UU., un árbol saludable de 30 metros de alto puede tomar 41.600 litros de agua del suelo y liberarlos al aire en un solo período de vegetación.

En 1907, la ciudad de Providence registró unos 50.000 árboles en las calles, según indica la asociación local sin fines de lucro Providence Neighborhood Planting Program (PNPP). Hoy, la ciudad tiene apenas la mitad: unos 25.500, según el tablero de sustentabilidad en el sitio web de Sustentabilidad de la ciudad de Providence. Se está realizando un inventario de árboles en toda la ciudad.

Con su plan Trees 2020, Providence pretende aumentar el manto de árboles en un 30 por ciento hacia 2020 y plantar 200 árboles cada año. La ciudad se asoció con PNPP; ofrecen subsidios para plantar árboles, realizar los cortes en las aceras y alcorques, y entregar árboles gratis. Además, PNPP y la ciudad ofrecen el programa Providence Citizen Foresters, que ofrece capacitación técnica centrada en el cuidado de los árboles urbanos jóvenes. Desde 1989, PNPP cofinanció la colocación de más de 13.000 árboles en las calles con más de 620 grupos vecinales.

Si la gente está involucrada y quiere el árbol, es más probable que lo cuide y lo riegue”, dice Bamberger. “Se pueden plantar árboles todo el día, pero si no hay nadie que los cuide y los riegue, no van a durar mucho”.

Ryan hace eco de esta idea, que concluye con la investigación en la que ayudó en jardines comunitarios de Boston y Providence. “A veces hay grupos externos que vienen a las ciudades y vecindarios y dicen qué linda es la infraestructura verde. Pero, a menos que la comunidad la quiera, y quiera mantenerla, no se sostiene bien en el tiempo”, dice. “La infraestructura verde necesita verticalidad en ambos sentidos. Un enfoque de abajo hacia arriba parece tener un impacto a mayor plazo en lo que refiere a la administración y a lograr que los proyectos funcionen”.

En Worcester, una labor sólida de plantación de árboles acabó por convertirse en una historia de éxito a nivel estatal. En 2008 se encontraron escarabajos asiáticos de cuernos largos en Worcester, lo que llevó a una labor masiva de erradicación que acabaría con 35.000 árboles en una zona de cuarentena de 285 kilómetros cuadrados en la ciudad y pueblos adyacentes. Cuatro años más tarde, algunos alumnos de la Universidad Clark comenzaron a estudiar el impacto de la pérdida de estos árboles y notaron que el efecto de isla de calor había aumentado —al igual que las cuentas de calefacción y aire acondicionado— en un barrio que había perdido los árboles.

En 2009 se lanzó una ambiciosa labor de reforestación conocida como Worcester Tree Initiative. La ciudad y el Departamento estatal de Conservación y Recreación (DCR, por su sigla en inglés) se unieron para plantar 30.000 árboles en apenas cinco años, en jardines privados, parques y las calles. El programa recluta administradores vecinales de árboles para que los cuiden y los controlen, y cuenta con el programa de verano Jóvenes Adultos Guardabosques para jóvenes en situación de riesgo.

La asociación tuvo tanto éxito que el DCR la expandió a otras ciudades de Massachusetts mediante la iniciativa Greening the Gateway Cities. Este programa se concentra en áreas dentro de ciudades con un manto de árboles inferior, viviendas más antiguas y mayor población arrendataria. El DCR trabaja con asociaciones locales sin fines de lucro y contrata equipos del lugar para plantar árboles y lograr beneficios ambientales y eficiencia energética. Hoy, este programa está activo en Brockton, Chelsea, Chicopee, Fall River, Haverhill, Holyoke, Lawrence, Leominster, Lynn, New Bedford, Pittsfield, Quincy, Revere y Springfield.

El modelo se instaló en zonas donde se encontraba el escarabajo y ahora es un modelo de éxito en todo el estado”, dice Ken Gooch, director del programa Forest Health Program, del DCR. “Hemos plantado miles y miles de árboles”.

Enfrentar los desafíos

La norma de zonificación en la ciudad de Worcester exige que se planten árboles alrededor del perímetro de un estacionamiento junto a una calle, parque o propiedad residencial que atienda a más de tres moradas residenciales. Además, se exige plantar árboles en el interior en terrenos con más de 16 lugares de estacionamiento, y la Política Completa de Calles del estado, promulgada en marzo de 2018, destaca los árboles en particular como parte importante de la vía pública, dice Stephen Rolle, director asistente de desarrollo de la ciudad.

Pero algunos barrios están menos dispuestos a tener árboles: los servicios, el cableado y las aceras en calles estrechas compiten por el espacio. Sencillamente, en ciudades urbanizadas hay menos lugar para plantar árboles, en especial los que dan mucha sombra y ofrecen más beneficios ambientales. Los jardines pluviales y de biofiltración urbanos a veces deben competir por el espacio con servicios y estacionamientos.

En el centro, hay espacios asfaltados valiosos, y la gente no está segura de desprenderse de ese estacionamiento para colocar jardines de biofiltración o árboles en la calle”, dice Berard, de Green Infrastructure Coalition.

Rolle destaca otro desafío: el desarrollo de baja intensidad a veces se percibe como más caro, debido a los costos de instalación o los requisitos de mantenimiento. Pero “hay bastante evidencia que sugiere que los beneficios de dichas mejoras en suma superan a los costos”, dice. “Puede ser más barato asfaltarlo, pero eso no significa que sea lo mejor”.

Parte del esfuerzo de Green Infrastructure Coalition es apoyar la financiación de un emprendimiento para agua pluvial con los costos de un servicio. Los dueños de propiedades aportan a esta financiación según la cantidad de superficie impermeable en su terreno, y los fondos se invierten en proyectos que incluyen infraestructura verde. Pero Berard reconoció que es difícil convencerlos. “Como solución de políticas, está bastante aceptado que es la mejor forma de financiar programas”, dice. “Pero políticamente, tiene mal sabor”.

Con vistas al futuro, se están armando más planes en ambas ciudades. Worcester está involucrada en un proceso de plan maestro en toda la ciudad que considerará adaptaciones al cambio climático. La ciudad también recibió un subsidio de U$ 100.000 en 2018 para preparar una evaluación de vulnerabilidad ante el cambio climático.

Además, el departamento de Agua y Cloacas está desarrollando un plan a largo plazo para priorizar inversiones en infraestructura de agua, aguas residuales y agua pluvial en los próximos 50 años. Así, tiene la oportunidad de aumentar la capacidad de absorber agua pluvial mediante infraestructura verde.

La ciudad de Providence, por su parte, ha estado actualizando su Plan de Atenuación de Peligros, con un enfoque principal en preparación para el clima, indica Bamberger. Dice que, con la mayor presión del cambio climático, anticiparse y sembrar las semillas de una ciudad más ecológica serán las claves para la vitalidad.

Si solo hay un día para prepararse, hay [menos] opciones . . . Tal vez solo se puedan trabar las escotillas”, dice. “Pero tenemos un poco de tiempo para pensar estratégicamente cómo debemos responder a estos impactos. Integrar la naturaleza al diseño urbano y apoyar los sistemas naturales de los cuales dependemos es crucial para crear una ciudad resistente al clima”.

 


 

Cyrus Moulton es periodista para Worcester Telegram & Gazette

Fotografía: Los autos navegan en una inundación severa bajo un antiguo puente de Providence & Worcester Railroad. Worcester, julio de 2018. Crédito: Matthew Healey

 


 

Referencias

Portal de datos de libre acceso “Sustainability Dashboard” de la ciudad de Providence. https://performance.providenceri.gov/stat/goals/r6yh-954f.

Hollingsworth, Torey y Alison Goebel. 2017. Revitalizing America’s Smaller Legacy Cities: Strategies for Postindustrial Success from Gary to Lowell. Cambridge, MA: Instituto Lincoln de Políticas de Suelo. https://www.lincolninst.edu/publications/policy-focus-reports/revitalizing-americas-smaller-legacy-cities.

Mallach, Alan y Lavea Brachman. 2013. Regenerating America’s Legacy Cities. Cambridge, MA: Instituto Lincoln de Políticas de Suelo. https://www.lincolninst.edu/publications/policy-focus-reports/regenerating-americas-legacy-cities.

Estado de Rhode Island. 2018. Resilient Rhody: An Actionable Vision for Addressing the Impacts of Climate Change in Rhode Island. Providence, RI: Estado de Rhode Island (2 de julio). http://climatechange.ri.gov/documents/resilientrhody18.pdf.

Voiland, Adam. 2010. “Satellites Pinpoint Drivers of Urban Heat Islands in the Northeast.” Washington, DC: NASA (13 de diciembre). https://www.nasa.gov/topics/earth/features/heat-island-sprawl.html.

