Topic: Medio ambiente

Un hombre

Biografía

“¿Por qué debo ser quien dé las malas noticias?”
Por William Whitaker, Julio 31, 2019

El siguiente es un extracto de un ensayo más extenso incluido en Design with Nature Now (Proyectar con la naturaleza hoy). El título refiere a la frase introductoria del discurso de Ian McHarg en el primer Día de la Tierra, en 1970.

 

Ian McHarg (1920–2001) nació en Clydebank, Escocia, y creció en los sombríos márgenes de la Revolución Industrial. Su padre, John Lennox McHarg, comenzó su vida profesional y de casado con la promesa de subir en la escala, como gerente en una empresa fabril. Ambos abuelos eran carreteros que trabajaban transportando barriles de whisky y productos blandos tras yuntas de caballos Clydesdale. La crisis económica de los 30 pasó factura tanto en la familia como en la ciudad. El tiempo que McHarg pasó cuidando el jardín de la familia junto a su madre, Harriet Bain, trabajando la tierra codo a codo, debió haber despertado su curiosidad por la naturaleza y los paisajes más extensos. Las caminatas del joven Ian desde la gravilla urbana de Glasgow hasta la idílica campiña de Kilpatrick Hills formaron contrapuntos persistentes en el desarrollo de su adolescencia.1

A los dieciséis, McHarg decidió ser arquitecto paisajista y abandonó la secundaria para ser aprendiz formal de Donald Wintersgill, jefe de operaciones de diseño y construcción en Austin and McAlsan, Ltd., líderes en comercio de viveros y semillas en Escocia. Luchó en el ejército inglés en la Segunda Guerra Mundial (1938 a 1946), con una batalla sangrienta durante la invasión de Italia, por lo cual demoró en finalizar su capacitación. Sin embargo, fue en esos días que el “gamberro . . . larguirucho” provinciano desarrolló una sólida confianza en sí mismo y valor.2 También marchó por las ruinas romanas de Cartago, Paestum, Herculano, Pompeya, Roma y Atenas, y por toda Grecia, y volvió a Escocia siendo un hombre de mundo. Luego de la guerra, McHarg continuó el aprendizaje en la Universidad de Harvard, y completó una licenciatura antes de recibir los títulos de maestría en arquitectura paisajística y planificación de ciudades. Complementó los cursos obligatorios con clases sobre gobierno y economía, que tuvieron un efecto duradero en su modo de pensar. McHarg recordaba que en Harvard, la arquitectura moderna era “una cruzada . . . una religión. Estábamos salvados; por lo tanto, debíamos salvar al mundo”.3 Había regresado a Escocia en el verano de 1950 con la convicción de un reformista, pero debió luchar por su vida contra la tuberculosis, y sus perspectivas profesionales disminuyeron. Tras cuatro años en el Servicio Civil Escocés, involucrado en planificar viviendas y pueblos en la posguerra, McHarg empacó y navegó hacia América.

La Filadelfia a la que llegó los primeros días de septiembre de 1954 pensaba mucho en el futuro. Los reformistas de la posguerra habían organizado la exhibición Better Philadelphia en otoño de 1947 para presentar las virtudes de la planificación urbana y regional mediante una serie de exhibidores deslumbrantes y cautivadores instalados en dos pisos del gran almacén Gimbels. Las ideas nuevas para revitalizar la ciudad se enfocaron con mayor sensibilidad en la renovación urbana e incorporaron el tejido histórico y la escala humana. Architectural Forum llamó a este enfoque “la cura de Filadelfia”, una versión de limpiar los asentamientos informales con “penicilina, en vez de cirugía”, que presentaba obras del arquitecto Louis Kahn para ilustrar desarrollos recientes.4 La exhibición recibió la visita de trescientos mil ciudadanos, y las labores de los organizadores rindieron sus frutos en los mandatos reformistas de los alcaldes Joseph Clark y Richardson Dilworth. Ambos políticos apoyaron a Edmund Bacon, quien fue director ejecutivo de la Comisión de Planificación de la Ciudad de Filadelfia (PCPC, Philadelphia City Planning Commission) entre 1949 y 1970. Bajo su mando, Filadelfia fue muy reconocida por su planificación creativa de la ciudad, y el vínculo estrecho de Bacon con los arquitectos sugería que el campo tendría un papel importante en el futuro de la ciudad. G. Holmes Perkins, entonces presidente de la PCPC y decano en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Pensilvania, ayudó a fijar el clima de éxito.5

Mientras tanto, en la Universidad, Perkins trabajaba para deshacerse de los vestigios de formalidad de Beaux Arts, pero no toda la relación con City Beautiful. La escuela era un entorno enérgico, comprometido con la ciudad, con un cuerpo docente dinámico en arquitectura y planificación de ciudades. En rasgos generales, los profesores coincidían en la noción de que un edificio, en su diseño, se debería considerar como un elemento integral en un contexto más amplio, y que el papel del diseñador era, en parte, interpretar cómo un edificio debía relacionarse con los “patrones” que lo rodeaban y aumentarlos. . . .

Mientras que la preocupación por las ciudades dio forma a las prioridades de fundación en los 50, la gran inquietud por la degradación medioambiental, marcada por el libro Silent Spring (Primavera silenciosa), escrito por Rachel Carson en 1962, afiló las prioridades de mediados de los 60. La “Nueva Frontera” del presidente John F. Kennedy y el pedido de “una nueva conservación” del presidente Lyndon B. Johnson catalizaron las labores a nivel nacional. . . . La ecología se convirtió en el foco central de McHarg, una lente por la cual pudo realizar una valoración y evaluación cabal del medioambiente. Los problemas en el taller y las comisiones profesionales eran los medios principales para probar ideas y desarrollar el método y las técnicas necesarios para promover el enfoque ecológico en la arquitectura paisajística. Las grandes cuencas de los ríos Potomac y Delaware se convirtieron en regiones ideales para estudiar; sus límites fueron definidos por fuerzas ecológicas, más que por divisiones políticas. Hacia 1966, McHarg había logrado reunir un equipo de ecologistas, científicos, abogados ambientales y diseñadores . . . y estaba dando forma a un programa expansivo de manera activa.6

 


 

William Whitaker es curador de Archivos Arquitectónicos en la Escuela de Diseño Stuart Weitzman de la Universidad de Pensilvania. Es coautor (junto con George Marcus) de The Houses of Louis I. Kahn (Las casas de Louis I. Kahn), y en 2014 recibió el Premio Literario de Ateneode Filadelfia.

Fotografía: Ian McHarg en Portugal, julio de 1967. Crédito: Pauline McHarg, Colección Ian and Carol McHarg, Archivos Arquitectónicos, Universidad de Pensilvania.

 


 

Notas

1 Para acceder al relato de McHarg sobre su juventud y educación, ver Ian L. McHarg, Design with Nature (Garden City, NY: Doubleday/Natural History Press, 1969); e Ian L. McHarg, A Quest for Life (Una misión por la vida, Nueva York: John Wiley, 1996). El registro oficial de nacimiento de McHarg indica que sus nombres de pila son “John Lennox”, al igual que su padre. La familia debe haber comenzado a usar la variación galesa “Ian” a temprana edad. Extracto de entrada del Registro de Nacimientos de Escocia, obtenido por el autor en la Oficina del Registro General de Escocia en agosto de 2018.

2 McHarg, Quest for Life, 63–64.

3 Íd., 77.

4 “The Philadelphia Cure: Clearing Slums with Penicillin, not Surgery”, Architectural Forum 96, n.º 4 (abril de 1952): 112–119.

5 Thomas Hine, “[Philadelphia] Influence in Architecture on the Decline”, Philadelphia Inquirer, 7 de septiembre de 1980, M1–2.

6 Ian L. McHarg, “An Ecological Method for Landscape Architecture”, Landscape Architecture 57, n.° 2 (enero de 1967): 105–107.

Un cielo azul claro y claro llena la mitad superior de la imagen y un humedal verde

Proyectos: Cinco temas

De la ciudad de Nueva York a Jining, China, estos proyectos ejemplifican el principio de proyectar con la naturaleza
Editado por Frederick Steiner, Richard Weller, Karen M’Closkey y Billy Fleming, Julio 31, 2019

 

Los proyectos presentados en estas páginas fueron seleccionados para Design with Nature Now (Proyectar para la naturaleza hoy) porque cada uno reduce de algún modo la brecha entre la teoría y la práctica, y abre un horizonte más amplio para el futuro de la arquitectura paisajística.

Para completar el conjunto de 25 proyectos del libro hizo falta un largo proceso colaborativo. Comenzamos pidiendo a colegas de todo el mundo que nominaran proyectos que, según ellos, ejemplificaban y extendían mejor la filosofía y el método de diseño de McHarg. Tras el proceso de nominación obtuvimos una lista de más de 80 proyectos, y después de mucho debate, acordamos cuáles serían los 25 finalistas.