Autonomía sin piloto

Los urbanistas dan un volantazo ante la aparición de vehículos autónomos en las calles
Por Kathleen McCormick, Abril 30, 2019

 

En otoño del año pasado, Las Vegas completó un piloto de un año del primer transporte público sin conductor en el país. Durante el experimento, más de 32.000 personas subieron al minibús eléctrico azul que llevaba los lemas “El futuro está aquí” y “Mira mamá, no hay conductor”. El transporte de ocho pasajeros, que diseñó y construyó la empresa emergente francesa Navya, y operó Keolis North America, realizaba un recorrido cerrado de 1 kilómetro en el centro. Un operador humano iba con el vehículo, listo para anular las funciones en caso de emergencia con un controlador de Xbox convertido.

La ciudad se asoció con el organismo regional de tránsito y la Asociación Automovilística Estadounidense (AAA, por su sigla en inglés) para realizar el piloto, que fue considerado un éxito. Hoy, los funcionarios de la ciudad aceleran el compromiso con los vehículos autónomos (VA) y planifican un segundo recorrido para el transporte y un servicio de “robotaxi” de Keolis y Navya. Y en diciembre, la ciudad y el organismo de tránsito ganaron un subsidio de US$ 5,3 millones del Departamento de Transporte de los EE.UU. para un proyecto llamado GoMed. GoMed, cuyo inicio está programado para fines de 2019, ofrecerá cuatro transportes eléctricos autónomos en un recorrido de 6,4 kilómetro entre el distrito médico de Las Vegas y un centro de tránsito en el centro de la ciudad. El distrito médico tiene cuatro hospitales y el campus de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nevada en Las Vegas, en los que se que atienden 200.000 pacientes al año, y que tendrán 6.000 empleados para 2020. GoMed incluirá dispositivos para seguridad de los peatones y 23 refugios inteligentes de tránsito con wifi, información sobre los horarios de llegada del transporte y cuántos pasajeros lleva, y puestos con indicaciones.

Cuando se trata de VA, Las Vegas parece ir con todo; pero prever el impacto de una tecnología que emerge rápidamente puede ser complicado. En una sesión de Big City Planning Directors Institute sobre VA, organizada en otoño del año pasado por el Instituto Lincoln de Políticas de Suelo, la Asociación Americana de Planificación y la Escuela Superior de Diseño en Harvard, Robert Summerfield, director de planificación de Las Vegas, reconoció que regular las nuevas movilidades e incorporarlas al tejido urbano es un desafío. Dice que esto tiene más relevancia ahora, cuando las autoridades de la ciudad hacen malabares con la planificación maestra en toda la ciudad, reglamentos de códigos basados en formularios, estándares de vías, cambios en el sistema de tránsito y proyectos capitales en el centro. Todo esto podría necesitar ajustes a medida que las nuevas opciones de movilidad adquieran popularidad.

Es una época de contrastes: gracias a la expansión de los sistemas de metro ligero en Denver, Los Ángeles y otros lugares, y el récord de demanda de espacios urbanos para peatones y bicicletas, el tránsito público disfruta de un auge en las áreas metropolitanas. Al mismo tiempo, los servicios de conductores privados como Uber y Lyft (que también se conocen como compañías de red de transporte o TNC, por su sigla en inglés) en realidad han hecho su aporte a la congestión de tráfico y millas recorridas por vehículo (VMT). Entonces, ¿cómo encajan los VA en la escena? ¿Qué significarán para las ciudades? ¿Cómo se adaptan los departamentos de planificación, transporte y obras públicas a este paisaje de movilidad que cambia tan rápido? ¿Cómo pueden garantizar que el ambiente construido aceptará los cambios que aún no han ocurrido?

En Planning Directors Institute, Andres Sevtsuk, profesor adjunto de planificación urbana y director de City Form Lab, de la Escuela Superior de Diseño en Harvard (GSD, por su sigla en inglés), ilustró la naturaleza “totalmente transformadora” de los VA con un ejemplo del pasado: dijo que, cuando se presentó el Modelo T, nadie podría haber anticipado que 20 años después Estados Unidos tendría 66.000 kilómetros de carreteras pavimentadas. Predecir el impacto de los VA es igual de difícil.

Con tanto alboroto e incertidumbre, parece que en este punto el arte consiste no en definir con detalle el futuro de los VA, sino en gestionar los próximos años de transición. Durante el s. XX, la nueva forma que dieron los autos a nuestras ciudades fue notoria. La pregunta es cómo volverán a cambiarlas los VA en el s. XXI.

Tecnología transformadora

Gracias a nuestra labor con directores de planificación en grandes ciudades de todo el país, sabemos que los vehículos autónomos se consideran tecnología disruptiva que exigirá preparativos para distintos impactos (tanto positivos como negativos) relacionados con los sistemas de transporte, modalidades de viaje, uso del suelo, diseño urbano y acceso de comunidades de bajos ingresos y desatendidas”, dice Armando Carbonell, presidente de Planificación y Forma Urbana en el Instituto Lincoln. Carbonell destaca que estos temas se presentarán en un panel en la Conferencia Nacional de Planificación de la Asociación Americana de Planificación (APA, por su sigla en inglés) de 2019, en San Francisco, con oradores como Vince Bertoni, director de Planificación de Los Ángeles, y Anita Laremont, directora de Planificación de la ciudad de Nueva York, además de expertos del Planning Directors Institute del otoño.

Muchas otras organizaciones están evaluando los impactos de los VA, Bloomberg Philanthropies y The Aspen Institute publicaron un informe en conjunto sobre el tema. El informe indica: “La automatización está cambiando al automóvil, principalmente de maneras que ayudarán a las ciudades” (Bloomberg 2017). “Hace mucho tiempo que las ciudades luchan con la demanda de espacio de los autos. Pero los VA se pueden diseñar para muchas formas y funciones más, lo que ofrecería nuevas oportunidades de adaptar el tamaño para el uso urbano”.

En la última década, la mayoría de los pilotos de VA se centraron en carreteras de alta velocidad, “pero el futuro de los VA está en las ciudades, donde se concentra el mayor sector demográfico del mercado”, sugiere el informe.

Este cambio parece corresponderse con los valores de los residentes urbanos, en particular las generaciones más jóvenes. En una encuesta reciente de consumidores realizada por Arity, una empresa emergente de datos lanzada por Allstate, el 59 por ciento de los encuestados de entre 22 y 37 años dice que preferirían dedicar tiempo a tareas más productivas que conducir, el 51 por ciento no cree que valga la pena invertir en poseer un auto, y el 45 por ciento suele utilizar servicios de conductor privado (Arity 2018).

Los VA llegan justo cuando la previsión para la demografía y la economía durante los próximos 20 años es que estarán muy orientadas a las ciudades”, dice David Dixon, líder de labores de planificación y diseño urbanos en la empresa global de diseño e ingeniería Stantec, que también participó en el Planning Directors Institute. “El cambio llegará mucho más rápido en los centros urbanos que en los suburbios o las zonas rurales, dado que hay un grupo crucial que admite vehículos compartidos”.

Ese cambio ya está empezando a ocurrir. Luego de una década de investigación y desarrollo, las empresas tecnológicas y los fabricantes de autos (conocidos como fabricantes originales de equipo u OEM, por su sigla en inglés) están preparando los vehículos autónomos para el mercado a un ritmo impactante; se programó lanzar vehículos totalmente autónomos este año en programas piloto en todo Estados Unidos. Los autobuses pequeños y autónomos como el de Las Vegas ya aparecieron o aparecerán pronto en ciudades de todo el país, desde Providence, Rhode Island, hasta Lincoln, Nebraska, y ya se han probado VA de un solo pasajero desde Boston hasta San José. Según un informe de la Liga Nacional de Ciudades sobre los pilotos de vehículos autónomos, la mitad de las ciudades más grandes del país se están preparando para incluir este tipo de unidades en los planes de transporte a largo plazo. En el informe se declara que 28 estados estaban implementando leyes para respaldar dichos pilotos (Perkins 2018).

También se están llevando a cabo programas de pruebas más completos en algunas ciudades como Austin, Texas, y Phoenix, Arizona. En otoño del año pasado, Austin (sede del primer viaje con pasajeros en calles públicas en un auto autónomo sin conductor, en 2015) comenzó un programa piloto con un minibús VA eléctrico gratuito de 15 pasajeros implementado en un recorrido por la zona céntrica.