Los proyectos están organizados en cinco temas: Grandes salvajes, Mareas crecientes, Aguas dulces, Tierras tóxicas y Futuros urbanos [cada uno de ellos tiene su representante en este número especial de Land Lines]. Si bien estos temas cubren mucho territorio, al lector le resultará obvio que la colección no representa todos los tipos de trabajo que las profesiones de planificación y arquitectura paisajística ejercen. Hemos incluido proyectos que involucran a sitios extensos y complejos y asuntos socioecológicos urgentes, y que en distintos modos llevan a la realidad lo que se podría llamar el ethos de administración de McHarg.

Sin embargo, cabe mencionar que algunos proyectos muestran las limitaciones en la capacidad de la disciplina por efectivizar cambios a la escala necesaria. Los proyectos mejoran la función social y ecológica a nivel local, pero también podrían ser parte y porción de patrones de desarrollo y proyectos de infraestructura que traen degradación ambiental a otras escalas. Deseamos que la colección completa pudiera incluir una mayor diversidad de proyectos, de una mayor diversidad de lugares. La colección no solo identifica brechas en las áreas temáticas involucradas en la práctica contemporánea, también hay brechas notorias en su geografía. Para resumir, la selección de proyectos es imperfecta, pero nos hemos dado cuenta, y esperamos que el lector también lo haga, de que la colección representa un buen punto de partida.

Grandes salvajes: Malpai Borderlands, Arizona y Nuevo México, EE.UU.

En la bota de Nuevo México y la punta sudeste de Arizona, a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México, hay un lote de 3.238 kilómetros cuadrados, casi ininterrumpido por autopistas o subdivisiones. Malpai Borderlands alberga unas 4.000 especies de plantas, 104 de mamíferos, 327 de aves, 136 de reptiles y anfibios, y la mayor diversidad de especies de abejas en el mundo. En este paisaje biodiverso, el 53 por ciento del área es de propiedad privada y el 47 por ciento es pública. Esta división ha suscitado tensiones entre organismos gubernamentales, ganaderos y ambientalistas.

Lo que diferencia a Malpai Borderlands de otras historias de conflicto sobre conservación es cómo estas tensiones se superaron en gran parte para poder conservar la identidad biológica y cultural del paisaje. Menos de cien familias usan esta gran extensión de tierra para el pastoreo de su ganado. A pesar de que los ambientalistas los detestan desde hace mucho, estas familias ganaderas se han hecho cargo de evitar que el territorio se subdivida y se desarrolle.

A principios de la década de 1990, el sofocamiento de un incendio forestal hizo que el territorio se revirtiera a matorrales dominados por el invasivo árbol mezquite. Este árbol con aspecto de arbusto es malo para el pastoreo y es muy inflamable, lo cual agrega combustible a incendios forestales, que podrían desnudar aún más el territorio. Históricamente, los incendios habían mantenido las malezas a raya, y cuando el 2 de julio de 1991 se inició un incendio, los hacendados rogaron a las autoridades locales que lo dejaran avanzar. No los escucharon. La respuesta de los hacendados involucrados en la administración del paisaje fue formar Malpai Borderlands Group, que logró proteger casi 33.000 hectáreas del desarrollo.

El éxito de Malpai Borderlands Group se puede atribuir tanto a que se fían de la ciencia para ayudar a administrar Malpai como a su compromiso por educar a los demás sobre cómo pueden coexistir el pastoreo y la conservación. Ray Turner, el primer científico de la junta, se especializa en fotografía comparada, un tipo de estudio ecológico que rastrea el origen de fotografías antiguas y toma una nueva en el mismo lugar. Luego, se comparan las especies florales en las fotografías para tener una idea del cambio ecológico en la zona. Turner y otros científicos después de él concluyeron, de forma controversial, que cierta participación de haciendas puede ayudar a preservar la biodiversidad de un territorio.

Créditos del proyecto: Malpai Borderlands Group es una organización sin fines de lucro compuesta por hacendados cuya misión es administrar el ecosistema de casi 404.685 hectáreas de paisaje relativamente poco parcelado. Ver www.malpaiborderlandsgroup.org.

Mareas crecientes: 2050—An Energetic Odyssey, Mar del Norte, Países Bajos

2050—An Energetic Odyssey (2050: Odisea energética), una obra de sumersión que consta principalmente de un video de trece minutos con mapas, diagramas y dibujos, presenta el interrogante: ¿Cómo sería si los Países Bajos y sus vecinos pasaran a producir energía renovable a una escala tan grande como para alcanzar las metas de emisión de carbono de París 2015? 2050—An Energetic Odyssey (la Odisea) no es un plan; es una historia que da al arquitecto paisajista el nuevo papel de incitador. Usa técnicas de visualización de datos para lograr que asuntos complicados sean comprensibles para un cuerpo de votantes amplio y orientado a políticas.

La Odisea concibe 25.000 turbinas eólicas con una cobertura neta de 57.000 kilómetros cuadrados, que permitirían que el 75 por ciento de la energía actual de los países en el Mar del Norte se convierta en energía renovable para 2050. La mayoría de estas turbinas se concentrarían en parques eólicos cerca de la costa de estos países. Sin embargo, hay una excepción notable: un grupo de parques en Dogger Bank, un banco de arena de vital importancia ecológica a más de 50 metros (unas 55 yardas) bajo la superficie, en el medio del Mar del Norte. Para producir la energía necesaria, en Dogger Bank se deberían colocar una isla de construcción y un centro masivo de parques eólicos.

Por lo tanto, el método propuesto de construcción minimizaría el impacto sobre la navegación de los mamíferos marinos y evitaría conflictos con las rutas migratorias de las aves. La zona más cercana a la costa, que las aves usan para orientarse, se dejaría libre siempre que sea posible, y las turbinas eólicas se detendrían temporalmente si los sensores detectaran que se acercan aves. Además, las ubicaciones de los parques se combinarían con nuevas reservas marinas. Por último, el impacto visual de los parques se mitigaría, porque estarían ubicados a más de 19 kilómetros de la costa, a los efectos de que la curvatura de la Tierra reduzca la visibilidad.

Créditos del proyecto: Encargado por la Bienal Internacional de Arquitectura de Róterdam (IABR) en el contexto de IABR—2016—THE NEXT ECONOMY (LA PRÓXIMA ECONOMÍA). Concepto: Maarten Hajer y Dirk Sijmons. Realizado por: Tungstenpro, H+N+S Landscape Architects y Ecofys en asociación con el Ministerio de Asuntos Económicos del reino de los Países Bajos, Shell, Puerto de Róterdam y Van Oord.

Aguas dulces: Weishan Wetland Park, Jining, China

La primera fase de Weishan Wetland Park, en el pueblo de Jining, en la provincia Shandong de China, se completó en 2013. El impulso de este parque de 39 kilómetros cuadrados fue el desarrollo adyacente de un nuevo centro urbano, al sur de la ciudad existente de Weishan, cerca del borde sudeste del gran lago Nansi (también llamado lago Weishan). Este nuevo pueblo sureño acabará por tener 50.000 residentes en una zona que antes era agrícola. Weishan Wetland Park filtrará agua contaminada del futuro desarrollo, y se espera que será el punto fuerte de un programa más amplio de turismo en la región basado en la naturaleza. La cercanía con el lago Nansi, uno de los más grandes y contaminados del país, hace que la función purificadora del parque tenga especial importancia, ya que es parte del ambicioso proyecto chino de Transferencia de Agua Sur-Norte, perturbador a nivel social y ecológico, que redirige agua dulce del río Yangtze, en el sur, a la cuenca más árida del río Amarillo, en el norte.

El plan de ordenamiento territorial se estructura en torno a la creación de cinco zonas: protección central, restauración natural, actividad humana limitada, desarrollo y comunidad del pueblo. Varios tipos de humedales se restauraron o se crearon desde cero, con la intención de atraer distintas especies de aves acuáticas y seducir a turistas. Hay algunos accesos vehiculares al parque, pero gran parte del paseo se puede hacer en pasarelas peatonales elevadas construidas con madera y acero locales reciclados.

Si bien las técnicas de filtración y purificación de agua utilizadas no son novedosas en el campo de la arquitectura paisajística, la escala y la integración en el nuevo pueblo marcan un cambio importante en la consideración del agua, tanto dentro de la provincia Shandong como en China en general. Desde 2015, se crearon 1,3 millones de hectáreas de parques de humedales nuevos, y se restauraron 130.000 hectáreas en toda la provincia.

Ante la rápida urbanización y el cambio climático, China se encuentra en proceso de repensar su infraestructura hídrica. En 2015, la famosa iniciativa “ciudades esponja” del gobierno nacional financió el desarrollo de estanques, piscinas de filtración y calles y espacios públicos permeables en dieciséis ciudades para mejorar la resistencia a inundaciones y sequías.