El Departamento de Transporte de Austin está probando tecnología con otro piloto en cinco intersecciones que permitirán al sistema de tráfico de la ciudad comunicarse con autos sin conductor. La tecnología se instala en el equipo de los semáforos en las calles y puede informar a los VA cuando la luz está por cambiar, si un conductor cruzó en rojo o si hay peatones.

La zona metropolitana de Phoenix también evolucionó como centro de pruebas de VA para empresas tecnológicas y OEM gracias a su infraestructura vial, el clima, una cadena de suministro más allá de la frontera, el ambiente empresarial favorable y el acceso a talento tecnológico. La zona ostenta 15 empresas que desarrollan y prueban vehículos sin conductory tecnología relacionada, según informa el Gran Consejo Económico de Phoenix, que indica que hacia 2020 la industria de VA dará más de 2.000 empleos a Arizona y US$ 700 millones en inversión de capital.

Una de estas empresas es Waymo, lanzada por Google, que ha probado vehículos en modo autónomo por más de 16 millones de kilómetros en calles públicas del país, desde el sol de California hasta la nieve de Michigan. Un grupo de prueba de 400 voluntarios “iniciales” ha viajado durante más de un año en las camionetas Chrysler Pacifica de Waymo, modificadas y equipadas con conductores de seguridad, en los suburbios Chandler, Gilbert, Mesa y Tempe de Phoenix. En 2018, en Tempe ocurrió el primer fallecimiento de un peatón por parte de un VA. A raíz de este hecho, Uber, que había estado probando el vehículo, suspendió las operaciones de VA por un tiempo en Phoenix y otros lugares.

En octubre de 2018, Doug Ducey, gobernador de Arizona, anunció la creación de un emprendimiento público y privado para abrir camino a los vehículos sin conductor. El estado garantizó US$ 1,5 millones para el proyecto del Instituto de Movilidad Automatizada, un consorcio entre Intel, investigadores de la Universidad Estatal de Arizona, la Universidad de Arizona y la Universidad de Arizona del Norte, y organismos estatales de transporte, seguridad y comercio, entre otros. El instituto se preparará para la expansión de la tecnología de VA en todo el país y se centrará en las implicaciones de responsabilidad, normativa y seguridad.

Al menos una treintena de empresas, además de Intel, Uber y Waymo, están involucradas en el desarrollo o las pruebas de VA, como Audi, BMW, Chrysler, Ford, General Motors, Jaguar, Lyft, Tesla, Volkswagen y Volvo. Si bien todavía no hay vehículos totalmente autónomos disponibles para los consumidores, el costo actual de un “paquete de hardware y software” para un VA personal agregaría entre US$ 70.000 y US$ 200.000 al precio base de un vehículo, según establecen varios cálculos. Se espera que estos números se reduzcan radicalmente a unos US$ 5.000 a US$ 15.000 a medida que la tecnología evolucione y se adopte a mayor escala.

Planificar para lo impredecible

¿Qué significará esto para las ciudades? Este tema dispara muchos debates. La perspectiva “utópica” sostiene que los VA vendrán acompañados de un perfecto sistema de nueva movilidad puerta a puerta. Algunos beneficios potenciales son mayor seguridad vial (la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras estima que un 94 por ciento de los choques graves se deben a errores de los conductores) e impactos en la planificación y la movilidad urbana:

Eficiencia vial. Dado que los VA poseen habilidades de rastreo y eliminan errores humanos, podrían circular con menor distancia entre sí y mejorar la eficiencia del transporte. Así, se podrían realizar reducciones en las calles (modificaciones que generan menos carriles, o más angostos) que liberen franjas para tránsito veloz, modalidades alternativas como ciclovías protegidas o infraestructura verde.

Mejora en el flujo de tráfico. Dado que la tecnología de sensores y la inteligencia artificial se alimentan de los datos de ruta, los VA pueden reducir la congestión y mejorar el flujo del tráfico en las intersecciones; así, se reduce el tiempo de viaje. 

Costos de viaje reducidos. Los VA podrían reemplazar los servicios de conductor privado y eliminar la necesidad y el costo de vehículos y choferes privados. Según las políticas locales, también se podrían implementar en pos de una mayor igualdad en el transporte, para llegar a poblaciones desatendidas como personas ancianas, discapacitadas, pobres o que viven lejos del transporte público (ver lateral en página 31).

Sustentabilidad. Si todos los VA fueran eléctricos y se alimentaran de fuentes renovables, podrían ayudar a las ciudades a dejar de usar combustibles fósiles; así, se reducirían la contaminación urbana y las huellas de carbono.

Según los críticos, el aspecto negativo “distópico” es que, si los VA viajan con poca distancia entre sí y se mueven constantemente, podría haber consecuencias negativas para ciclistas y peatones. Si los viajantes no se deben sentar al volante, más de ellos podrían preferir traslados más largos hasta una casa y un patio más grandes, lo que expandiría los límites de las ciudades y crearía desarrollos de menor densidad, aumentaría los costos de los municipios para ofrecer servicios públicos e inflaría los costos del suelo y las propiedades en las zonas más alejadas. Si los VA fueran, en su mayoría, vehículos de pasajeros de propiedad privada, más que transportes compartidos, aumentarían la congestión. Los impactos ambientales negativos podrían ser una combinación de vehículos impulsados por energía no renovable y un alto nivel de toxicidad en la fabricación y eliminación de las baterías eléctricas. Los VA de propiedad privada podrían ampliar la brecha entre quienes tienen y quienes no tienen transporte.

Sea utópico, distópico o algo intermedio, una cosa es cierta: el futuro de los VA exigirá que los planificadores urbanos adapten su modo de pensar. “Debido a los importantes impactos que se anticipa que tendrán los VA en la infraestructura pública, el uso del suelo y la financiación pública, es vital que los planificadores se preparen ahora de forma activa para la llegada general a las calles urbanas”, dice Carbonell.

Y respecto a cómo lograrlo: “La mayor parte de la preparación para los vehículos autónomos tiene que ver con principios comunes de planificación de buen juicio”, dice David Rouse, director de investigación de APA. “Las ciudades deberían empezar por establecer una visión y metas, analizar códigos de desarrollo, normativas viales, inversión pública, mejoras de capital” y otras áreas que guíen la planificación. Sugiere que una cuestión esencial es cómo satisfarán las necesidades de ese futuro los VA.

Hoy, el peligro es que el sector privado y los fabricantes de autos determinen el modo de implementación”, dice Rouse. Agrega que las ciudades necesitarán la ayuda de nuevos tipos de colaboración y asociaciones públicas y privadas. “Los OEM también deberán acercarse a las ciudades y el sector público para descifrar cómo introducir esta tecnología”.

Rouse sugiere que los planificadores creen una lista de verificación para revisar los planos de proyecto de los VA, y consideren las ideas incluidas en Planning for Autonomous Mobility (Planificar para la movilidad autónoma), un informe de APA de 2018 cuyo objetivo es ofrecer indicaciones a los planificadores para actualizar los planes a largo plazo de sus comunidades (Crute 2018).

Nico Larco, profesor de arquitectura y director del centro Urbanism Next, de la Universidad de Oregón, orador en el Planning Directors Institute, dice que las ciudades deben tomar el control de cómo se introducen y se administran los VA antes de que aparezcan en las calles así como así, como ocurrió con los escúter eléctricos.

Larco aconseja varios pasos para garantizar el control de las nuevas movilidades: primero, identificar y documentar las prioridades de la ciudad. Citó el New Mobility Playbook (Nuevo compendio de movilidad), de Seattle, que identifica resultados, valores y prioridades para igualdad, oportunidad económica y sustentabilidad ambiental (SDOT 2017).

Segundo, “descifrar la mejor forma de aprovechar las nuevas tecnologías para obtener los resultados deseados”, dice. “Densidad alta, uso mixto y tránsito incorporado son piezas esenciales en las que nos debemos concentrar. Y la nueva movilidad nos da esa capacidad. Asegurarnos de enmarcarlo como: ‘Estos son los resultados que queremos’, y usar la nueva movilidad para alcanzarlos”.

Tercero, definir cómo se recopilarán, poseerán y compartirán los datos. “Los datos son cruciales para regular y evaluar las movilidades y ver si hacen lo que dijeron que harían, y si la ciudad obtiene los resultados que quiere”, dice.