Créditos del proyecto: Cliente/propietario: Wei Shan Wetland Investment Co. Ltd. Fotografía: AECOM. Equipo de AECOM: Qindong Liang, Lian Tao, Yan Hu, Heng Ju, Yi Lee, Jin Zhou, Enrique Mateo, Xiaodan Daisy Liu, JiRong Gu, Li Zoe Zhang, YinYan Wang, Yan Lucy Jin, Kun Wu, Qijie Huang, Jing Wang, Ming Jiang, Danhua Zhang, Junjun Xu, Shouling Chen, Gufeng Zhao, Benjamin Fisher, FanYe Wang, Shuiming Rao, Changxia Li, Donald Johnson, Agnes Soh. Contratista: Shanghai Machinery Complete Equipment (Group) Co., Ltd. Asesor de humedal: Shandong Environmental Protection Science Design and Research Institute. Asesor de esculturas: UAP.

Tierras tóxicas: Freshkills Park, Nueva York, EE.UU.

El hecho de que el público en general considerara a los pantanos como páramos en los 40 ayudó a determinar la ubicación de vertederos en toda la ciudad de Nueva York. Uno de los ejemplos es el vertedero Fresh Kills. Se inauguró en 1948 como vertedero temporal en Staten Island, a orillas del estuario Fresh Kills. Robert Moses, una figura crucial en la planificación de la ciudad, promovió el vertedero, con la esperanza de recuperar el pantano más adelante para desarrollos inmobiliarios y construir una autovía que conectara Staten Island con Nueva Jersey y Brooklyn.

A pesar de la fuerte oposición, el vertedero de Fresh Kills quedó y se hizo permanente en 1953. Durante su momento de mayor actividad, en los 80, recibió hasta 29.000 toneladas de desechos al día, con un promedio total de 2,8 millones de toneladas al año. Con el tiempo, los cuatro montículos de basura crecieron, de algunos metros sobre el nivel del mar a 69 metros (225 pies) de altura. Hasta que se cerró en 2001, Fresh Kills reinaba por ser el vertedero más grande del mundo.

Entre 2003 y 2006, la firma de diseño James Corner Field Operations y sus asesores trabajaron en la creación de un plan de ordenamiento territorial para el sitio. Cubrir un vertedero y convertirlo en un espacio público abierto no es una práctica nueva, pero crear una ecología viable en una ubicación tan hostil requiere de innovación y experimentación. Primero, el vertedero se cubrió y se instaló la infraestructura para extraer el metano. Luego, dado que no era factible importar la tierra vegetal para cubrir el vasto terreno (que casi triplicaba a Central Park), los diseñadores crearon métodos para desarrollar tierra en el sitio mediante un proceso muy curado de sucesión de plantaciones. Se intentaron, controlaron y ajustaron varias estrategias de plantación.

La creación de Freshkills Park sigue en proceso, y no se espera que se complete antes de 2036. Cuando se haya construido, el parque nuevo ampliará las 1.214 hectáreas existentes del Cinturón Verde de Staten Island, lo conectará con el refugio de vida silvestre William T. David y ofrecerá a la comunidad una amplia variedad de actividades recreativas.

Créditos del proyecto: Líder de proyecto, arquitectura paisajística, diseño urbano: James Corner Field Operations. Equipo de asesores: AKRF; Applied Ecological Services; Arup; Biohabitats, Inc.; BKSK Architects; Brandston Partnership Inc.; Jacobs (ex CH2M Hill); Daniel Frankfurt; Faithful + Gould; Geosyntec; HAKS; Hamilton, Rabinovize & Alschuler; Langan; L’Observatoire International; Philip Habit y Asociados; Project Projects; Rogers Surveying; Sage & Coombe Architects; Richard Lynch (ecologista) y Sanna & Loccisano Architects (facilitadores).

Futuros urbanos: Medellín, Colombia

La ciudad de Medellín padece una desigualdad extrema que se refleja en los tipos de viviendas y el entorno construido más amplio en la sección del valle de la ciudad. Los ricos tienden a vivir en los enclaves centrales y cuentan con buenos servicios, mientras que los pobres viven en las empinadas laderas periféricas, en asentamientos autoconstruidos. Desde 2003, Medellín se ha sometido a una transformación urbana de reconocimiento internacional, que coincide con la restauración de la paz en la ciudad, que alguna vez fue la más peligrosa del mundo.

En 2004, empezó a vincular rápidamente lo que reconocía como “nodos de desarrollo” en algunos de los vecindarios más pobres (bibliotecas, escuelas y espacios públicos) con transporte público. Construyó teleféricos, escaleras mecánicas y puentes sobre barrancos pronunciados para conectar esos vecindarios con el sistema de tránsito metropolitano de la ciudad. También se construyeron proyectos de espacio público para dar más vida al río entubado. El plan de ordenamiento territorial de Parques del Río en Medellín es una secuencia lineal de espacios públicos a lo largo del río que corta en dos la ciudad, y es donde se encuentran los elementos formales más antiguos. Para construir la primera fase del parque, hubo que enterrar una sección de la autopista bajo el parque nuevo, y se construyeron puentes para cruzar el río y conectar las dos partes de lo que antes era una ciudad dividida.

Estos proyectos son fruto de un cambio filosófico y práctico en la planificación, que se describió por primera vez en 1998 en el Plan de Ordenamiento Territorial, un documento de la ciudad que se construyó sobre la base de labores existentes de las Naciones Unidas para ofrecer servicios básicos a las comunidades informales, o comunas, de la periferia urbana. Este documento se sigue usando y se actualizó en 2017, con el aporte de un enfoque adicional en la sustentabilidad, la posibilidad de caminar, la accesibilidad y la revitalización del centro urbano. A nivel práctico y simbólico, los residentes más pobres pudieron conectarse con la ciudad, y con la urbanidad y los servicios que esta promete a los ciudadanos.

Si bien Medellín ha logrado ofrecer servicios a asentamientos informales de la periferia, el asunto de cómo estos surgen y si se puede planificar su crecimiento también es importante para las millones de personas que se espera que migren hacia las ciudades, que se urbanizan velozmente, en este siglo. Un documento importante de planificación que habla sobre este problema más grave es el Plan BIO 2030, que se completó hace poco. Se trata de un plan estratégico para estructurar el crecimiento futuro mediante la cooperación entre los diez municipios del Valle de Aburrá. Fue elaborado por organismos gubernamentales junto con Urbam, el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de la Universidad EAFIT de Medellín, una organización liderada por Alejandro Echeverri. Este plan cabal documenta la geología, hidrología, ecología y fragmentación de todo el valle y utiliza estas capas como base para ofrecer diseños detallados para distintos desarrollos. De modo similar, los profesores de arquitectura paisajística y diseño urbano David Gouverneur y Christian Werthmann, entre otros, están desarrollando, junto con los estudiantes, proyectos relacionados con los desafíos sociales, ecológicos y políticos de diseñar asentamientos informales. El enfoque Informal Armature, de Gouverneur, ofrece un marco para vecindarios autoconstruidos, antes de ocupar la tierra, y el equipo de Werthmann, que se basa en el trabajo de Urbam EAFIT, ofrece técnicas detalladas de construcción para minimizar los riesgos, como terremotos y derrumbes, y maximizar el acceso a la infraestructura básica.

Créditos del proyecto: Director del Plan Medellín, Valle de Aburrá. Un sueño que juntos podemos alcanzar. Medellín: Alcaldía de Medellín, Área Metropolitana del Valle de Aburrá y Urbam EAFIT, http://www.eafit.edu.co/centros/urbam/articulos-publicaciones/Paginas/bio-2030-publicacion.aspx. Parques del Río en Medellín: Diseño arquitectónico: Sebastián Monsalve, Juan David Hoyos. Equipo de diseño: Osman Marín, Luis Alejandro Jiménez, Andrés Santiago Fajardo, Sebastián González, Juan Diego Martínez, María Clara Trujillo, Alejandro Vargas, Carolina Zuluaga, Daniel Zuluaga, Sara París, Daniel Beltrán, Daniel Felipe Zuluaga, David Castañeda, Alejandro López, David Mesa, Andrés Velásquez, Juan Camilo Solís, Melissa Ortega, D. David Hernández del Valle. Diseño del paisaje: Nicolás Hermelín. Fotografía: Alejandro Arango Escobar, Sebastián González Bolívar. Equipo de ingeniería: Consorcio EDL. Equipo de constructores: Guinovart Obras y Servicios Hispania S.A. Grupo OHL Construcción. Equipo de supervisión de construcción: El Consorcio integral—Interdiseños. Equipo de auditoría de diseño: Bateman Ingeniería S.A. Ayuntamiento de Medellín: Aníbal Gaviria. Director del Departamento Administrativo de Planeación de Medellín: Jorge Alberto Pérez Jaramillo. Administración de Parques del Río en Medellín: Antonio Vargas del Valle.

Equipo del proyecto Shifting Ground / Medellín: Instituto de Arquitectura Paisajística, Leibniz Universität; Hannover: Christian Werthmann, Joseph Claghorn, Nicholas Bonard, Florian Depenbrock, Mariam Farhat; Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (Urbam) / LA Universidad EAFIT (Escuela de Administración, Finanzas e Instituto Tecnológico): Alejandro Echeverri, Francesco María Orsini, Juan Sebastián Bustamante Fernández, Ana Elvira Vélez Villa, Isabel Basombrío, Diana Marcela Rincón Buitrago, Juan Pablo Ospina, Anna Manea, Daniela Duque, Ángela Duque, Simón Abad, Lina Rojas, Maya Ward-Karet, Santiago Orbea Cevallos; Escuela Superior de Diseño en Harvard: Aisling O’Carroll, Conor O’Shea. Autoridad contratista: Autoridad de Planificación Municipal de la Ciudad de Medellín. Socios cooperadores: Fundación CIPAV, Fundación Sumapaz, Aníbal Gaviria Correa, Jorge Pérez Jaramillo, Juan Manuel Patino M., Paola Andrea López P., Sergio Mario Jaramillo V., David Emilio Restrepo C., Mario Flores, John Cuartas, María Alejandra Rodríguez N. Especialista de proyecto participante: Eva Hacker, bioingeniería del suelo; Marco Gamboa, geología; Michel Hermelin, geología; Iván Rendon, sociología; Tatiana Zuluaga, planificación urbana. Duración: 2011 a hoy.

 


 

Fotografía: Vista de la pasarela que atraviesa Weishan Wetland Park. Crédito: AECOM.

Portada completa en blanco y negro del libro Design with Nature de Ian L. McHarg. La cubierta posterior muestra el planeta Tierra desde el espacio sin tipo

Introducción

Proyectar en el Antropoceno
Por Richard Weller, Karen M’Closkey, Billy Fleming y Frederick Steiner, Julio 31, 2019

 

En 1969, Ian L. McHarg, profesor de planificación y arquitectura paisajística de la Universidad de Pensilvania, publicó un manifiesto llamado Design with Nature (Proyectar con la naturaleza). Este se tradujo al chino, el francés, el italiano, el japonés y el español, y hoy se sigue imprimiendo. Podría decirse que es el libro más importante producido por las profesiones de diseño en el s. XX. Design with Nature no solo capturó el espíritu de fines de la década del 60 al condenar la expansión del urbanismo y la degradación ambiental de la civilización moderna, o al menos de América del Norte; fue más allá que muchos otros y propuso un método práctico para hacer algo al respecto.

McHarg utilizó herramientas digitales rudimentarias y minuciosos dibujos analógicos y, junto con sus estudiantes y colegas de la Universidad, desarrolló un método para superponer mapas con las características biofísicas de determinado lugar y tomar decisiones acerca del futuro uso del suelo. El método, que incluía un poco de ciencia y un poco de sentido común, ofrecía una base empírica, racional y ostensiblemente objetiva para decidir qué suelo era el más adecuado para cada finalidad. Por ejemplo, granjas en suelo bueno aquí, tierras altas boscosas por suministro de agua allí y, por supuesto, viviendas fuera de zonas inundables y detrás de dunas costeras.

A lo largo de la historia, las culturas se marchitaron o prosperaron según el modo en que vivían con el suelo y el agua o, como dijo McHarg, según cómo proyectaban con la naturaleza. Para las culturas sintonizadas mediante la experiencia con las condiciones específicas de su paisaje, proyectar con la naturaleza se convierte en una especie de tradición. En este sentido, la filosofía de diseño de McHarg no es nada nuevo. Pero sí lo es su defensa de la ecología como base del diseño y su aplicación a la ciudad moderna. Por lo tanto, su gran logro fue crear un método simple y universal para evaluar la ciencia ambiental y luego incorporarla a los procesos de toma de decisiones en el desarrollo moderno. Cuando este método se aplicaba bien, ofrecía una forma de guiar y fundamentar decisiones de diseño, en especial las que limitaban el alcance y la escala de desarrollos que, de no ser por ellas, se expandirían aun más.

Sin embargo, Design with Nature es más que un manual para el uso del suelo. Se eleva desde la geología hasta la cosmología, parte del cristianismo hasta el budismo, e intercala especulaciones sobre entropía y evolución para llegar a una teoría unificadora de diseño. Según McHarg, proyectar con la naturaleza significaba que la humanidad se encajara en el ambiente de forma intencional y benigna. Esta idea de encajar se inspiró en la ciencia ecológica más avanzada de su época, y fluyó de la creencia de que los sistemas culturales y naturales podrían coexistir en armonía, en equilibrio, si cada parte estuviese en su lugar correcto. Para él, no se trataba solo de determinismo biológico en acción; era el arte más elevado.

La visión de McHarg, al igual que la de su mentor, el gran polímata Lewis Mumford, y antes de este, Patrick Geddes, era que al vivir con en vez de contra las fuerzas y flujos más poderosos del mundo natural, la humanidad adquiriría un sentido biocéntrico de pertenencia. Y, en el sentido más profundo, esto reemplazaría a las teologías Abrahámicas y la cultura capitalista de consumo, que él consideraba responsables de las crisis ambientales de los 60.

Según McHarg, la gran promesa de la cultura occidental era una síntesis de las ciencias y las artes que todavía no se aplicaban al modo en que habitamos el suelo, y la profesión de la arquitectura paisajística era la que podría dirigir a la sociedad en este proceso evolutivo. Hasta hoy, al menos en la teoría, si no en la práctica, esta sigue siendo la primera razón de ser de dicho campo. 

Para el 50.º aniversario de la publicación de Design with Nature, con este nuevo libro y las exposiciones y la conferencia relacionadas, nos preguntamos: ¿cómo sería proyectar con la naturaleza hoy? Al ser profesores en la escuela a la cual McHarg dedicó su vida, sentimos la responsabilidad particular de explorar estas preguntas en este momento y desde este lugar. Si bien el presagio de McHarg justifica una celebración, al marcar el 50.º aniversario de su obra magna, nuestra intención no es hagiográfica. Por el contrario, consideramos que nuestra responsabilidad y la finalidad de este volumen es un discurso constructivo y crítico; preguntarnos cómo evolucionó el ethos de proyectar con la naturaleza en este medio siglo y especular acerca de las expectativas de los próximos cincuenta años.

Por un lado, McHarg acudía a la Naturaleza como máxima autoridad y, por otro, la reducía a interpretación mediante positivismo basado en datos. Así, siempre se metería en problemas filosóficos y provocaría críticas. De hecho, gran parte de lo que ocurrió en la arquitectura paisajística en los últimos cincuenta años se puede interpretar como una adhesión o una crítica a su filosofía y su método. Si McHarg hubiese titulado su libro Proyectar con el paisaje en vez de Proyectar con la naturaleza, y si hubiese ofrecido advertencias sobre las limitaciones de su método para informar la creatividad y la ingenuidad humanas, entonces las acusaciones de soberbia y tosquedad que se le atribuyeron periódicamente se podrían haber evitado en gran medida. Pero en su apuro por cambiar el campo e incluso por cambiar el mundo, McHarg omitió algunos de esos detalles cruciales.

Sin embargo, el hecho de que haya provocado debates es una gran parte de su persistente importancia. Si bien estos debates pudieron haber amenazado con dividir la profesión entre “los diseñadores” y “los planificadores”, hoy podemos ver una profesión que maduró a nivel intelectual a partir de estas tensiones. Vemos una profesión diversificada en las prácticas, pero unida en el sentido de finalidad ecológica y artística. Vemos una profesión equipada con una serie de técnicas de diseño que construyen sobre la base del método antes mencionado de McHarg para analizar la idoneidad de un paisaje, en vez de obviarlo. Y sí, además todavía vemos la brecha entre la grandilocuencia de McHarg y la práctica diaria; brecha que, hasta cierto punto, siempre debe existir entre lo ideal y lo real. Sin las diferencias entre la teoría y la práctica de diseñar con la naturaleza, la arquitectura paisajística no tendría más lugar para crecer o evolucionar. . . .