Requisitos de estacionamiento

A medida que las ciudades empiezan a profundizar en los desafíos de los VA en el terreno, el estacionamiento emerge como un problema crucial. En 2018, Chandler, Arizona (una de las cuatro ciudades metropolitanas de Phoenix que realizaron pilotos de los transportes de Waymo) se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos en cambiar el código de zonificación para anticiparse a los VA. Las enmiendas de zonificación, que entraron en vigencia en junio pasado, admiten que los nuevos desarrollos reduzcan los requisitos mínimos de estacionamiento hasta un 40 por ciento, a cambio de incluir zonas de carga de pasajeros para los VA compartidos. Una zona de carga de pasajeros podría representar un 10 por ciento de reducción de estacionamiento, con un tope de 40 por ciento, según la cantidad de zonas, el uso del suelo y los metros cuadrados del edificio. El personal de planificación tuvo dos objetivos principales en mente: admitir mayor flexibilidad en el estacionamiento mínimo a medida que cambia esta demanda y promover la creación de zonas de carga de pasajeros para vehículos compartidos, más que de un solo viajante.

Vemos una necesidad de que, si en el futuro se extiende el uso de VA, se reduzca el estacionamiento drásticamente, y debemos ser flexibles ahora”, dice David de la Torre, gerente de planificación de Chandler y principal planificador del proyecto de norma. Una reducción en el estacionamiento “presenta muchas oportunidades de que la ciudad se rediseñe con mejoras para los residentes y las empresas”, dice. De La Torre agrega que el cambio de zonificación adquiere cada vez más apoyo: al menos cinco desarrolladores de proyectos multifamiliares y de uso mixto comercial están interesados en crear zonas de pasajeros de TNC y VA.

Larco dice que la mayoría de las ciudades tienen demasiados estacionamientos: se estiman entre 1.000 y 2.000 millones de espacios en todo el país. Seattle, por ejemplo, tiene unos 71 espacios de estacionamiento por hectárea, más del quíntuple de la densidad residencial (14 hogares por hectárea), según un estudio de estacionamientos realizado por Research Institute for Housing America (Scharnhorst 2018) en cinco ciudades. Algunas ciudades, como San Francisco y Hartford, Connecticut, eliminaron los requisitos mínimos de estacionamiento en toda su extensión para acelerar los proyectos de desarrollo y reducir la cantidad de autos en las calles. Y otras ciudades han relajado los mínimos o los han eliminado en los corredores de transporte.

Cuando la nación cambie a los VA (y la mayoría de los expertos coincide en que realmente es una cuestión de cuándo y no de si lo hará), las ciudades verán “oportunidades enormes, porque necesitaremos menos estacionamiento”, dice Larco. Estima que los transportes VA podrían circular la mitad del tiempo, según los costos de fabricación y mantenimiento. Otros dicen que estos podrían circular casi continuamente, con algunas paradas breves para recargar. Cuando no estén transportando pasajeros, las flotas de VA necesitarán un lugar para estacionar, aunque sea por un tiempo; lo ideal sería en suelo menos costoso, cerca de accesos principales o autopistas con accesos a una subestación para recargar. 

Los VA también podrían reducir el costo de desarrollo urbano. Según WGI, una firma nacional de transporte e ingeniería civil, la mediana de costo para construir estacionamientos en Estados Unidos es de US$ 20.450 por espacio. Pero eso puede cambiar muchísimo, según los factores de cada lugar y los costos regionales de construcción. En Denver, un estacionamiento subterráneo puede costar US$ 40.000 por espacio y, sobre la superficie, US$ 25.000. En Seattle, un estacionamiento estructurado puede costar más de US$ 100.000 por espacio. Estos costos, que pueden llegar a representar un 20 por ciento del total de desarrollo de un proyecto, se pueden usar para construir más viviendas asequibles o servicios públicos, o para cubrir costos adicionales para edificios sustentables. Carbonell, del Instituto Lincoln, dice: “Uno de los grandes potenciales beneficios de dejar los autos personales podría ser la liberación de suelo urbano que hoy se usa en estacionamiento, para redesarrollar a mayor densidad, con más viviendas asequibles y un dominio público más habitable”.

¿Adiós a las cocheras?

Mientras tanto, ¿cómo decidir si se debe construir un nuevo parque de estacionamiento municipal? Hoy, obtener una fianza de obra para un estacionamiento a 30 años podría significar perder dinero. Si aun así hace falta construirlo, ¿qué diferencias debe tener con las cocheras de las últimas décadas?

Algunas ciudades y desarrolladores privados están construyendo cocheras con un diseño flexible que permitirá transformarlas para otros usos en el futuro, como oficinas o viviendas. Por ejemplo, en el centro de Las Vegas se están construyendo dos cocheras para el centro médico, “diseñadas para ser a prueba del futuro” y adaptables para otros usos, afirma Summerfield. 

La firma mundial de diseño Gensler ayuda a clientes a desarrollar edificios compatibles con VA, como los tres pisos de estacionamiento flexible de su proyecto 84.51° Centre, un edificio de ocho pisos y uso mixto en Cincinnati. Gensler también está diseñando Giambrocco, un proyecto de uso mixto en el distrito River North (RiNo) de Denver que incluye un edificio de oficinas de cinco pisos sobre tres pisos de cocheras flexibles.

Gensler y Tributary Real Estate, el desarrollador de Giambrocco, compararon el costo de construir un parque de cocheras estándar, con placas en pendiente en el piso y estacionamiento en rampas, contra un diseño flexible con placas llanas, alturas de 4,2 metros aptas para oficinas y rampas de velocidad externas que se pueden quitar cuando se convierte el espacio. Determinaron que el diseño de cocheras flexibles costaría un 25 por ciento más para los mismos 375 lugares de estacionamiento, una diferencia de US$ 2,3 millones en un proyecto de US$ 80 millones. Brent Mather, jefe y director de diseño en la oficina de Gensler en Denver, indica que esto se debe más que nada a los costos más elevados de construcción. Dice que el desarrollador determinó que tenía sentido financiero construir el plan flexible, porque “al final, cuando, dentro de 10 a 15 años, la demanda de estacionamiento se reduzca, al convertirlo en oficinas se obtendrá un mayor retorno de la inversión”.

Las ciudades tienen motivos convincentes para construir estacionamientos municipales flexibles “porque son dueños de las propiedades a largo plazo e invirtieron fondos públicos”, dice Mather. Aconseja que, para lograr una adaptabilidad máxima de los edificios, las ciudades solo deberían desarrollar estacionamientos flexibles sobre la superficie, dado que los subterráneos tienen un potencial de reutilización limitado, más allá de conceptos como centros de datos, gimnasios o áreas de descarga para edificios que atienden a miles de personas. Los aeropuertos deberán determinar qué hacer con sus áreas de estacionamiento masivas y captadoras de ganancias, y cómo ofrecer zonas de carga y descarga más eficientes, “como parte de su cambio de paradigma”, dice.

En uno o dos años, estaremos en la cima del estacionamiento”, dice Dixon, de Stantec. “Cualquier proyecto que se planifique y apruebe hoy debería demostrar que puede aumentar la densidad para los tipos de proyectos que lideren el cambio hacia los VA: nuevos distritos urbanos y desarrollos grandes de uso mixto. Cualquier estacionamiento que construyamos o exista hoy debería soportar entre un 50 y un 100 por ciento más de desarrollo en 10 años. Se trata de una oportunidad inaudita para duplicar nuestra densidad en los centros urbanos”.

Dixon y otros defensores de los VA aconsejan que los planificadores urbanos y los municipios deberían considerar todas las alternativas posibles al construir estacionamiento estructurado, y pensar en el estacionamiento en la superficie solo como marcador de un sitio. También sugieren exigir estacionamiento de distrito para zonas con grandes desarrollos, y compartido para desarrollos residenciales de uso mixto, que pueden reducir un tercio de los espacios que necesitan los residentes y los espacios de oficinas o tiendas.

Volver a concebir las calles

La pregunta del millón de dólares es: ‘¿Qué es lo mínimo que debemos hacer para rediseñar las calles?’”, dice Larco. “Nadie está construyendo para esta nueva tecnología, y la mayoría quiere hacer la menor cantidad de cambios posible”.

Para los VA, se deberá volver a concebir el diseño de vías y calles para elementos como separación de carriles por velocidad, ancho de carriles y priorización, ubicar zonas de carga y descarga, y prestar más atención a cómo los edificios se unen a las aceras y las calles. 

Durante la transición a una flota de VA totalmente automatizada, se podrían diseñar carriles más angostos y marcados, como los carriles de transporte colectivo de hoy. Pero a medida que los VA se adoptan más, se podrían diseñar vías con carriles más angostos, lo que podría lograr mayor espacio de dominio público para partes activas de la calle, infraestructura peatonal y de bicicletas, espacio abierto e infraestructura verde.

El proyecto Future of Streets, de la GSD en Harvard, dirigido por Andres Sevtsuk, creó 24 situaciones sobre cómo las ciudades podrían adaptar las calles para la tecnología de transporte emergente (servicios de conductor privado y vehículos eléctricos y autónomos) en modos cuyo ideal sería maximizar los resultados multimodales, de inclusión social y sustentables para el ambiente. El proyecto de investigación se asoció con los departamentos de planificación y transporte de Los Ángeles y Boston.