Cualquiera que lo haya conocido o haya participado en una de sus clases podría dar fe de que McHarg fue un personaje inolvidable, un hombre tan apasionado como erudito. Ian McHarg falleció en 2001 y completó su obra mucho antes de que las expresiones “cambio climático” y “el Antropoceno” se convirtieran en preocupaciones centrales de la sociedad. La realidad ambiental que estos términos representan hoy, los debates y las ansiedades que suscitan y las crecientes exigencias de tomar medidas por el cambio climático logran que el llamamiento profético de McHarg a proyectar con la naturaleza sea más pertinente que nunca. Paul Crutzen, el científico atmosférico a quien se suele atribuir la primera declaración de que estamos en la era del Antropoceno, describió que su advenimiento comenzó con la Revolución Industrial y se aceleró radicalmente después de 1945. En 2011, Crutzen argumentó junto con sus colegas Will Steffen y John McNeill que deberíamos empezar a pasar a un nuevo período en el que “defendamos la tierra”.1 Por supuesto, ese era el mensaje esencial de Design with Nature unos cincuenta años antes. En este sentido, la profesión de arquitectura paisajística ha estado a la vanguardia de una revolución cultural más amplia que hoy madura en el contexto del Antropoceno. Sin embargo, eso no quiere decir que la profesión haya cumplido con el mandato de McHarg de liderar la administración ambiental global. Afirmar eso sería absurdo. Más bien, casi no podría decirse que hoy el mundo está mejor a nivel medioambiental que cuando se publicó Design with Nature por primera vez. Por el contrario, el comienzo del Antropoceno marca lo opuesto. Nos zambullimos de cabeza en una era de cambio ambiental global a una escala y un ritmo inauditos. Cómo aprendemos a vivir con ese cambio es el desafío principal para los próximos cincuenta años del diseño. En la obra que hemos compilado aquí hay pruebas reales sobre cómo podemos, mediante el diseño, sintonizar mejor nuestras ciudades y su infraestructura con las fuerzas y los flujos del sistema terráqueo. El hecho de que dichos proyectos son la excepción y no la regla no hace más que subrayar su importancia como emblemas de un cambio histórico más extendido que aún no ha ocurrido.

El s. XXI está marcado por el hecho de que la humanidad ha modificado directa o indirectamente cada hábitat del planeta, y en gran medida de forma nociva. Con las consecuencias involuntarias del calentamiento global, la extinción de especies y el agotamiento de recursos, hoy es posible que nuestro éxito extraordinario como especie pueda convertirse también en nuestra desaparición. El reconocer esta “tragedia de los bienes comunes” es lo que nos distingue de otras especies que también han prosperado en el transcurso de la historia evolutiva. No solo saberlo, sino también actuar a partir de ese conocimiento de forma preventiva, es diseñar entornos intencionadamente para que ofrezcan y sostengan más vida, para todas las formas de vida. No se trata de un proyecto disciplinario ni mesiánico, sino de un proyecto político, y sobre todo creativo, que trasciende geografías, economías y las fuerzas de la globalización que han abrumado y dividido al planeta, entre desarrollado y en vías de desarrollo, entre ricos y pobres. Ese es el sentido persistente e inspirador de Design with Nature, y este nuevo libro está dedicado a ese fin.

 


 

Richard Weller y Karen M’Closkey son profesores de arquitectura paisajística en la Escuela de Diseño Stuart Weitzman, en la Universidad de Pensilvania. Frederick Steiner es decano y profesor de la cátedra Paley en la Escuela; Steiner y Weller, además, son codirectores ejecutivos del Centro Ian L. McHarg de Urbanismo y Ecología de la Escuela, mientras que Billy Fleming es director de Wilks Family.

Imagen: Tapa de Design with Nature, 1969. Crédito: Doubleday/Natural History Press, Museo Americano de Historia Natural.

 


 

Notas

1 Will Steffen, Paul J. Crutzen y John R. McNeill, “The Anthropocene: Are Humans Now Overwhelming the Great Forces of Nature?”, AMBIO: A Journal of the Human Environment 38, n.º 8 (2011): 614–621.

Un libro se muestra desde arriba

Mensaje del presidente

Restituir a la naturaleza a su debido lugar
Por George W. McCarthy, Julio 31, 2019

 

“El hombre es una epidemia, destruye el medioambiente del que depende y sentencia su propia extinción”.

 

Al dirigirse a una multitud de 30.000 personas en el parque Fairmount, de Filadelfia, durante la primera manifestación del Día de la Tierra, en 1970, Ian McHarg, escritor y arquitecto paisajista, no midió sus palabras. Su discurso no pretendía hacer sentir bien a nadie. Además de la aleccionadora afirmación citada, también informó al público: “Ustedes no tienen futuro”. 

Si bien esas palabras eran oscuras, pretendían ayudar a que los oyentes vieran la luz. McHarg creía que la humanidad estaba atrapada en un embrollo que ella misma había creado, pero del que había vuelta atrás, y él tenía soluciones para ofrecer. Precisamente un año antes, había dado a luz la primera copia encuadernada de su libro Design with Nature (Proyectar con la naturaleza), un tratado de casi 200 páginas en el cual exigía una nueva forma de pensar la relación entre las personas, el entorno construido y el suelo que ocupamos. La primera edición del libro se agotó. Y también la segunda. Para cuando dio ese discurso del Día de la Tierra, era evidente que las ideas que proponía se recibían con avidez. De hecho, su filosofía acabaría por cambiar el modo de pensar de toda una generación de planificadores, arquitectos y diseñadores acerca de la relación entre las personas y el lugar. Su libro, junto con el trabajo de otros pensadores destacados, como Jane Jacobs, ayudó a cambiar el aspecto y la funcionalidad de muchas ciudades, en particular en los Estados Unidos. Y sigue siendo una de las publicaciones de diseño y planificación más influyentes.

Hace 50 años, Design with Nature ayudó a lanzar el campo de la planificación ecológica, y nos ayudó a virar de una sociedad de fines del s. XX que consideraba a las ciudades como un mal necesario a una que cada vez las ve más como lugares atractivos en los que se puede vivir, y que podrían ser la clave para nuestra salvación como especie. Hoy, el Instituto Lincoln se enorgullece de su asociación con los sucesores de McHarg en la Escuela de Diseño Stuart Weitzman, de la Universidad de Pensilvania, para crear el volumen de seguimiento citado en este número, Design with Nature Now (Proyectar con la naturaleza hoy). El nuevo libro, editado por Richard Weller, Karen M’Closkey, Billy Fleming y Frederick Steiner, ofrece una colección inaudita de homenajes reflexivos a McHarg, proyectos ilustrativos que reflejan sus doctrinas, y evaluaciones sinceras acerca del camino recorrido y del que queda por recorrer. 

El libro (que llegará en octubre), junto con una exposición internacional y una conferencia epónimas a realizarse en la Universidad de Pensilvania en 2019, nos recuerdan la urgencia que llevó a McHarg a escribir esta obra influyente, y el hecho inevitable de que, en muchos sentidos, dicha urgencia se ha agravado. La rápida urbanización (se espera que hacia 2050 vivan dos mil millones de personas más en las ciudades del mundo) y el cambio climático exigen que volvamos a pensar en casi todo acerca de dónde y cómo vivimos; así, las ideas de McHarg están más vigentes que nunca.

Para el Instituto Lincoln, presentar su obra a una nueva generación forma parte de una labor más amplia por elevar la participación crucial del suelo como solución a nuestros desafíos económicos, sociales y ambientales más urgentes. Lo hacemos mediante publicaciones, como este libro, y trabajos de campo, como el de Rust Belt de los Estados Unidos, donde unimos a antiguas ciudades industriales pequeñas para pensar en estrategias innovadoras de revitalización; en China, donde apoyamos la labor del gobierno para implementar ciudades esponja que absorban agua pluvial; y en América Latina, donde promovemos nuevas herramientas de enseñanza para involucrar a los planificadores en el trabajo de mejorar las condiciones urbanas.

Este tipo de trabajo es importante en todas partes, pero en especial en el mundo en vías de desarrollo, donde el crecimiento urbano se acelera y no está bien regulado. Estamos empezando a ver un cambio hacia un crecimiento de calidad, y podemos apoyarlo si adoptamos y difundimos los principios de McHarg. Para rebatir su advertencia de que la sociedad no tiene futuro, debemos seguir trabajando para que la urbanización se implemente correctamente. Eso significa garantizar vecindarios seguros y economías sólidas, cierto, pero también significa reemplazar pavimento impermeable por jardines de biofiltración y rediseñar partes de la calle a escala humana, implementar infraestructura verde y azul donde antes reinaba la gris, y convertir edificios con gran consumo de energía en estructuras sustentables más saludables para vivir y trabajar. No se trata de proyectos glamorosos, pero tampoco superfluos; son fundamentales para nuestra capacidad de rediseñar y reconstruirnos una sociedad funcional que no “sentencie nuestra propia extinción”, como dijo McHarg. 

¿La humanidad es realmente una epidemia empeñada en destruir el medioambiente y, en última instancia, a sí misma? ¿O podremos encontrar y aplicar una cura? En el Instituto Lincoln, la Escuela de Diseño Stuart Weitzman y otras organizaciones dedicadas a estudiar las conexiones entre las personas y el lugar, sabemos que algunas herramientas, desde políticas reflexivas de uso del suelo hasta el diseño innovador, pueden ayudar a alcanzar un pronóstico positivo. Pero este es el momento de actuar. No podemos cambiar el pasado, pero podemos adoptar la visión de McHarg y sus tantos sucesores en el campo de la ecología paisajística y ampliar la implementación de ideas que elevaron la práctica en los campos de la arquitectura, la planificación urbana, la gestión de agua pluvial y muchos otros. Debemos construir sobre el legado de McHarg y Design with Nature Now, antes de que realmente sea demasiado tarde.

Paulina Lopez speaks to attendees of the Grantmakers in Health Conference in June as part of a tour of the South Park neighborhood.

Climate Resilience

Seattle Utility, Housing Groups Launch Bold Experiment in Climate Equity
By Emma Zehner, Agosto 20, 2019

 

In 2001, the U.S. Environmental Protection Agency (EPA) declared Seattle’s lower Duwamish River, a major industrial waterway flowing into Puget Sound, a Superfund Site. Later studies of health outcomes for the adjacent low-income South Park and Georgetown neighborhoods confirmed what residents had known for years — in a city known for its commitment to sustainability, industrial pollutants and other social and environmental factors are reducing both life expectancy and quality of life.

The city has taken an aggressive approach to cleanup, especially in the last few years, investing in projects to remove toxic waste from the river and help reduce pollution in the future. Most recently, Seattle Public Utilities (SPU) announced plans to invest upwards of $100 million in stormwater management and water quality infrastructure in South Park in the next decade to address sea level rise. But as Seattle contends with an unprecedented housing crunch brought on by an influx of tech-industry companies and their employees, new tensions are arising.

Recognizing that South Park is one of the last remaining affordable enclaves in the country’s fastest-growing city and that the planned infrastructure could increase its desirability and put long-term residents at risk of displacement, SPU has taken on an uncommon agenda for a public utility. With the help of Connect Capital, an initiative of the Lincoln Institute of Land Policy’s Center for Community Investment, representatives from SPU have formed an unlikely partnership with the Duwamish River Cleanup Coalition (DRCC), local housing coalitions, the city’s office of economic development and sustainability, and the Seattle Foundation. These groups are prioritizing and coordinating investments in order to preserve and produce affordable housing, build climate resilience in the area, and debunk the notion that environmental improvements inevitably lead to displacement.

The South Park community is one of six teams, grappling with issues from affordable housing to job creation, selected for Connect Capital, a national program to help communities attract and invest money with an emphasis on equity. A team in Milwaukee is also looking at new ways to leverage utility investments in flood management to benefit disinvested neighborhoods; the other teams are in central Appalachia; Coachella Valley, California; Miami, Florida; and Richmond, Virginia. Over the course of two years, cross-sector groups are receiving coaching, facilitated peer learning, and a $200,000 grant from the Robert Wood Johnson Foundation to fund a local staff position.

“The Connect Capital work marks the first time that we’re working with housing groups at the nexus of water, health, equity, and climate,” said Ann Grodnik-Nagle, the project lead on SPU’s South Park investments. “It is very common for drainage and wastewater utilities to consider green infrastructure, but the next frontier is aligning drainage infrastructure with affordable housing solutions and open space. I think it is unique to have a utility leadership thinking about affordable housing in concert with planning for our capital projects.” 

Resilience in South Park

South Park is the city’s most diverse neighborhood — 37 percent of the 4,000 residents identify as Hispanic and almost half are foreign-born. It’s also unique for its mix of residential (predominantly single-family homes), commercial (450 businesses), and industrial tenants. Though most industrial activity takes place on the outskirts, some streets feature industrial buildings and housing side by side.

This square-mile neighborhood sits five miles south of Seattle’s downtown and hovers over the city limits, a position that has combined with other factors to leave residents historically ignored. Since South Park was settled in the mid-1850s, activism has become central to the neighborhood’s character, highlighted by a successful effort in the early 1900s to briefly become its own town. Over the years, local organizers have addressed environmental justice catastrophes, public safety issues, and the lack of basic services even with no audience to hear their concerns. Only in recent years have residents started to see attention from the city.

SPU’s water infrastructure work is one such effort — scheduled for construction from 2019 to 2024, the updates will confront sea level rise in Seattle’s only riverside neighborhood which is expected to experience daily flooding by 2104. “It is like a bath tub,” Grodnik-Nagle said. “Currently, [on some streets] there is no formal drainage infrastructure. It is surprising that this can be found in the city of Seattle.”

The pump station and water quality facility, which will treat polluted stormwater from the drainage system, will work in concert to treat stormwater from the drainage system before it flows into the Duwamish. A stormwater collection and conveyance system in South Park’s neighborhoods will run through streets without formal drainage. SPU is also working on a series of smaller initiatives. A GSI project at one of the neighborhood’s main intersections will treat dirty runoff from a major arterial and fix a flooding problem that impacts local businesses. SPU recently received funding from King County to improve the central riverside park, the Duwamish Waterway Park, to increase access to the water, improve a critical public gathering space, and build opportunities for salmon habitat and flooding mitigation.

Coupled with the EPA’s ongoing $342 million river cleanup plan, SPU’s investments will dramatically improve the resilience of the neighborhood—and amplify concerns about displacement: “You start to see that there is a lot of cleanup and basic infrastructure being put in here that will lift up the basic health standards of the neighborhood and the attractiveness of the area as a place that people want to live,” Robin Schwartz, communications manager at the DRCC, said.

This fear of “green gentrification” is not unfounded: New York City’s High Line has become the poster child for this phenomenon, though many smaller scale examples have led to similar outcomes. And as sea levels have risen, so have the stakes—neighborhoods on higher ground and those designed with the infrastructure to manage flooding are increasingly in demand.

In recent years, recognizing South Park’s status as one of the Seattle’s last affordable outposts, the city has begun to test anti-displacement approaches there. In 2016, the City’s Office of Sustainability and Environment convened an interdepartmental team comprised of 18 city departments, the Duwamish River Valley Action Team, to work closely with the community to outline a roadmap (the Duwamish Valley Action Plan) for the region. 

To address housing, the Latina-led Duwamish Valley Affordable Housing Coalition developed a short- and long-term plan to preserve existing affordable stock and produce new affordable housing and community spaces. According to Schwartz, who sits on the coalition, the group is looking for funding to buy existing properties to keep them affordable and to eventually create a multi-use community space.

However, in a hot-market region, the city’s interventions are not as straightforward as they seem, especially when multiple ideas for equitable improvements are seemingly at odds.

Housing or Parks?

Only two years since the publication of the Duwamish Valley Action Plan, housing pressures have intensified. While the community expressed interest in the conversion of the South Park Plaza, which most recently served as a staging area for the construction of the new South Park bridge, into open green space at the time of the Plan’s writing, today, many residents are more interested in using the land for affordable housing.

“The community cares so much about staying in their neighborhood that they are willing to cannibalize a park to achieve that,” Grodnik-Nagle said. “This is a wake-up call for the city.”

As part of an Urban Land Institute Resilience Panel focused on South Park in 2015, a panelist emphasized that while flooding is on residents’ minds, food, transportation, pollution, and housing were higher priorities. “It was the observation of the group that they should absolutely be planning for eventualities, but they shouldn’t forget the day-to-day resilience.”

Through the Connect Capital discussions, partners like SPU have become more aware of the reality of this balancing act. “We have a very short runway to get the housing question right,” Grodnik-Nagle said. “We need to deliver wins on affordable housing soon and then we can start looking to things like climate adaptation.”

And, community members, familiar with the ins and outs of South Park, have had a chance to publicly share their priorities, with an emphasis on housing, and the improvements they have already made. At the Grantmakers in Health Conference in June, Paulina Lopez, executive director of DRCC, coled a tour of her neighborhood for funders dealing with similar challenges: “Most of them were impressed with the capacity the community has now,” she said. 

So far, in Seattle, the Connect Capital discussions have resulted in a proposal for a resilience district, a community-run governance structure that would build community capacity and ownership of initiatives related to equitable development and environmental justice. While the structure hasn’t yet been fleshed out, as currently envisioned, the body would provide a pathway to local land ownership and serve as an intermediary for various funding sources, including federal, state, and local governments and foundations, which would be allocated to community-based sustainability activities.

Finding Common Solutions in A Resilience District

One of the more well-known examples of such a district can be found in New Orleans’ diverse, middle-class Gentilly neighborhood. Using the $141 million it received through HUD’s National Disaster Resilience Competition, New Orleans is concentrating proven water and land management practices in one area with the idea that this colocation will create greater community benefits, though the city has been the subject of some criticism for insufficient community outreach.