Sevtsuk explicó en el Planning Directors Institute que su equipo evaluó la situación actual en algunas intersecciones clave de ambas ciudades y luego esbozó “mejores” y “peores” alternativas. En la ajetreada intersección entre Vermont y Santa Monica, en el centro de Los Ángeles, donde se encuentra la nueva estación del tren Red Line, la “mejor” situación con VA eléctricos compartidos incluyó mejores sistemas de transporte público, zonas de carga y descarga de VA compartidos, ciclovías continuas, tiendas de consumo activas y árboles y paisajismo en la calle. La “peor” situación potencial para la misma intersección incluyó una autopista exclusiva de VA que tendía a verse bloqueada por vehículos inhabilitados, una carretera elevada para VA privados, restaurantes con acceso de autos, y barandas y barreras que evitaban que los peatones cruzaran. Más de dos tercios de las alternativas con VA creadas durante la investigación del proyecto apuntaron a una mayor congestión.

Sevtsuk aconseja a las ciudades que empiecen a realizar cambios en el diseño y la infraestructura urbana que puedan ayudar a gestionar los TNC y la transición a VA, empezando por zonas de carga y descarga de pasajeros. “Hong Kong y Singapur, ciudades con mucha densidad, tienen zonas de carga y descarga muy reguladas en cada cuadra”, dice, y agrega que la falta de dichas zonas en las ciudades de Estados Unidos está causando graves problemas públicos y de seguridad. El proyecto Future of Streets también está explorando el uso de carriles de transporte colectivo para VA con muchos pasajeros, además de tránsito veloz en autobús, como incentivo para usar movilidad compartida. Esto promueve la idea de que “si compartes los viajes, te moverás por la ciudad mucho más rápido”, dice Sevtsuk.

En algunas ciudades, estos cambios ya empezaron a aparecer. Las Vegas trabaja en cambiar su código de zonificación para que pueda haber espacios de viajes compartidos en el centro que, con el tiempo, también podrían servir como zonas para pasajeros de VA, dice Summerfield. Las empresas locales Lyft y Zappos se asociaron para crear un parque artístico en el centro y una zona de carga y descarga en un estacionamiento privado. La ciudad aprobó el piloto el año pasado como un proyecto especial, una excepción para demostrar si el concepto podría funcionar. Luego, la ciudad autorizó el proyecto mediante el proceso normal como parque y estacionamiento, e intenta replicarlo con otros propietarios privados y propiedades de la ciudad como servicio público que puede ayudar a reducir la congestión de tráfico.

Prepararse para el cambio

Los cambios ocasionados por los VA afectarán los presupuestos municipales. En el año fiscal 2016, las 25 ciudades más grandes de Estados Unidos ganaron un neto de casi US$ 5.000 millones a partir de actividades relacionadas con estacionamiento, citaciones por cámaras y de tráfico, impuestos al combustible, remolques y tasas de inscripción y matrículas (Governing 2017). Pero, si casi todos los VA son eléctricos, las ganancias por impuesto al combustible se reducirán. Si se poseen menos autos, podría haber menos tasas de inscripción. Las multas de estacionamiento podrían quedar en el pasado. La lista crece.

El cambio será escalonado, y no gradual”, dice Larco. Aconseja a las ciudades pensar en tasas de VMT, precios por congestión y nuevos generadores municipales de ganancias, como impuestos o tasas por asientos vacíos, estaciones de carga, uso de acceso al cordón, tasas por estacionamiento de flotas, GPS, datos, publicidades, comercio móvil y ventas minoristas, además de créditos impositivos por vehículos llenos de pasajeros.

Sevtsuk destaca que, hasta ahora, las ciudades se acercaron a empresas como Uber y Lyft con disuasores de tasas e impuestos por sus impactos, que serían más que nada “palos”. Algunas ciudades de Estados Unidos están pensando en un peaje por congestión, como los que se cobran en ciudades de Europa como Estocolmo. Pero los cargos por congestión son difíciles de implementar, dice, y se deben aprobar a nivel estatal. Dice que una combinación de palos y zanahorias, con modos más progresivos de recibir esta nueva tecnología en las calles, tiene más probabilidades de obtener la aprobación pública. 

A medida que la industria de los VA adquiere velocidad, las ciudades también deberán considerar muchos otros factores, como la ubicación de estaciones de carga eléctrica, el rediseño de señales de tráfico, oportunidades de redesarrollo o el impacto en los trabajadores. Y no tienen mucho tiempo para hacerlo.

 


 

Nuevas opciones de movilidad e igualdad

Tanto en ciudades como en suburbios, muchas personas ancianas o discapacitadas que viven demasiado lejos de estaciones de transporte público o no pueden costear el valor del transporte se quedan sin opciones convenientes de movilidad. ¿Cómo comparten las ciudades los beneficios de las nuevas opciones de movilidad para todos sus residentes por igual?

Algunas ciudades están dando prioridad a este tema. En Washington, DC, Ford tiene un proyecto piloto de VA en toda la ciudad, en vecindarios pudientes y de ingresos bajos. La interagencia AV Working Group de la ciudad, compuesta por funcionarios de transporte, derechos de discapacidad, ambientales y seguridad pública, se centra en garantizar que los VA beneficiarán a los ocho distritos de la ciudad. En octubre del año pasado, Ford Autonomous Vehicles anunció un programa de capacitación laboral junto con el proyecto VA, en asociación con la Academia de Infraestructura de DC y Argo AI, una empresa de inteligencia artificial.

En otras ciudades, los VA participan en programas de tránsito por encargo. Waymo y la Autoridad Regional de Transporte Público Valley Metro, de la zona de Phoenix (Valley Metro) se unieron en lo que podría ser la primera asociación entre una empresa tecnológica de VA y un sistema de transporte público fuera de un ambiente controlado. Han estado usando los vehículos sin conductor de Waymo como robotaxis para ayudar a salvar algunas brechas de movilidad en el área metropolitana.

Se puede pensar como el comienzo de la movilidad por encargo como servicio”, dice Scott Smith, CEO de Valley Metro, que ofrece un servicio regional de autobuses y un sistema de metro ligero de 41 kilómetros que se planea expandir a 106 kilómetros hacia 2034. Bloomberg informa que la primera ola de clientes pagos de Waymo podría surgir del programa Early Rider para viajes como la primera y la última milla a estaciones de tránsito; pero la asociación también promete abordar las desigualdades en el transporte.

En California, la ciudad de Sacramento y Tránsito Regional de Sacramento lanzaron un programa piloto de US$ 12 millones en otoño del año pasado con viajes a bajo costo en transportes eléctricos que conectan a las personas de vecindarios de bajos ingresos a South Sacramento, una zona con falta de inversión, con empleos y servicios como parte de una labor más amplia de ofrecer mayor igualdad social y económica en lo que refiere al tránsito. Los transportes cuestan menos que los servicios de conductor privado, y los viajes son gratis para los grupos de cinco personas o más. Hasta ahora, son vehículos operados de forma tradicional, pero en una ciudad que se enorgullece de ser “un centro de innovación en nuevas tecnologías de transporte”, como dijo el alcalde Darrell Steinberg, eso cambiará pronto. –KM

 


 

Algunas estimaciones indican que 2030 será el punto de inflexión para que las empresas tecnológicas y los OEM produzcan solo VA y para que el público los adopte en masa, con el potencial de una flota totalmente autónoma hacia 2050. Algunos estados ya se preparan para un futuro de VA (ver Figura 1): el Departamento de Transporte de Colorado planifica comunicaciones entre los vehículos y la autopista en el corredor I-70, que atraviesa el estado de este a oeste por las Montañas Rocosas.

Pero también es posible que los VA no dominen el paisaje tan pronto como desearían las empresas y los OEM. En una encuesta reciente a consumidores, el 50 por ciento de los encuestados de Estados Unidos indicó que no cree que los VA serán seguros, y el 56 por ciento no estaba interesado en servicios de viajes compartidos. Casi dos tercios de los encuestados se mostraron preocupados sobre los datos biométricos capturados por un vehículo conectado y compartidos con partes externas (Deloitte 2019).

Larco dice que no importa la rapidez con que se adopten los VA, “tendrán impactos en todo tipo de cosas en las ciudades, y debemos prepararnos”. Aconseja a los planificadores urbanos, funcionarios municipales, directores de desarrollo económico, defensores del medioambiente y la igualdad, y otros agentes que sean proactivos al momento de cambiar políticas e infraestructura. Dice que, históricamente, las ciudades han tenido problemas con el cambio, y ahora este ocurre mucho más rápido. Cuando se trata de opciones de movilidad en evolución, las ciudades deberán “ser ágiles en su enfoque, crear normativas receptivas y avisar a los interesados y votantes ‘Intentaremos hacer esto’ para cambiar la cultura del riesgo”.

 


 

Kathleen McCormick, directora de Fountainhead Communications, LLC, vive y trabaja en Boulder, Colorado, y escribe con frecuencia sobre comunidades sostenibles, saludables y con capacidad de recuperación.

Fotografía: Transporte autónomo de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, donde los investigadores estudian la aceptación de los vehículos autónomos por parte de los consumidores. Crédito: Levi Hutmacher, Universidad de Michigan

 


 

Referencias

Arity. 2018. “Be Patient, a Change Is Gonna Come.” Move (blog). 8 de noviembre de 2018. https://www.arity.com/move/patient-change-gonna-come.

Bloomberg Philanthropies y The Aspen Institute. 2017. Taming the Autonomous Vehicle: A Primer for Cities. Nueva York, NY: Bloomberg Philanthropies (marzo). https://www.bbhub.io/dotorg/sites/2/2017/05/TamingtheAutonomousVehicleSpreadsPDF.pdf.

Bragg, Dave y Stephen Pazzano. 2017. The Transportation Revolution: The Impact of Ride-Hailing and Driverless Vehicles on Real Estate. Newport Beach, CA: Green Street Advisors (octubre). http://s3-us-west-2.amazonaws.com/gstqa-us-west/uploads/2017/10/19153037/ULI-Green-Street-Fall-17-Presentation.pdf.

Ciudad de Austin. 2017. Smart Mobility Roadmap. Austin, TX: Ciudad de Austin (octubre). http://austintexas.gov/sites/default/files/files/Smart_Mobility_Roadmap_-_Final.pdf.

Crute, Jeremy, William Riggs, Timothy Chapin y Lindsay Stevens. 2018. Planning for Autonomous Mobility. Chicago, IL: Asociación Americana de Planificación (septiembre). https://www.planning.org/publications/report/9157605.

Deloitte. 2019. “2019 Global Automotive Consumer Study: Advanced Vehicle Technologies and Multimodal Transportation.” Nueva York, NY: Deloitte. https://www2.deloitte.com/content/dam/Deloitte/us/Documents/manufacturing/us-global-automotive-consumer-study-2019.pdf.

Governing. 2017. “Special Report: How Autonomous Vehicles Could Constrain City Budgets.” Washington, DC: Governing (julio). https://www.governing.com/gov-data/gov-how-autonomous-vehicles-could-effect-city-budgets.html.

Escuela Superior de Diseño de la Universidad de Harvard. “Future of Streets.” https://www.gsd.harvard.edu/project/future-of-streets.

Lewis, Paul, Gregory Rogers y Stanford Turner. 2017. Adopting and Adapting: States and Automated Vehicle Policy. Washington, DC: Centro Eno de Transporte (junio). https://www.enotrans.org/wp-content/uploads/2017/06/StateAV_FINAL-1.pdf.

Perkins, Lucy, Nicole Dupuis y Brooks Rainwater. 2018. Autonomous Vehicle Pilots Across America. Washington, DC: Liga Nacional de Ciudades. https://www.nlc.org/sites/default/files/2018-10/AV%20MAG%20Web.pdf.

Scharnhorst, Eric. 2018. Quantified Parking: Comprehensive Parking Inventories for Five U.S. Cities. Informe especial de Research Institute for Housing America. Washington, DC: Mortgage Bankers Association (mayo). https://www.mba.org/Documents/18806_Research_RIHA_Parking_Report%20(1).pdf.

SDOT (Seattle Department of Transportation, Departamento de Transporte de Seattle). 2017. New Mobility Playbook. Seattle, WA: Departamento Estatal de Transporte (septiembre). https://www.seattle.gov/Documents/Departments/SDOT/NewMobilityProgram/NewMobility_Playbook_9.2017.pdf.

Shared Mobility Principles for Livable Cities. https://www.sharedmobilityprinciples.org/.

Universidad de Oregón. “Urbanism Next.” https://urbanismnext.uoregon.edu.

2019 International Conference on China Urban Development

Junho 27, 2019 - Junho 29, 2019

Beijing, China

Offered in inglês

Main Theme: Paradigm Shift to Quality Urbanization

After years of rapid urbanization that emphasized construction and economic growth, China is entering a new era of urban development with a policy focus on the quality of urbanization. This paradigm shift is timely but also challenging. The past urbanization model has led to serious environmental degradation, distortions in land and housing markets, and worsening wealth inequalities. This pattern of development must be addressed through new efforts towards quality of urbanization. Climate change, aging infrastructure, and emerging technologies pose both new challenges and opportunities for the country. China can learn significantly from similar global experiences in new urbanism. Its pursuit for quality urbanization will be crucial for the successful implementation of the New Urban Agenda, which was adopted by national governments at the United Nations Conference on Housing and Sustainable Urban Development (Habitat III).

This conference continues the series of International Conferences on China Urban Development, previously held in Cardiff, Hong Kong, Shanghai, London, and Glasgow. It will bring together researchers from urban studies, geography, sociology, economics, political science, urban planning, urban management, public policy, and China studies from different parts of the world. These researchers will share empirical and policy research findings on urbanization and urbanism. It will provide a platform to explore the complex process of urban development in China, and to debate policy and actions towards quality urbanization in an increasingly uncertain world.


Details

Date
Junho 27, 2019 - Junho 29, 2019
Time
2:00 p.m. - 6:15 p.m.
Location
Yingjie Exchange Center, Peking University
Beijing, China
Language
inglês

Tecnociudad

El camino hacia un tránsito más inteligente está asfaltado con datos
Por Rob Walker, Abril 30, 2019

 

“Lo que se mide, se controla”, dice la perogrullada comercial. Para bien o para mal, la idea también es aplicable para el diseño de ciudades e infraestructura.

Y la aparición de los macrodatos (conjuntos masivos de información sin procesar que se pueden obtener gracias a las nuevas tecnologías de compilación y almacenamiento) abre la posibilidad a nuevas mediciones que pueden informar sobre cómo planifican y gestionan sus proyectos los organismos estatales de transporte.

Se puede pensar en la labor de la iniciativa State Smart Transportation Initiative (Iniciativa Estatal de Transporte Inteligente, SSTI). La SSTI se fundó en 2010 en la Universidad de Wisconsin y utiliza el nuevo tesoro de datos como guía para tomar decisiones de uso y planificación del suelo en el mundo real. La SSTI combina y analiza datos sobre asuntos desde cómo las personas acceden a las estaciones de tránsito hasta cuán fácil les resulta llegar al trabajo o la tienda de comestibles, y así evidencia patrones que pueden ayudar para futuras decisiones.

La SSTI empezó a funcionar en 2018 en conjunto con la asociación sin fines de lucro Smart Growth America, cuyos programas incluyen recursos para los departamentos estatales de transporte y colaboración con la SSTI en varias ediciones de The Innovative DOT: A Handbook of Policy and Practice (El DOT innovador: un manual de política y práctica), una guía para “los departamentos de transporte (DOT, por su sigla en inglés) comprometidos con la excelencia y la innovación”. Hoy, la sociedad trabaja con más de doce organismos de transporte, funciona como una especie de base de conocimientos sobre políticas y ofrece asistencia técnica directa.

Una de las claves para aprovechar mejor los megadatos es encontrar el marco correcto. “Accesibilidad significa pensar: ‘¿Cuán accesible es este lugar?, en vez de: ‘¿A qué velocidad van los autos en cierta parte del camino?’”, explica Eric Sundquist, director de la SSTI. Este enfoque más holístico no es una idea nueva, pero está ganando fuerza, en parte debido a la mayor cantidad de datos y las herramientas más sofisticadas para ordenarlos. En las últimas investigaciones, la SSTI definió la accesibilidad como “la facilidad con la cual las personas acceden a oportunidades como empleo, tiendas, parques, escuelas y otros destinos. La ‘facilidad’ se mide en términos de la duración del viaje, con algunos ajustes que explican cómo los pasajeros usan el sistema”.

Entre otros proyectos, la SSTI estuvo trabajando con el Departamento de Transporte de Virginia, cuyo programa Smart Scale recurre a los macrodatos para “calificar” las propuestas de transporte que envían los municipios y condados según la capacidad probable de mejorar la accesibilidad al trabajo. La ronda más reciente también incorpora el acceso a destinos distintos al trabajo, como centros comerciales y parques.