In Portland’s Cully neighborhood, Living Cully, a coalition of area nonprofits spearheaded by local nonprofit Verde, rejects the idea that the goals of sustainability and anti-displacement are at odds, and “re-interprets sustainability as an anti-poverty strategy.” An ongoing affordable housing project shows how this idea is possible — after buying a former strip club for conversion into affordable housing, the coalition trained and hired residents to build green roofs and walls, install solar panels and water reuse systems, and develop stormwater infrastructure and sustainable landscaping.

“We are at a place now, where — as a nation — we can no longer make an environmental investment without social and environmental justice outcomes,” Tony DeFalco, Verde’s executive director said. “What we’ve been able to do here at a smaller scale is basically to demonstrate how you do that.”

Connect Capital participants are still learning from these examples and working out the details of a district or coalition that would fit the specific needs of South Park. Questions on the table include: How can Seattle and the city flip the resilience district concept into community ownership? How does Seattle support capacity building in the community so there is an entity that can acquire and develop land in the neighborhood, so that assets are ultimately held by the community, not by the city? Will this district make land-use policy?

South Park’s already strong leadership lays a promising groundwork for such a model — for instance, a version of Living Cully’s environmental stewardship model already exists in Lopez’s Duwamish Valley Youth Corps Program. Youth learn about the health impacts of the river cleanup and other social and environmental justice issues and engage in projects such as building rain gardens. The proposed district may also include a workforce development program.

While the group fleshes out the details of the plan and waits for city leaders to approve it, participants are already benefiting from an emphasis on community involvement and a better understanding of cross-sector perspectives in their own work.

SPU has taken steps to involve the community in its visioning process for the pump station, inviting input at an open design forum. And in all of its projects, it’s thinking through a more holistic lens. “The climate resilience piece is a big long-term challenge in the Duwamish Valley that is unlike any other neighborhood in the city, and it’s forcing us to think strategically about where we develop housing, and how we might pair it with green space that could also serve to mitigate sea level rise flooding,” said Grodnik-Nagle.

“Team members have come to understand the importance of thinking at a systems level rather than at a project level,” Omar Carrillo Tinajero, assistant director of programs, Connect Capital, said. “That is, rather than starting with a particular project in mind, the team has shifted its energy to bring to fruition a community-level result. This has required a shift in approach that includes a pipeline of projects and a series of policies and practices that will enable them to achieve their result.”

 


 

Emma Zehner is communications and publications editor at the Lincoln Institute.

Photographs in order of appearance

Paulina Lopez, executive director of the Duwamish River Cleanup Coalition, talks to funders as part of a tour of the South Park neighborhood during the Grantmakers in Health conference in June. Credit: Omar Carrillo Tinajero.

A Seattle Public Utilities sign shows where the planned stormwater management infrastructure will be located. Credit: Seattle Public Utilities.

 

Skyline view of Guangzhou

Global Urbanization

Learning From China's Explosive Urban Growth
By Katharine Wroth, Agosto 19, 2019

 

Over the past four decades, more than 500 million people have moved from rural China to the nation’s cities, drawn by economic opportunities unavailable in the countryside. Today, 60 percent of the population lives in urban areas, compared to just 18 percent in 1978. The rapid, often uncoordinated urban growth caused by this massive migration has dramatically altered China’s cities and the land around them, resulting in pollution, overcrowding, and other challenges. Officials in China are now encouraging a shift from policies focused purely on growth to those that prioritize a higher quality of urbanization, explains Lincoln Institute of Land Policy China Program Director Zhi Liu. This shift, Liu says, “implies environmental sustainability, climate resilience, and better quality of urban life for all.” Examples of quality urbanization projects range from converting a sprawling industrial complex in Guangzhou into a cultural district to mandating the reduction of emissions from coal-fired power plants in Beijing.

Liu and the Peking University-Lincoln Institute Center for Urban Development and Land Policy (PLC) recently organized an international conference to explore China’s urban development trends, hosting more than 300 scholars and experts from 12 countries. Topics included the growth of “super megacity regions,” which are clustered metropolitan areas with a combined population of more than 10 million; the impacts of the shift from labor-intensive to high-tech industries; research on community well-being in suburban areas; and a discussion of how to finance urban growth through densification and redevelopment. The event was co-organized by the Peking University College of Urban and Environmental Sciences (PKU), University of Hong Kong, and Regional Science Association of China.

The conference—the fifth in a series, with previous incarnations held in Hong Kong, Shanghai, London, and Glasgow—brought together researchers from the fields of urban studies, geography, sociology, economics, political science, urban planning, urban management, and public policy, as well as China studies. “The research presented at this conference provides much-needed empirical evidence that will be helpful for policy making and policy reform,” Liu said. In addition to sharing research and data, presenters recommended steps such as improving inter-city coordination to equalize basic public services and continuing to study the well-being of residents to develop a robust evidence base for community planning and development.

The policy reform underway in China reflects a growing recognition that the outcomes of urbanization are not meeting the rising expectations of the government or people,” said the Lincoln Institute’s Vice President of Programs Armando Carbonell, who facilitated sessions at the conference. “China is a laboratory of urbanization, with fast-moving systems and a government willing to engage in policy experiments. Things move so quickly, you can hypothesize about what will happen, then actually see and learn from the results on the ground.”

With that type of learning in mind, the PLC also hosted a roundtable discussion at the conclusion of the conference, convening experts from China, Mexico, Uganda, and the U.S. to talk about land policy themes and research that cut across Africa, Latin America, and China. The group explored opportunities to build a research or educational program that bridges land policy work in those areas, concluding that there is a need for increased South-South knowledge sharing.

Given that China’s urbanization process has been more recent than Europe’s or North America’s, and that it has been as fast as, if not faster than, what is happening in Africa, there are opportunities to learn from China’s successes and avoid the pitfalls,” said Astrid Haas, a senior economist at the International Growth Centre who attended the conference and roundtable. Haas, who is based in Uganda, thinks learning about the policy shift underway in China will help African cities “embark on a path of quality urbanization from the outset.” She also points out that policy makers in China can learn from African experts on topics such as the property tax, which is in use in some African countries but only just being considered in China. “There are strong opportunities for two-way learning,” Haas said.

As the PLC explores the possibility of expanding its work in the region—an idea that PKU President Ping Hao voiced support for in a meeting with Lincoln Institute staff members ahead of the conference—the Center could play a role in facilitating that sharing. “This is a perfect example of an opportunity for the Institute to help connect people across regions,” said Enrique Silva, who leads Lincoln’s International and Institute-wide Initiatives program and helped organize the roundtable discussion. “Though their state structures differ, China, Africa, and Latin America face many of the same ‘headline issues’ related to resource distribution and the challenges of rapid urbanization. We are eager to help develop peer networks and build capacity so they can learn from each other.”

 


 

Katharine Wroth is the editor of Land Lines. 

Photographs in order of appearance:

Recent efforts to improve quality of life in Guangzhou, one of the largest cities in China, include addressing air pollution and redeveloping industrial areas. Credit: Sergei Gussev/Flickr CC BY-NC 2.0.

Leaders from the Lincoln Institute of Land Policy and the Peking University met in Beijing this summer. On the front step, left to right, are Lincoln Institute President and CEO George W. McCarthy, Lincoln Institute Board Chair and Chief Investment Officer Kathryn J. Lincoln, and Peking University President Ping Hao. Zhi Liu, director of the Peking University-Lincoln Institute Center for Urban Development and Land Policy, stands second from left in the back. Credit: Courtesy of Peking University.  

 

Curso

Tierra Vacante, Ciudad Compacta y Sustentabilidad

Octubre 14, 2019 - Noviembre 15, 2019

Free, ofrecido en español


Descripción

Se ofrecerá una aproximación al concepto de tierra vacante en un contexto urbano metropolitano. Se hará desde distintas perspectivas con el propósito de comprender su utilización histórica en América Latina, así como de la mano de los instrumentos legales que facilitan o restringen su utilización y la relación entre sus políticas, el desarrollo urbano y ambiental, y la política tributaria. 

También se analizará cómo la gestión de tierra vacante permite avanzar hacia una ciudad más compacta y sustentable con beneficio para la población de más bajos recursos, y se tratarán ejemplos concretos en ciudades de la región con respecto a las políticas implementadas.con los problemas que han enfrentado y las potencialidades que pudieron explotarse.

Relevancia

En los últimos años, la Tierra Vacante en Latinoamérica ha adquirido una importancia fundamental en la definición de políticas de suelo, vivienda y desarrollo urbano sustentable desde el punto de vista económico, social y ambiental. Por ejemplo, en México y Brasil se han realizado eventos internacionales cuyos resultados son insumos para la definición de políticas a nivel local y nacional.

En Argentina se han llevado a cabo programas de vivienda a nivel nacional sobre tierra vacante “disponible” y, en algunos casos, la falta de ella ha resultado en altos costos para adquirirla y desarrollar dichos programas. Asimismo, en Panamá ha dado lugar al desarrollo urbano en terrenos que habían quedado sin uso tras la devolución de tierras por parte de Estados Unidos al gobierno panameño.