Por ejemplo, un ejercicio de planificación de la SSTI se centró en mejorar el acceso a destinos distintos al trabajo en Vienna, Virginia. Una parte del análisis exploró cómo fortalecer una red de senderos peatonales y ciclovías puede conectar mejor la calle principal de la ciudad con otros barrios. Pero otra parte consideró un escenario que incluía un cambio en el uso del suelo: alentar el desarrollo comercial de una zona infrautilizada en el límite sur del pueblo. Este último en realidad generó mejoras en accesibilidad con mejor puntaje que los proyectos hipotéticos de transporte.

Este esquema de puntajes se basa en datos de población, empleo y uso del suelo; de automóviles; de servicios de tránsito que, hoy, en gran parte se informan en un formato congruente gracias a Google Maps; y de bicicletas y peatones. Según el proyecto, se pueden agregar más datos, como categorías de empleo e ingresos del vecindario. Esto amplía las posibilidades de pensar cómo se puede mejorar la “accesibilidad”, medir si la mejor opción es construir nueva infraestructura peatonal o trabajar para colocar una tienda de comestibles en un desierto alimenticio.

Hemos logrado que la gente sea consciente de esto en la comunidad donde operamos”, agrega Sundquist, para que otros DOT puedan trabajar sobre las mismas ideas. Y, de hecho, hace poco los funcionarios del transporte de Hawái trabajaron con la SSTI para intentar llevar el proceso de puntaje “un poco más allá”, agrega.

Puntuamos todos sus proyectos sobre una base parcial de accesibilidad. Entonces, si un proyecto ofrece más acceso por transporte que en auto, sugerirá cómo cambiarían los modos”. Hoy, el estado está evaluando los resultados de la SSTI.

Amy Cotter, directora adjunta de Programas Urbanos del Instituto Lincoln, indica que estos datos representan mejoras totalmente nuevas en los métodos existentes de recolección de información y en las mediciones.

Dice que, por ejemplo, muchas veces, la planificación de decisiones dependió mucho de los resultados de encuestas sobre el tránsito, que “son caros de obtener y, en ocasiones, cuestionables”. Entonces, las tecnologías emergentes que está recolectando la SSTI (como “trip-making data”, o datos de viaje, seleccionados de los servicios que suman la información de vehículos con GPS habilitado, aparatos de navegación e incluso apps de smartphones) son una alternativa seductora. “Estos datos nuevos ofrecen mejor información a un costo inferior, y preparan a organismos, planificadores y DOT estatales para tomar mejores decisiones”, dice Cotter.

El Instituto Lincoln se asoció con la SSTI en 2017 para un proyecto, “Connecting Sacramento”, junto con varias entidades y partes interesadas del sector público y privado. Esto dio como resultado un estudio que catalizó gran parte de las últimas labores de la SSTI con el fin de evaluar cómo las nuevas fuentes de datos y las nuevas herramientas para entenderlos pueden ayudar a mejorar las políticas de transporte.

La investigación de Sacramento incluyó un caso de estudio sobre los trayectos a pie desde y hacia una estación de tránsito en particular. La SSTI trabajó con StreetLight Data, una empresa emergente de análisis del tráfico que elaboró métodos de evaluación de señales de GPS con aprendizaje automático para distinguir conductas de viajes a pie y en bicicleta. Sundquist dice que, a veces, ambos métodos de viaje “fueron tratados con displicencia” en las labores de planificación, justamente “porque son muy difíciles de medir”. Entonces, si se agrega esta información nueva a otros datos de transporte y uso del suelo, puede haber nuevos descubrimientos. En este caso, los datos señalaron un porcentaje inesperadamente alto de viajes a pie entre la estación de tránsito y un centro particular de edificios de oficinas. Esto sorprendió, dado que los edificios no solo tenían mucho lugar de estacionamiento, sino que además solo había una forma de acceder a pie: cruzando la autopista. El estudio afirmó que, en vistas de este descubrimiento, corregir o agregar puntos de acceso podría mejorar la condición de quienes viajan hacia el trabajo y alentar a que se sumen más personas.

Por supuesto, este tipo de análisis puede estar a kilómetros de las realidades que vive un departamento de transporte estatal. Pero los programas tales como el sistema de puntaje Smart Scale de Virginia sugieren a qué puede llevar el análisis de macrodatos. Si se sigue mejorando en la recolección y el análisis de datos, deberíamos poder evaluar mejor el impacto de un determinado proyecto, compararlo mejor con lo que se predijo y adaptarlo para el futuro.

El cliché de “lo que se mide, se controla” a veces se usa incorrectamente para afirmar que lo que no se mide (o no se puede medir) tampoco se puede controlar, o no hace falta controlarlo. Pero, tal como afirma Sundquist, estas nuevas formas de datos y análisis sobre el transporte se pueden ver como una oportunidad. Pueden revelar información práctica factible. Y también pueden ayudar a los planificadores, administradores de transporte y otras personas a pensar con creatividad sobre qué desearían medir después.

 


 

Rob Walker (robwalker.net) es periodista; escribe sobre diseño, tecnología y otros temas. Su libro The Art of Noticing (El arte de darse cuenta) se publicará en mayo de 2019.

Imagen: Uno de los mapas de “Connecting Sacramento”, un proyecto ejecutado por State Smart Transportation Initiative con socios como el Instituto Lincoln. El estudio evaluó cómo las herramientas nuevas y los datos pueden ayudar a mejorar la política de transporte. Crédito: State Smart Transportation Initiative

Mensaje del presidente

Construir las ciudades que necesitamos
Por George W. McCarthy, Abril 30, 2019

 

Hacia 2050, el 70 por ciento del planeta será urbano: se sumarán unos dos mil millones de residentes a las ciudades de todo el mundo. Si consideramos la historia y el futuro de estas áreas, nuestro desafío más importante podría ser redesarrollar territorio que ya está en uso u ocupado. Mantener, gestionar y expandir una ciudad donde los edificios y las personas ya están arraigados es mucho más difícil que crear una desde cero. El lugar y el modo en que ubiquemos a la población nueva allanarán el camino de las viviendas para el resto del milenio. En este siglo urbano, debemos encontrar formas de construir las ciudades que necesitamos.

El crecimiento urbano del futuro no se dará en las megaciudades. Todo parece indicar que, en 30 lugares con más de 10 millones de residentes, el crecimiento demográfico se está estabilizando. Las ciudades con crecimiento más acelerado son las que hoy tienen entre 100.000 y un millón de habitantes. Estas ciudades no tienen ni tendrán la capacidad de gestionar el crecimiento. ¿Cómo pagarán la infraestructura (carreteras, puentes, gasoductos, etc.) para duplicar o triplicar su tamaño? ¿Se atorarán con desarrollos no planificados que sumarán a las mil millones de personas que ya viven sin servicios públicos?

Más allá de los desafíos logísticos y económicos, hay otra preocupación, relacionada con la identidad de las ciudades. ¿Cuánto nos importa la relación entre las personas y su lugar? ¿Estamos listos para conservar la “personalidad” y proteger la integridad de las ciudades y las personas que viven en ellas? ¿Nos podremos dar el lujo de renunciar a la conveniencia a cambio de la individualidad? Si aceptamos que la mayoría de las ciudades en todo el mundo no tienen los recursos para planificar y gestionar su propio crecimiento futuro, entonces concedemos el diseño y la forma de las ciudades futuras a las fuerzas del mercado. Esto augura un futuro de monotonía urbana, una distopía tomada de Le Corbusier: todas las ciudades parecerán bosques de “torres en el parque”, convenientes y desalmadas.

Si se pueden tomar como referencia las labores recientes e históricas para redesarrollar los vecindarios urbanos, los residentes urbanos podrían no aceptar las soluciones convenientes tan fácilmente. En Dharavi, un barrio de Bombay que se hizo famoso por la película ¿Quién quiere ser millonario?, 700.000 personas viven en una superficie de menos de 2,5 kilómetros cuadrados. En 2006, un grupo de interés decidió construir edificios altos para “mejorar” las condiciones de vida de miles de personas que vivían en el asentamiento informal e intentaron convencerlos de que se mudaran allí. A pesar de que ofrecieron conexión de agua corriente, techos seguros y beneficios similares, este grupo se sorprendió al ver que pocos lo aceptaban. Se quedaron perplejos porque nadie quería irse para ocupar viviendas modernas. Pero no habían hecho la tarea: Dharavi produce alrededor del 25 por ciento del producto interno bruto de Bombay. Los residentes no solo vivían ahí, sino que trabajaban ahí. No estaban dispuestos a cambiar su sustento y su techo por un techo nuevo, aunque fuera mucho mejor. 

Todavía se está planificando cómo desarrollar Dharavi, ubicado en el territorio más valioso de Bombay. Los residentes pobres tendrán problemas para protegerse del poder inexorable del mercado. Pero si nos comprometiéramos a defender los derechos e intereses de los residentes, ¿podríamos imaginar un futuro centrado no en edificios altos, sino en un uso del suelo más creativo que ofrezca un techo y promueva el empleo? ¿Qué se necesitará? ¿Dónde podemos buscar buenos ejemplos de redesarrollos con buenos resultados?

En la historia de Estados Unidos no abundan los ejemplos exitosos de redesarrollo urbano. Los primeros intentos de desmantelar asentamientos informales mediante la construcción de viviendas públicas guardan una similitud inquietante con las labores de Bombay. Irónicamente, la construcción de viviendas públicas no fue una estrategia de viviendas. El Congreso la aprobó como una estrategia de empleo, diseñada para volver a emplear mano de obra de construcción durante la Gran Depresión. 

Durante la posguerra, el gobierno federal delegó el redesarrollo a las autoridades locales con la Renovación Urbana. Un caso famoso fue el del redesarrollo de West End, en Boston, a mediados de la década de 1950. La ciudad hizo uso (correcto o incorrecto) de la expropiación y obtuvo cientos de viviendas que pertenecían a familias blancas de clase media, con la excusa de que estaban en malas condiciones y de que era necesario “hacer un mayor y mejor uso de estas”. Los residentes del vecindario intentaron detener el proceso mediante organizaciones locales, protestas y juicios. Pero no lo lograron. El barrio fue sustituido por un desarrollo impulsado por el mercado. Según la Fundación para la Preservación Histórica, hacia 1964 se perdieron más de 18.000 edificios históricos de Estados Unidos por renovaciones urbanas.

Cuando el desarrollador Robert Moses propuso una carretera transurbana que pasaría por Greenwich Village, Jane Jacobs, activista y escritora, aprovechando la experiencia de Boston y la demolición de la Estación Pensilvania original de Nueva York, una “mejora” contra la cual ella había protestado, organizó a otras personas para evitar la destrucción al por mayor del tejido urbano de la Ciudad de Nueva York. Jacobs marcó el inicio de un enfoque con múltiples frentes en oposición a la planificación abusiva, centralizada y vertical. La resistencia organizada fue el primer frente; el armado de coaliciones, el segundo; pero lo que creó el marco para que cientos de otras personas defendieran su ciudad fue la política de uso del suelo.

Las coaliciones de Jacobs reclutaban a amas de casa de Nueva York y a aliadas poderosas, como Eleanor Roosevelt y Lady Bird Johnson, quienes no solo pensaban que la renovación urbana tenía un costo humano intolerable, sino que también lloraban la pérdida de la cultura y la historia. Movilizar a otros nos puede ayudar a proteger la historia y la cultura urbanas. Incluir a aliados poderosos ayuda aun más. Pero para poder potenciar nuestras labores, necesitamos herramientas más poderosas: políticas que impidan lo que queremos impedir y promuevan lo que queremos promover. Necesitamos zanahorias y palos.

La Ley Nacional para la Conservación Histórica (NHPA, por su sigla en inglés), sancionada en 1966 por el presidente Johnson, fue el palo que exigía revisar las estructuras históricas antes de demolerlas para redesarrollar vecindarios. El Crédito Fiscal Histórico, promulgado en 1978, fue la zanahoria. Dado que redesarrollar edificios históricos y adaptarlos para nuevos usos podría ser más caro, el crédito fiscal endulzó la idea: se pagaba por el bien público que se conservaba con las estructuras históricas y lograba que el redesarrollo fuera asequible. Treinta y cinco estados imitaron estos pasos con sus propios programas de crédito fiscal histórico para complementar la financiación federal. Así, comenzó la recuperación de las ciudades de Estados Unidos. Según la Fundación para la Preservación Histórica, entre 1981 y 2015 se invirtieron más de US$ 120.000 millones en la reutilización de edificios para adaptarlos. 

¿Cuáles son los desafíos de hoy para el redesarrollo urbano? Uno es la perseverancia de la planificación para hacer un “mayor y mejor uso”. En una charla que di el año pasado en Cantón, China, los planificadores no podían concebir por qué se pensó que Jacobs ganó al evitar que se construyera una carretera a lo largo del sur de Manhattan. Argumentaban que el trabajo de un planificador es alcanzar el mayor y mejor uso, y no mantener intactos los edificios y vecindarios antiguos. La planificación vertical aplicada a objetivos estrechos es una garantía casi segura de que se replicarán los resultados de la renovación urbana, a costa de la cultura y la historia.

Todas las comunidades urbanas corren el riesgo de ser desplazadas por un segundo desafío, más importante, y un nuevo villano sin rostro: el capital global capturará inmuebles en ciudades de todo el mundo y los hará menos habitables y menos asequibles. A pesar de la crisis económica mundial de 2008, se considera que los bienes inmuebles urbanos aseguran el capital, en especial en lugares con moneda estable, como Estados Unidos. Según CNBC, durante los 12 meses anteriores a marzo de 2017, los inversores extranjeros compraron 284.455 viviendas de Estados Unidos y gastaron más de US$ 150.000 millones. Según Statistica, el 52 por ciento de las adquisiciones extranjeras de bienes inmuebles se dan en los suburbios, mientras que el 27 por ciento se da en ciudades centrales. En algunas ciudades, más del 20 por ciento del total de inversión en bienes inmuebles proviene del extranjero. La inversión mundial también incluye el capital local, y no solo fluye hacia destinos dentro de Estados Unidos, sino también hacia ciudades en crecimiento de todo el mundo. Este capital distorsiona los mercados inmobiliarios y hace que las personas que viven en las zonas urbanas no puedan costearlas, desde California hasta China. También distorsiona los mercados de oferta y determina lo que se construirá de acuerdo con los gustos de los residentes temporales y los especuladores.

¿Qué se puede hacer? ¿Qué haría Jacobs? Estoy seguro de que ella movilizaría a los residentes locales para que exigieran el poder sobre el control del suelo, y enseñaría sobre las consecuencias de tratar a las viviendas como un producto básico comercializable. Parte de la movilización es atraer más interesados al mapa. Sin duda, ella usaría herramientas nuevas para involucrar a los ciudadanos en la planificación urbana, como las que ayudaron a construir el plan Detroit Future City. Los planificadores de Detroit usaron de todo, desde juegos en línea hasta visualizaciones de datos, y obtuvieron la opinión de más de 100.000 residentes.

Para potenciar la labor, ella necesitaría nuevas herramientas de políticas de suelo, palos y zanahorias, para motivar a los desarrolladores a que construyan las ciudades que los ciudadanos necesitan, y no los bienes inmuebles que los inversores desean. Algunos palos pueden ser recargos para inversiones extranjeras, como los que se implementaron recientemente en Vancouver y Toronto. También pueden tomar forma de tributos inmobiliarios mucho más altos combinados con exenciones de viviendas muy altas, con el objetivo de aumentar el costo de posesión en las propiedades cuyos dueños no son los residentes. Se podría proteger a los edificios de la especulación con medios como fideicomisos de suelo comunitarios. Una zanahoria puede ser aprobar desarrollos adicionales mediante bonos de densidad para los desarrollos que conserven la personalidad urbana, lo cual ofrecerá a los residentes la oportunidad de vivir y trabajar cerca. Y también debería ser una zanahoria incluir subsidios para motivar a los desarrolladores a construir los desarrollos correctos, que apoyen a los residentes y su sustento para conservar la personalidad de la ciudad.

Como sociedad, hemos cometido muchos errores, y los seguimos cometiendo. Pero quienes queremos ayudar a crear ciudades más sustentables y equitativas debemos hacer dos cosas: encontrar formas más efectivas de involucrar y movilizar a las personas, y encontrar las políticas para trabajar a escala. Es hora de preguntarse: “¿Qué haría Jane Jacobs?” Si bien no siempre acertó en todo, nos obligó a encontrar formas creativas de lograr que las ciudades funcionen y, al mismo tiempo, conservar la cultura y la historia. Ciudades más acogedoras, que puedan ofrecer un techo y empleo. Ciudades que faciliten la interacción social, no solo el comercio. Son pretensiones grandes, pero que debemos aspirar a alcanzar. Esto es crucial si queremos sobrevivir a este siglo urbano.

 


 

Fotografía: En Dharavi, un barrio de Bombay, India, de 2,5 kilómetros cuadrados y 700.000 habitantes, hubo tensión entre las “mejoras” diseñadas de forma externa y las necesidades reales de los residentes. Crédito: Flickr/Adam Cohn