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Detalles

Fecha(s)
Octubre 14, 2019 - Noviembre 15, 2019
Período de postulación
Julio 17, 2019 - Agosto 14, 2019
Selection Notification Date
Septiembre 27, 2019 at 6:00 PM
Idioma
español
Costo
Free
Registration Fee
Free
Tipo de certificado o crédito
Lincoln Institute certificate

Palabras clave

catastro, mitigación climática, medio ambiente, controles de crecimiento, vivienda, banco de tierras, regulación del mercado de suelo, especulación del suelo, uso de suelo, planificación de uso de suelo, gobierno local, políticas públicas, crecimiento inteligente, urbano, desarrollo urbano, expansión urbana descontrolada

Curso

Ambiente, Cambio Climático y Políticas de Suelo

Septiembre 23, 2019 - Noviembre 15, 2019

Free, ofrecido en español


Descripción

El curso tiene como propósito  general comprender la interacción entre ambiente, cambio climático y políticas de suelo en América Latina. Al finalizar el curso, los participantes serán capaces de identificar acciones específicas sobre cambio climático y ciudad, los instrumentos de gestión del suelo implementados en la región y sus correspondientes implicaciones en las políticas de suelo.

Se desarrollarán conceptos fundamentales que permitirán discutir la problemática ambiental, el desarrollo sustentable y el cambio climático, y se evaluará su impacto y alternativas desde la perspectiva jurídica, así como la valoración económica de los activos naturales y la tributación inmobiliaria.

Relevancia

América Latina y el Caribe es considerada una de las regiones más urbanizadas del mundo, con más del 70% de su población viviendo en zonas urbanas, aunque gran parte de su desarrollo histórico no ha integrado la dimensión ambiental. Sin embargo, recientemente se ha comenzado a incluir el desarrollo sostenible dentro de la planificación general de buena parte de los planes de la región.

El análisis de la dimensión ambiental de las políticas de suelo propone un enfoque que visibiliza los aspectos ambientales, la gestión de riesgos y el cambio climático dentro de la planificación y gestión del suelo.

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Detalles

Fecha(s)
Septiembre 23, 2019 - Noviembre 15, 2019
Período de postulación
Julio 17, 2019 - Agosto 14, 2019
Selection Notification Date
Septiembre 6, 2019 at 6:00 PM
Idioma
español
Costo
Free
Registration Fee
Free
Tipo de certificado o crédito
Lincoln Institute certificate

Palabras clave

adaptación, mitigación climática, medio ambiente, SIG, resiliencia, desarrollo sostenible

Reflection

Traverse Before Transect
By Anuradha Mathur, Julio 1, 2019

 

Ian McHarg introduced me to the ecological transect. It situated me uniquely in the land to which I had recently arrived as a student from India, 12,000 kilometers (7,500 miles) away. I was not just in Philadelphia; I was on a line drawn from the Appalachian Mountains across the Piedmont Plateau down to the Coastal Plain and the Atlantic Ocean. Having learned about Patrick Geddes’s Valley Section from his work in India in the 1910s, the transect resonated with me. In Geddes’s words, it was “that general slope from mountain to sea which we find everywhere in the world.”1

The transect, however, not only situated me; it also gave the students of my class, who hailed from five different continents, a common ground. It cultivated an eye for seeing landscape that we could carry wherever we went. For many of us that meant back home.

Each week we set out to a point on the transect — the coal mines near Scranton, the boulder field in the Poconos area, the forests of the Wissahickon, the meadows near Valley Forge, the falls at Manayunk, the bogs and waterways of the Pine Barrens, and the dunes along the Jersey Shore. We dug soil pits, identified vegetation, searched for clues to what lay above and below the Earth’s surface, and in our field notes pieced together the sectional history of the land. In studio, we worked in groups, familiarizing ourselves with particular sites on the transect. Each site was an area of 65 square kilometers (25 square miles), represented by a topographical map on which we called out diverse soils, vegetation, land uses, slopes, and geology. We highlighted the lines of streams, floodplains, wetlands, and aquifers, constructing clear distinctions between features that belonged to land and those that belonged to water. Although the base maps were the same each year, using a scale of 1 centimeter to 60 meters (1 inch to 500 feet), we took particular pride in choosing our palette of colors, which extended into subtle gradients of green, blue, and brown, perhaps in an attempt to dissolve boundaries constituted by the map that did not correspond with our experience on the ground. It was inevitable, however, that the transect on the ground would recede into distant memory as the map took over as the primary site of analysis and design. After all, it allowed the layering of information from multiple disciplines onto the same geographic surface. The map is what we, as students of design and planning, were tasked to respond to. This was our experience in the 501 studio at Penn in 1989, the foundational landscape studio initiated by Ian McHarg and Narendra Juneja in one of its last years.

A decade later it was my turn to teach the foundational landscape studio.2 I took students not to the transect of my student days but to a place from which they could construct their own transect. They carried measuring tapes, string, improvised spirit levels, pencils, newsprint, index cards, and charcoal. They did not carry maps to orient themselves, only the blank pages of their sketch books as they began to negotiate an unfamiliar terrain. I urged them to walk not so much to find their way, but to make their way. Some made their way from creek to ridge, others from forest to industrial remnants, yet others from wetlands to infrastructural corridors. Like route surveyors at the head of armies charged with mapping unknown terrains, they triangulated between points, connecting these points with lines of sight and measurement. They learned to be attentive to their selection of points. Some were fixed; others were ephemeral. They also learned to appreciate the lines that connected them, paying particular attention to the line between land and water. This line was fraught with controversy. It was known to shift daily and seasonally; but in a land of settlers, it was also shifted at will. They learned to appreciate wetness everywhere — in the ground, air, plants, rocks, creatures — rather than accept the presence of water as it was indicated on maps. The terrain was not exhausted in a single walk. It was walked differently each time. Once they triangulated, students sketched, sectioned, and photographed with an eye and ear tuned to meter and movement, material and horizon, continuity and rupture. Distinctions and boundaries that they had been cultured to see dissolved, and they began to articulate new relationships and limits.

Students were learning what it took to make a map. They were also learning what it took to construct a transect. It took traversing, traversing being the act of journeying across a terrain with the objective of recording findings as much as imposing a new imagination on place. In this sense, they were already designing while constructing a transect. Design was in the eyes with which they were seeing, the legs with which they were striding, the choices that they were making, the instruments with which they were measuring. They were learning what Geddes and McHarg knew all too well, that landscape and design emerge simultaneously in the act of traversing to construct a transect.

The work on the walls and on student desks drew a smile and characteristic sharp inhale from McHarg every time he walked into my 501 studio, expressing an appreciation for the graphite sections and triangulations being drafted, photographic montages being made, and plaster castings being worked. It was an appreciation that could only come from someone who knew what the transect owed to the traverse.

Today I take students in more advanced studios to places of conflict, poverty, and unfolding tragedy such as Mumbai, Bangalore, the Western Ghats of India, the deserts of Rajasthan, Jerusalem, and Tijuana. These are places on slopes from mountain to sea of their own, slopes that Geddes and McHarg believed to be “everywhere in the world.” But I am acutely conscious, as they would be, that these “transects” are products of traverses by “designers” before us — surveyors, explorers, colonizers, conquerors. Their extraordinary transgressions articulated the landscapes that have become the ordinary in these places, including what is taken for granted as natural and cultural, land and water, urban and rural. In short, they created today’s ground of conflict. Surely the least we can do in the spirit of McHarg and Geddes is to traverse these places again, to venture a new imagination aimed not necessarily at solving problems, but at keeping the transect alive as an agent of change.

 


 

Anuradha Mathur, an architect and landscape architect, is a professor in the Department of Landscape Architecture at the University of Pennsylvania Stuart Weitzman School of Design. She is the author, with Dilip da Cunha, of Mississippi Floods: Designing a Shifting Landscape Deccan Traverses: The Making of Bangalore’s Terrain; and Soak: Mumbai in an Estuary. The two coedited Design in the Terrain of Water.

Image: Detail of a drawing for the Delaware Upper Estuary Study created by students at the University of Pennsylvania Department of Landscape Architecture and Regional Planning, Spring 1968. Credit: The Architectural Archives, University of Pennsylvania.

 


 

Notes

1 Patrick Geddes, “The Valley Plan of Civilization,” Survey 54 (1925): 288–290.

2 I taught the 501 studio, the foundational design studio in the Landscape Architecture Department at the University of Pennsylvania, from 1994 to 2014, with a few breaks here and there. During this time, I had the opportunity to coteach with Katherine Gleason, Mei Wu, Dennis Playdon, and from 2003 with my partner Dilip da Cunha. I owe much to these colleagues, particularly to Dennis and Dilip, who brought structure, profound insights, and a high level of skill to 501 and taught me what it really meant to traverse.